División de opiniones y silencio

8
Cartel de toros diseñado por el pintor Barceló para la última corrida que se celebra en la Plaza Monumental de Barcelona. / Barceló (Efe)

Yo, que sé quienes fueron Bombita, Machaquito, Joselito el Gallo, Juan Belmonte, Pepe Luis Vázquez, Antonio Bienvenida o El Viti, el que admiraba mi padre. Que sé lo que significan los apellidos Lozano, Chopera o Balañá. Que conozco los encastes que han dado gloria a la fiesta, su procedencia y la extinción penosa de algunos por falsarias modas taurinas.

Que he admirado la majestuosidad de una manada de bravo en las dehesas andaluzas y charras. Que me he aterrorizado al sentir el aliento de un morlaco al otro lado de la puerta de chiqueros tras un sorteo. Que me he llenado de sangre al abrazar a un maestro después de una faena. Que he disfrutado del arte en comunión sobrecogedora y de la vistosidad, colorido y alegría compartidas de algunas tardes soleadas entre clarines, timbales y humo de tabaco bueno. Que aún me emociono cuando recuerdo algunas corridas memorables que tuve la suerte de presenciar.

Que sé que hasta que llegó uno de Galapagar también ha habido engaño y falta de verdad, picos de muleta doblados con malicia, pitones afeitados, faenas de mentira y toros de salón conseguidos en perversos cruces genéticos para disimular carencias, y hasta espectáculos infames con ropa interior femenina y otras memeces.

Que por familia me aficioné a los toros y no al fútbol, las dos pasiones patrias. Que escuchaba a Mariví Romero y a Manolo Molés cuando solo había una televisión. Que después me escapaba a un bar para ver en “el plus” la feria de San Isidro cuando no había parné ni entrada regalada. Que he hojeado muchas veces el Cossío. Que leía Aplausos, 6 toros 6 y otras publicaciones taurinas durante varios años.

Que me conmoví cuando se desangró Paquirri, tan despacio, y me sobrecogí con las muertes fulminantes de Yiyo y Montoliú y con la desgracia de Julio Robles.

Que he visto la gloria en una faena de Curro Romero o Rafal de Paula, que he llorado de alegría con alguna de Paco Ojeda, que pude disfrutar de la madurez de Antoñete, y gozar de los bailes en banderillas de Esplá, las verónicas de El Niño de la Capea o de los naturales de Manzanares. Que he visto trabajar bien a algunos subalternos y torear de verdad a varios picadores.

Yo, que también he sentido en lo más hondo de mi alma la mirada triste de un toro moribundo en los corrales al que le quedaba un aliento de vida después de la estocada, el descabello y el arrastre de las mulillas. Que me he estremecido al oír el hacha del carnicero romperle la testuz o abrirle la piel negra con un cuchillo inmenso para mostrar la blancura de su grasa bajo la piel negra. Que he visto el desconcierto en los ojos de muchos animales alguna tarde y he podido oler su sangre y las heces del miedo. Que he visto percherones corneados con las tripas fuera. Que he visto toros desnucarse a embestidas en alguna desencajonada o contra la barrera.

Que sé lo que mide un estoque y lo afilado de su hoja y conozco el tamaño de una pica o el arpón de una banderilla porque los he tenido en la mano.

Que desde balconcillo he visto vomitar sangre a tantos toros después de perforarles el pulmón en una estocada caída y cruzada. Que he visto la larga agonía de muchos toros con la espada atravesándoles el vientre. Que desde la delantera de tendido he oído llorar de dolor a otros al sentir la puya en sus lomos. Y hasta les he visto morir de cansancio en la plaza.

Yo no siento pena por el cierre de la plaza de toros Monumental de Barcelona porque sé que las cosas que en un tiempo fueron ya no pueden ser y hace años que escondí mi afición a los toros por reflexión sincera. El día que detrás del arte, la tradición y la fiesta asomó el animal en sí mismo, desnudo, noble y frágil, y entendí que no hay justificación para disfrutar ni ganar dinero con el sufrimiento de nadie ni de nada. El día que pensé que le diría mi hija cuando volviese de una corrida.

Sigo respetando y entendiendo a quienes les gusta, a los buenos aficionados, no a los advenedizos, que hay muchos, pero estoy casi seguro que dentro de unos años serán un recuerdo los toros con muerte. Grato para unos, terrorífico para otros.

