Antes de la abolición del tiempo

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Germaine Cahen y Jorge Guillén / Archivo de Teresa Guillén

"Dentro de una hora tendré una carta", dice el joven poeta a su novia en una tarjeta postal que escribe en el tren a Valladolid, de vuelta de Burgos. Dos horas de tren. Su novia le había ya dirigido su carta a la capital castellana desde París, donde residía. Puedo imaginar la ansiedad de los enamorados al ver acercarse al cartero. Eso que te ahorras ahora con el correo electrónico. Pero con ello, barrido queda también el desmayo de la emoción. O, a lo mejor, no.

Qué bonito leer estas cartas amorosas de Jorge Guillén, el poeta de Cántico, escritas con la pasión de un hombre joven enamorado hasta la médula de la gentil Germaine Cahen, una judía francesa a la que conoció cuando tenía 26 años y con la que se casó y tuvo sus dos hijos.

Y qué bien que cayeran en manos de Margarita Ramírez quien ha hecho un trabajo espléndido de criba y orden, estudio y edición, y el resultado es excelente: Cartas a Germaine (Circulo de Lectores, 2010).

Me alegro tanto porque Guillén ya tuvo que quemar cartas de Azaña, por ejemplo, por razones políticas, tras la guerra civil; de hecho, pasó una buena temporada en la cárcel nada más empezar la contienda. Y porque Germaine, antes de morir demasiado pronto, en 1947, se ocupó de quemar las que ella le había escrito por temor a que fueran publicadas, como habría sucedido, desde luego, llegado el caso. Lástima.

Pero sobre todo, me alegro porque tengo ante mí la literatura de correspondencia más pura y espléndida de las que haya leído, aficionada como soy a este tipo de cosas.

En estas cartas, algunas escritas en un francés impecable y cuidadosamente traducidas por Margarita, desfilan nombres de poetas y amigos como su mentor Pedro Salinas, Dámaso Alonso, José Bergamín, o  del compilador de las vanguardias, Guillermo de Torre, del que destaca su ridícula vocecilla, o Salvador de Madariaga, y otros de sus contemporáneos. Son cartas en las que el autor da noticia de situaciones políticas de España y del mundo en años que van de la alegría a la víspera de las guerras, entre 1919 y 1935.

Quien las lee asiste al discurrir del pensamiento de JG en la observación de lo cotidiano o de lo extraordinario. Se duele de actitudes de compatriotas que parecen no acabarse con el paso del tiempo: "Me indigné varias veces, pequeñas irritaciones causadas por detalles lamentables de la vida española", dice el 1 de julio de 1921, desde Valladolid.

Escribe esas cartas como si quisiera ir dando cuenta en directo a su novia de cada cosa que le pasa, cada pensamiento que le asalta en medio del paisaje castellano, por ejemplo, solo, en silencio, mientras escribe o devuelve el saludo a una anciana encorvada por el peso de un fardo a la espalda: " He salido un poco cansado, pensando en los aspectos económicos del mundo, en los que había pensado muy  a la ligera, y todo esto me pone muy triste y sombrío, porque se siente la enorme injusticia que pesa sobre el mundo organizado".

JG pasó bastantes apuros económicos en su vida, también una vez casado con Germaine, lo que separó a la pareja muchas veces, de ahí tantas cartas. Leerlas ahora, con tanto tiempo de por medio, permite disfrutar de la sinceridad con que están escritas, que seguramente sería inédita fuera de su contexto íntimo. La fina capacidad de observar y de decir del poeta impregna el libro. Su lectura es una auténtica fiesta, una experiencia de Robinson en la isla de las cosas bien dichas.

¿Habría podido JG escribir sus pasiones literarias de Proust y de Baudelaire, de D’Ors, al que leía con avaricia, de Montaigne, en correos electrónicos? Ni idea. Mais pour quoi pas? Sin embargo, en estas cartas que se toman su tiempo en llegar a la destinataria, que dejan al remitente ansioso esperando respuesta, respuesta que, por cierto, llega con pasmosa rapidez considerando la época, late el transcurso del tiempo, el tiempo necesario, el que parece que ya no tenemos. El tiempo ha sido abolido por la inmediatez. Estamos mutando como seres temporales.

Cuando conocí a Jorge Guillén, era un anciano que se movía con cierta dificultad, a causa de su cadera rota, diez o doce años antes, cuando daba clases en la universidad de Harvard. Recuerdo el ambiente amable de su confortable casa malagueña y la simpatía con la que respondió a mis preguntas durante más de una hora; sonrisa pronta y sincera.

