El pacífico final de un periodista de guerra

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Tiziano Terziani fue un periodista italiano de vocación tardía que enseñó al mundo las guerras de Vietnam y Camboya y la revolución cultural China, entre otros acontecimientos fundamentales. Viajó mucho y escribió varios libros donde narró sus experiencias. Su ideología de izquierdas se fue llenando de dudas y desengaños a medida que fracasaban las revoluciones comunistas y cuando al final de su vida enfermó de cáncer buscó la calma meditando en las montañas del Himalaya y abrazando las filosofías orientales e hinduistas de armonía con el cosmos.

Pues bien, todo esto nos lo contó él mismo en un libro póstumo titulado El fin es mi principio que redactó su hijo Folco con el material grabado durante las conversaciones que mantuvieron ambos los últimos días de su vida en la casa de Orsigna, proceso que retrata esta película homónima, intimista y difícil, protagonizada por Bruno Ganz, al que da réplica en contadas ocasiones Elio Germano.

Trasladar a imágenes las 400 páginas de los apuntes biográficos, la visión del mundo y el sentido de la muerte del conocido periodista italiano es una tarea ardua que no todos los cineastas son capaces de hacer. Con un guión firmado por el propio hijo de Terziani demasiado fiel al texto, Jo Baier, director de la excelente Operación Walkiria –no la confundan con la de Tom Cruise, por favor-, ha planteado esta película sobre la despedida de un hombre casi como un documental, dirigiendo sus imágenes a la razón, como si fuera un ensayo, y enterrando cualquier conato de emoción profunda bajo largas declaraciones políticas y sociales panfletarias e interpretaciones del mundo demasiado evidentes, lo que convierte esta historia con posibilidades en una especie de intento algo forzado de justificación vital de un padre ante su hijo que en casi ningún momento logra alcanzar el corazón del espectador.

El suizo Bruno Ganz nos demostró que era un gran actor en El hundimiento, pero soportar durante una hora y media sus aspavientos y la pasión que otorga a su personaje es demasiado. Elio Germano apenas tiene unas cuantas líneas de diálogo, aunque sí minutos de pantalla, y las presencias de Erika Pluhar y Andrea Osvárt como la mujer y la hija de Terziani, respectivamente, son testimoniales. Es decir, que la película es casi exclusivamente un monólogo de Ganz aderezado por una agradable música al piano de Ludovico Einaudi y unos bonitos paisajes de los Apeninos muy bien fotografiados por Judith Kaufmann.

El fin es mi principio es un buen intento de acercarnos la figura de Terziani en su despedida que tiene un envoltorio muy agradable pero dentro del cual sólo encontramos muchas palabras, algunas ideas y casi ninguna emoción. Para saber sobre filosofía oriental, buena muerte e incluso sobre Tiziano Terziani prefiero comprarme un buen  libro en una librería especializada o generalista y de paso leerme en el que está basado la película.

4 Comments
  1. celine says

    Vaya, hombre; otra peli que no veré. Y mira que Bruno Ganz suele arrastrarme al patio de butacas. Haré como tú, Pascual: me apunto al libro.

  2. celine says

    Por cierto, aleluya por tu vuelta a cuartopoder. Molti giorni fa..

  3. lobito bueno says

    Pienso si no sería mejor haber comentado una película que podamos ver.Aunque recomendar el lebro,acaso sea mejor.Siempre es interesante lo que cuentas.

  4. Noa says

    Completamente de acuerdo con tu crítica, no podría haberlo expresado mejor. Buena idea, buen fondo, pero probablemente no muy buena adaptación del libro que tampoco yo he leído. Aunque reconozco que sí logró emocionarme al final, quizá sea porque sí creo en la filosofía oriental. Un saludo.

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