Cuando esta noche se cierre definitivamente el portón del coso de la Gran Vía y el silencio extraño invada las gradas y el albero, estará más cerca el día en que todos seremos un poco más humanos y también más libres. Solo espero que después de Cataluña hagan lo mismo otras comunidades -Canarias, sin tradición taurina, ya lo hizo antes- y más tarde se evite la inclusión sangrienta del toro en los festejos populares de toda España, verdadera carnicería y humillación animal que por motivos políticos todavía no toca, como diría Pujol.

Aún quedan recursos, proposiciones de ley, iniciativas legislativas populares y esperanzas elctorales para quienes quieren seguir con la fiesta. Para otros no hay vuelta atrás. Y entre todo este apasionado barullo me asalta la indignación al percibir que detrás de esta prohibición pionera haya tan poca valentía y tanto interés político, bastardía e ignorancia. Helena Allué, portavoz del Partido Animalista contra el Maltrato Animal, dijo el viernes en RNE 1 que no confía en el Tribunal Constitucional que ha de juzgar el recurso de la ley que prohíbe los toros en Cataluña por su postura ante la reforma del estatuto. Esto sí que es confundir el culo con las témporas o un toro bravo con un cabestro.

Lo peor de todo es que los toros son como el tabaco, sabes que tienes que dejarlo porque es perjudicial y cuando lo consigues todavía sigues sintiendo de vez en cuando un hondo placer al oler ciertos humos o te entran unas ganas inaguantables de ver torear a José Tomás.

8 Comments
  1. gardenia says

    A mí me gusta la fiesta y lamento el cierre de La Monumental. A ello añado que para carnicería, y sobre todo para humillación animal, no hay más que acudir a cualquier instalación industrial en la que se sacrifican, de la peor forma imaginable, a millares de animales absolutamente indefensos que, además no han tenido ni un solo segundo de libertad en su vida. Si las corridas han de desaparecer que sea por falta de aficionados y no por prohibiciones. El día que esto suceda el toro bravo estará condenado a la extinción.

  2. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    Si no me gustaba un célebre escritor español, que omitiré su nombre, era por su manifiesta afición a la caza…, su obra literaria sí que me interesa.
    Si no me gusta asistir, ni tan siquiera ver la noticia en los ‘telediarios’, de esas »fiestas» de ciudades en las que sacrifican a animales otros animales, dicen que racionales, los segundos, es por lo innecesario que se hace…
    Alguien habla por ahí de cómo sacrifican a los animales en algunos centros al caso. Bueno.
    Tampoco criticaría yo a quienes, para comer, salen al campo en busca de una liebre, por ejemplo.
    Isímismo, nunca me ha apetecido contemplar a dos hombres ‘partiéndose la cara’ en eso que llaman ‘lucha libre’.

  3. Aleve Sicofante says

    No tengo la menor afición a los toros y no me divierte ver sufrir a un animal. Pero toda esta meliflua panda de «animalistas» me saca de quicio.

    No. No nos hace más humanos prohibir los toros. Ni más libres. Ni más nada. Acaso un poco más estúpidos, especialmente si tenemos en cuenta por qué se han prohibido (porque son un símbolo de España que la provinciana Cataluña necesita quitarse de encima, en esa infantil crisis de identidad permanente que es el nacionalismo). La prohibición catalana no es ni mucho menos pionera. Canarias la hizo mucho antes. Si no hubo ruido entonces es porque los toros en Canarias no le interesaban a nadie. Si lo hay ahora es porque el bien de los toros no es lo que ha acabado con la fiesta. El mismo parlamento que los prohibió blindó los toros «catalanes de verdad», los correbous, y esos no se prohibirán nunca.

    Odio que los amigos del capital lleguen al poder en noviembre -como parece inevitable- pero si restauran los toros y ponen al nacionalismo catalán en su sitio, aplaudiré la medida.

  4. iepa says

    Estoy contigo Gardenia, ¿qué hay del modo en que transcurre la corta vida de los animales que comemos?, pollos, gallinas, cerdos, vacas y de cómo los matan.
    ¿Qué ha pasado con animales que ya no nos sirven, mulas, burros, …? Creo que esas situaciones son las que habría que intentar mejorar.
    Si comparamos cantidades, por cada toro que vive bien y muere mal, hay una infinidad de otros animales que pasan su vida en condiciones lamentables y mueren de igual forma.
    Todo ello sin contar con el trasfondo político con el que se ha tomado esa decisión, ¿cual es la traducción del «ole» en otros idiomas nacionales? ¿Alguien sabe si existe o se usa en esos territorios tan lejanos del estado español?