Me pareció un hombre esencialmente feliz.

Claro que en su poesía se leen apasionados versos de amor: “Aun retozando se afanan las bocas/ inexorables a fuerza de ruego…” Pero el poeta de la poesía más pura, según sus estudiosos, tótem de Jaime Gil de Biedma por esa razón, se lanza abiertamente en sus cartas a la alegría que le produce pensar en la mujer que ama. Hay que considerar que se lo estaba diciendo solamente a ella. Los voyers en que nos convertimos los lectores, acabamos de llegar a la fiesta.

Algunas líneas en las cartas habían sido tachadas por su autor, en la revisión que hizo antes de donarlas a la biblioteca de su universidad, por pudor. Pero, según comenta la editora en una explicación previa, todo el material está en la prensa, nada se ha sustraído a la curiosidad del lector.

Mucho tiempo después de conocer a JG, en circunstancias diferentes, conocí a Claudio Guillén, Claudie le llamaba, su hijo, profesor también en Harvard, entre otras universidades americanas y europeas, un hombre elegante y culto, con el que una simple cena hogareña se convertía en sesión privilegiada de relatos y noticias de lo más excelso.

Y a Teresa Guillén, su hija, en Boston. Una vez conocida, no me extraña nada la adoración que su padre le muestra en las cartas, cuando resulta que sigue resultando deliciosa en sus ochenta.

Una lectura de pausa y de apremio, amorosa lectura.

11 Comments
  1. sole says

    Personalmente no conocí a jorge Guillén, pero me sé toda su historía ya que estudié en el primer Instituto que en España llevó su nombre I:E S Jorge Guillén»y la persona que luchó por poner ese nombre era un buen amigo de él, y un mágnifico profesor de literatura que se encargaba de hablar de él con muchísimo cariño. Creo recordar que después este profesor ha hecho un mágnifico trabajo recopilando toda su obra o algo así.

  2. celine says

    ¿Cómo se llama ese profesor, Sole? ¿Y dónde está el instituto? Curiosidad…

  3. celine says

    Dice usted «gentil» y «judía» al mismo tiempo. Un prodigio. Sin duda una mujer muy valiosa y bella. ¿Dónde se podrá saber más de ella?

  4. Un lector says

    Jud, jude=judío; goy=gentil, no judío; cahen, cohen, cohn, kagan=puro, sagrado (de un descendiente de Leví, el sacerdote; los cohanim transportaban los elementos del templo portátil desde la salida de Egipto hasta su asenramiento definitivo en Eretz Israel). Elvira Huelbes -en mi opinión- no ha incurrido en este texto tan bonito en la contradicción insoluble «judía/gentil», sino que ha ensalzado, lejos de cualquier etnicismo, la generosidad, la belleza y la elegancia de Germaine. Una gentileza inteligente de Elvira.

  5. sole says

    A Celin, el profesor se llama Antonio Piedra de lo mejorcito que yo he tenido como profesor, un profesional estupendo. El Instituto Jorge Guillén está en una localidad de Valladolid «Villalón de Campos» te sirve la aclaración? Un saludo.

  6. celine says

    Gracias, Sole; a los profes buenos se les recuerda siempre, ¿no? Tengo, por suerte, una lista de buenos profesores del instituto e incluso de la universidad. A menudo me acuerdo de alguno, en momentos decisivos y en los melancólicos, también.

  7. Elvira Huelbes says

    Gracias por la amable aclaración, Un Lector. A Sole: A. Piedra es bien concido en Valladolid (y también fuera, sobre todo entre poetas). Te mando este enlace:
    http://elcastellano.nortecastilla.es/autores/piedra-antonio

  8. sole says

    a Elvira Huelbes. Gracias por el enlace me ha encantado

  9. estrella says

    Gracias Elvira por esta bonita presentación. Habrá que mandarle un Olé a Margarita por un trabajo hecho con amor y cuidado. Espero mi ejemplar en el correo.

  10. Christopher says

    Gracias, Elvira, por tu comentario del libro. La carta debió de ser uno de los géneros predilectos de Guillén. Ya me han hablado del maravilloso trabajo de Margarita Ramírez, como traductora y editora, y tengo mucho interés en leer este epistolario (yo también soy aficionado los epistolarios.

  11. Mati says

    «Y la mañana pesa,
    vibra sobre mis ojos
    que vuelven a ver
    lo extraordinario:todo»
    ¡Grande Jorge Guillén!

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