Abierta la veda de egipcias y extranjeras

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Acallados los vítores y alegrías de la llamada “revolución árabe” en Egipto, las mujeres vuelven donde solían obligadas por el acoso atosigador de sus compatriotas, los hombres de Egipto. Como si de una consigna se tratara, se vienen recrudeciendo los ataques sexuales contra las viandantes, lleven o no el pañuelo mahometano, a plena luz del día, y en lugares concurridos, como parques, calles céntricas, modernos centros comerciales de El Cairo y hasta en los aledaños de las mezquitas. Lo recoge El País.

Hay que celebrar el final del Ramadan, ese mes musulmán de desintoxicación, en el que no se puede comer, ni beber ni follar hasta que un hilo negro se confunda con otro blanco. Para manosear, empujar, apretar, desnudar incluso y tratar de violar en masa a las mujeres, los “revolucionarios” machos egipcios no dudan en agruparse en decenas y hasta cientos, para aislar y atacar a una mujer.

Aún se recuerdan los testimonios de una reportera americana –Lara Logan, de CBS- que fue atacada sexualmente por una muchedumbre en plena plaza Tahir, cuando daba cuenta de la alegría de la revolución que acabó con Hosni Mubarak. Un grupo de mujeres logró sacarla del infierno, ayudadas por algunos soldados. También vimos cómo los policías arrastraban y pateaban a una manifestante egipcia, a la que habían desnudado, tal como reprodujo la prensa mundial.

Las autoridades egipcias (habría que decir “los autoridades egipcios”) se muestran comprensivas ante el furor pichabrava de estos probos ciudadanos, porque las mujeres son muy guapas y además provocan con sus ademanes y su ropa. A los que llevamos unos años sobre la faz de la tierra no nos resulta nuevo este argumento. Aún se recuerdan sentencias judiciales en España que absolvían a los violadores y acosadores porque la víctima llevaba minifalda.

El Islam no se distingue precisamente por su tolerancia sexual -ninguna religión lo hace, de hecho- y tiene cierta tendencia a culpar a las mujeres de la debilidad sexual de los varones. Ya nos han enseñado cómo se las gastan los imames, los mulás, los ayatolás y toda esa casta sacerdotal cuando enjuician a las mujeres y les dicen cómo se tienen que vestir y calzar para no provocar a los santos varones y hacerles caer en el pecado. Dios es de los hombres y el demonio, de las mujeres. No merece la pena insistir en esta obviedad.

Lo que sí merece la pena es denunciar que en la plaza emblemática de la “primavera árabe”, la de Tahrir, sea donde más ataques sistemáticos a mujeres se producen. No es que el fenómeno sea nuevo ni en Egipto ni en muchas partes del mundo. Ya he mencionado que en nuestra España cañí, llamaban “piropos” a los intentos de violación hasta los años sesenta y setenta.

"El piropo" (1959). / Catalá-Roca

Lo que choca es que los ataques se produzcan en público, ante los ojos de todos, que se limitan a mirar, divertidos, cómo otros hombres más audaces que ellos, más arrojados, en masa, toquetean y maltratan el cuerpo de sus conciudadanas, sin mover un dedo por defenderlas de las bestias pardas ésas.

Desde luego que hay organizaciones de mujeres –en las que participan hombres dignos de mención- que están peleando por acabar con esto. Proponen una ley contra ataques sexuales a las nuevas autoridades. Pero, ay, las nuevas autoridades están en otros negocios.

Y, si quieren que les diga la verdad, no los veo muy preocupados por el hecho de que los jóvenes admiradores de las chicas las acosen apasionadamente. Al fin y al cabo, ¿qué interpretan que dice El Corán sobre para qué sirven las mujeres y dónde está su lugar? Perdonen mi sarcasmo, pero hay injusticias revolucionarias que escuecen demasiado.

1 Comment
  1. PACO OTERO says

    Querida Elvira…debate debate debate.pero como debatir si para llegar a un responsable politico necesitas tres recomendaciones y para llegar a un medio (prensa radio tv) y provocar un debate necesitas las mismas recomendaciones que en el franquismo o ser famoso de tv5…

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