  5. icoman says

    Estoy de acuerdo con gardenia. Además añado que el toro bravo se le cuida a «mimo» en las dehesas en entornos privilegiados durante toda su vida para mostrar en la plaza todo lo que lleva dentro. No tiene nada que ver con los cerdos,pollos… que permanecen enjaulados para morir sufriendo con dolorosas descargas eléctricas. El dolor que sufre el toro durante su lidia (aunque parezca cruel en la estocada) según los expertos, queda enmascarado por la bravura del toro y la liberación de betaendorfinas. La prohibición de los toros en cataluña es una maniobra política de algo que huele plenamente a ESPAÑOL y bajo mi modesto punto de vista, auguro un largo futuro a la fiesta.

  6. KING SPINCH says

    Mirad, yo también tengo el corazón partío en esta ocasión y entiendo los argumentos y contraargumentos de las dos partes. Pero estoy con los que piensan que, después de la abolición de la silueta del toro bravo de Soberano, lo siguiente era seguir aboliendo el resto de iconos que suenen al resto de España. Les sigue interesando etiquetar a los no-nacionalistas como catalanes de segunda. En este caso parece que no hay ningún catalán separatista que no quisiera la abolición de los toros. Hummm… sospechosooo… Mucha casualidad para no tener nada que ver con una maniobra política. Mientras, los divertidos e inocentes correbous (toros embolados y demás) se declaran “elementos festivos patrimoniales de interés nacional”. No hay más preguntas señoría. Así van bien los políticos de esa Comunidad Autónoma, quitando presupuesto a la sanidad y gastándoselo en doblar las pelis al catalán. Y así siguiendo. Contentos estarán los catalanes de primera, que cuando se pongan malitos, no estarán bien atendidos, pero qué más da, si pueden ir a ver a Tom Cruise decir: “Estic indignat”.

    En fin. Personalmente, si me dieran a elegir entre vivir en la naturaleza, comer sano, beber fresco, tomar el sol, tumbarme a la sombra y darle al fornicio a voluntad, sabiendo que mis días de gladiador acabarían con sangre y arena, aunque sea luchando por una muerte cierta… Eso lo preferiría a morir en vida, apagándome lentamente, sin sangre y arena, con las orejas gachas, en la ratonera de una oficina pulgosa de la administración, lamiendo la mano que me da de comer, dando la patita cuando me la piden, para acabar palmando igualmente, eso sí, de repente y con un buen garrotazo, para no sufrir.

    Sigo admirando al toro, por muchas cosas, pero porque sigue siendo el animal que le echa más cojones a la vida. Descanse en paz.

  7. lobito bueno says

    Me ha emocionado el comentario,has tratado las corridas de toros con un romanticismo que no es usual ni parece coherente con ellas.Sinceramente,me ha gustado más la forma que el fondo del asunto.A mi no me gusta más que la parafernalia que rodea la Fiesta,pero cuando la situación del País es tan grave,me parece improcedente que nos distraigan con temas irrelevantes.Sin embargo,he disfrutado con tu relato.Enhorabuena

  8. gatita mala says

    Me parece despreciable que sigan existiendo cotumbres en las que la diversión consista en hacer sufrir a un animal hasta su muerte. Y despreciable es que esta «tradición» se mantenga por una panda de personajes indeseables que disfrutan con este espectáculo bochornoso. A los que quieran justificarse o consolarse pensando que hay otros actos comparables en cuanto a sufrimiento a las corridas de toros, no les quito parte de razón, pero todos sabemos el dinero que mueve toda esta parafernalia ligada a esta «afición» por la que muchos sentimos vergüenza que se nos conozca y recuerde fuera de nuestras fronteras, incomparable al resto de festejos y fechorías animales varias, como las que se citan a continuación: http://www.liberaong.org/nota_explotacion.php?id=31. Parece que en esta sociedad estamos dispuestos a seguir dejando a los romanos en mantillas.

Leave A Reply