Esperando a Godot

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Imagen de la última edición de la Feria del Libro celebrada en Madrid. / feriade.com

Habemus Feria. Feria del Libro de Madrid, que cumple ahora su 70ª edición. Desde el 27 de mayo hasta el 12 de junio, como todos los años, y, como todos los años, lloverá algún que otro fin de semana, hará un calor de muerte algún que otro día e, incluso, si me apuran, frío. Suceder ha sucedido, y veteranos del lugar como Miguel Visor, el distribuidor, lo repite una y otra vez, como una salmodia, en cuanto te lo encuentras: “No es la primera vez que me he tenido que poner el abrigo en la Feria. En el año ochenta y tantos…”. Asentimos, claro. La memoria es la memoria.

Y, como todos los años, también, la expectación ante lo que la Feria puede deparar, algo que se traduce en este evento, a diferencia de Frankfurt o Guadalajara, que cumplen otras realidades, en mera ventas de libros. Ni más ni menos. Sólo que este año, a diferencia de otros, la expectación apenas puede disimular la ansiedad que supone la caída drástica de las ventas, las estadísticas que se manejan rondan el 15%, pero si hablas con comerciales de diversas editoriales te dicen con la boca chica que los porcentajes son mucho mayores, alguno no deja de adoptar posturas apocalípticas respecto al porvenir del sector, y que existe una preocupación nada irracional por el modo en que la mayoría de las empresas editoras podrá afrontar la campaña el año que viene. Los impagados están a la orden del día, como las devoluciones, y este invierno las ventas han sido mucho menores de lo esperado. Para colmo, el Día del Libro, que cumple en el calendario de ventas de ejemplares un momento nada desdeñable, coincidió con el puente de Semana Santa en Madrid y no tuvo el resultado esperado que, por el contrario, sí ocurrió el día de Sant Jordi en Barcelona. O eso dicen. De ahí que, con una campaña de Navidad desastrosa y un Día el Libro mediocre, las editoriales y los libreros se hayan aferrado a los resultados que puede deparar este año la Feria con cierta fe del carbonero, vale traducir, en que por lo menos se puedan salvar los muebles y no salgan muy dañados, no más de lo esperado. Michèlle Chevalier, directora de la Confederación de Libreros (CEGAL), en unas recientes declaraciones ha hablado de una suerte de debacle para las librerías, “muchas han cerrado y otras, las que sobreviven, ha sido gracias a reducir personal drásticamente”. De ahí que el coro de los libreros y editores este año sea unánime: esperan que las ventas salven un sector que está por los suelos. Curiosamente este año nadie habla, a diferencia del pasado en que nos bombardearon con toda suerte de artimañas respecto al fenómeno del libro electrónico y LIBRANDA, de las bondades de ponerse a tono con los tiempos y lo cool que es bajarse libros donde la Biblioteca Universal está a tu disposición en forma de bits. Las estadísticas cantan: las descargas de libros en la Red apenas han supuesto el 1% del mercado. El papel, por tanto, recupera un prestigio que muchos le quisieron arrebatar con cicatería en pasadas ediciones y que, ahora, visto lo que han dado de sí los bits, representa el mismo rol que se atribuía a San Jerónimo en la Edad Media: se le pasea para alejar las tormentas.

Sin embargo la crisis que planea insidiosa a lo largo de los 447 expositores alineados en el Paseo de Coches del Retiro, no impide que, visto desde fuera, es decir, del lado del paseante, del flâneur, los oropeles brillen con fuerza, como todos los años, intentando atraer a las presas al redil de las compras. Alemania es el país invitado y ensayistas de fuste como Hans Magnus Enzensberger y Rüdiger Safranski visitarán el recinto en loor de multitud mediática, algo que no hará la Premio Nobel Herta Müller, aunque sus libros, cuyos títulos se contaban con los dedos de una mano hace pocos años, se hayan multiplicado desde que la concedieron el galardón y estén disponibles fácilmente en las distintas casetas. Otros dieciocho escritores alemanes repartidos en casi cuarenta encuentros darán lustre de evento cultural a una Feria orientada casi en exclusiva a la venta de libros pero que ha sabido suplir el demasiado explícito gesto con otros de marcado carácter cultural invitando cada año  a un país distinto no siempre con marcada fortuna, no hay más que recordar el año en que Francia fue el país invitado. Sin embargo parece que los países nórdicos cumplen mejor. El pasado año los escritores nórdicos adornaron con brillo una Feria expectante con el libro electrónico y las novelas de serie negra venidas del Norte. Se espera que ahora Alemania nos pegue su buena fortuna. El caso es esperar.

Escritores españoles habrá… de sobra, como todos los años. Son, somos legión. Almudena Grandes, Alicia Giménez Barlett, Raúl del Pozo han escrito sobre el maquis, un poquito agotada ya la veta de la Guerra Civil, Javier Marías sobre sí mismo, Jorge Martínez Reverte viaja a la URSS… si nos referimos a los autores que estrenan título y se espera formen largas colas de compradores de sus obras. El resto, legión, de tal manera que a veces en ciertos eventos hay más escritores que público asistente. El resto, ya digo, legión, que esperará a firmar más o menos en las casetas destinadas a tal fin  y asistirá a algún que otro sarao, como el cóctel que mediada la Feria ofrece el grupo Planeta, o eventos solidarios como el de “Escritores por Lorca”, que pretende recoger fondos para los afectados por el terremoto.

Una Feria, en fin, que desde hace poco ha visto como se multiplicaban los pequeños sellos editoriales, que abundan casi tanto como los escritores, y que tienden a agruparse entre varios de ellos ya que por sí solos no pueden acceder a una caseta, aquí resalta el grupo Contexto con diez editoriales, una Feria que intentará incluso vender libros a precio de saldo con alguna excusa, los casi centenarios que hubiesen podido ser Gabriel Celaya, Álvaro Cunqueiro o Ernesto Sábato, sin ir más lejos, una Feria que, con todos sus defectos, es una cita ineludible del mundo cultural madrileño, una Feria, en fin, que ha visto pasar de todo por ella, desde años de vacas flaquísimas a temporadas de tanto esplendor pecuniario que llegaba casi a rozar el mal gusto. Una Feria que es nuestra Feria, a veces a pesar de ella misma.

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