Para llorar a carcajadas

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Una de las "bandejitas de la Reyna" de Nicanor Parra , en la exposición. / Biblioteca Nacional

Por fin he podido visitar la exposición sobre vida y obra de Nicanor Parra, poeta, matemático, físico, profesor y hombre honrado, chileno, por más señas. La exposición, Obras Públicas se llama, está montada en Madrid, en la Biblioteca Nacional, y ha sido comisariada por Ignacio Echevarría, amigo y conocedor de la obra del que fue Premio Cervantes 2012. Una sola objeción: que no se facilite asiento alguno para los cuerpos cansados que quieran ver los siete videos interesantes y bellos que se despliegan a lo largo del recorrido. Y no era cuestión de hacerse con las dos sillas que componen un 69 y forman parte de lo exhibido.

La exposición sirve para conocer a Parra, hermano de Violeta, aquel jilguero muerto sin piedad por los sin alma.  Y saber más de aquellos a los que él quiso, como el escritor Juan Rulfo, en cuyas exequias habló con un discurso memorable que se puede escuchar en la sala. El visitante que entra con tiempo no podrá evitar detenerse ante la creatividad humilde y contundente de este inventor de la antipoesía, chileno genial. Y saldrá conociéndole, deseando compartir un café con él. O lo que sea. Puedo asegurar que quien aún lo desconozca, saldrá de esas salas con el convencimiento de que la vida va en serio, como dejó escrito Jaime Gil: “Que la vida iba en serio/uno lo empieza a comprender más tarde/-como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante”. Pues eso.

La exposición contiene una selección generosa de artefactos y bandejitas de cartón, donde un corazón dibujado con manos y piernas –que empezó llamándose D. Inocencio- indica frases que son bombas o flores lanzadas a la conciencia del observador. No, no se trata de un paseo de castigo trufado de meas culpas, ni mucho menos. Es más un recreo de risas y lágrimas provocadas por las propias risas a las que a su vez provoca alguna lágrima ácrata y rebelde. No tiene desperdicio.

Vida, personas amadas –muy especialmente, su madre-, docencia y un uso genuino de la pizarra, política chilena y mundial (en “La polera global” dibuja una hoz y martillo y una cruz gamada juntas, compartiendo camiseta), religión (tanto la figura del crucificado, del que evidentemente se compadece, como el negocio vaticanista: “Dios+Dios= cuatrio”), cultura, la tierra y los animales, poesía… las vigorosas reflexiones de Parra no pueden parecer simplemente provocaciones de un privilegiado mental. Son actos de amor a los que el poeta invita a quien quiera prestarle algo del tiempo escatimado por tontas maneras de vivir como la que nos hemos impuesto, sin casi advertirlo, cada día.

Sobre la democracia: “Silencio, por favor, o voto en blanco”. Y sobre las bestias: “Un poquito de delicadeza; los animales también son seres humanos”. Preocupado por los recursos de la Tierra, Parra duda de si “la kk alcance para todos”.

Las palabras de Parra pueden sugerir a un Jorge Manrique en plan relajado; aunque su “recuerde el alma dormida” suene a broma amable (a veces, no tan amable), prevalece un contundente recordatorio de que la vida de cada cual no permite reencarnaciones que ofrezcan más oportunidades de corregir errores del pasado. “Sólo muere el iluso que cree estar vivo”, suelta. Que lo que haya que hacer hay que hacerlo ahora o arrepentirse para siempre. Que va en serio. Tienen de tiempo hasta el primero de septiembre para verlo.

2 Comments
  1. me says

    Me habría encantado verla…no sé cómo se me escapó. Han recortado el horario de la B.N. Ténganlo en cuenta a la hora de ir.
    Gracias, Elvira.

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