El Museo Thyssen se hace itinerante

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Carmen Thyssen posa junto a uno de los cuadros de la exposición 'Sisley-Kandinsky-Hopper', el pasado día 12, en Sant Feliu de Guíxols (Girona). / Robin Townsend (Efe)

Si Mahoma no va la montaña, la montaña irá a  Mahoma. La baronesa Carmen Thyssen, nuestra Tita, lleva tiempo con el proyecto de fundar un apéndice del Museo  en la localidad de San Feliu de Guixols, que es sitio donde ella siempre veraneó, y porque piensa, además, que le vendría bien al turismo dela Costa Brava el que hubiese un Museo Thyssen por la zona. Ganarían los turistas playeros que no tendrían que ir en verano  a la capital y ganaría el Museo que en verano rentabilizaría por partida doble sus fondos.

Se habló estos días de que en la localidad catalana se había inaugurado un Museo Thyssen, lo que no es del todo cierto. El viernes, 12 de julio, se abrió en el monasterio benedictino de San Feliu una exposición, Sisley-Kandinsky-Hopper, dentro del Espacio Carmen Thyssen, con el propósito de que hubiera en ese espléndido lugar una muestra anual de las colecciones de arte de la baronesa, que estará abierto hasta el 13 de octubre y donde los visitantes podrán disfrutar de una discreta selección de cuadros dispuestos para que el turista veraniego disfrute de una muestra pensada para cierta mentalidad que se asocia al estío, es decir, gozar de la cultura pero restándole ciertos atisbos de  complejidad. La comisaria de la muestra, Pilar Giró,  mujer de total confianza de la baronesa, explicó que la muestra “Es un recorrido desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX que intercala obras internacionales y pintura catalana “. Pilar Giró ya había montado el año pasado en ese mismo lugar la exposición titulada “Paisajes de luz. Paisajes de sueño. De Gauguin a Delvaux”, que alcanzó la cifra de 38.000 visitantes. Se espera que este año la cifra deje corta la anterior.

Para ello no se han ahorrado hacer visibles lo cuadros que se supone tienen más tirón entre la gente. La muestra está formada por 54 cuadros procedentes del Museo Thyssen Bornemisza de Madrid y el Carmen Thyssen de Málaga, además de los que aporta el MNAC, Museo Nacional de Arte de Cataluña, que son lienzos que pertenecen a Miquel Villá y Bassols, Martí i Alsina o Joan Pinós, que es por ahora lo que ha quedado de la colaboración entre las autoridades catalanas y la baronesa con vistas a realizar el Museo Carmen Thyssen de San Feliu, siguiendo el mismo esquema que el de Málaga. La crisis es la crisis.

Pero, a pesar de ello, la baronesa no se ha arredrado y el Espacio Carmen Thyssen luce en el monasterio con una obra espléndida, muy acorde con el lugar, y que se supone es la estrella de la muestra. Se trata del cuadro de Edward Hopper, The Martha McKeen of Wellfleet [en la imagen de arriba], donde un velero  asoma en un mar inquietante que semeja más un elemento sólido que uno líquido. La baronesa adquirió el cuadro junto con el barón en 1980 y es lienzo muy querido por ella. Por eso, insistió en la inauguración de la muestra, intentará, si todo va bien, exponer el lienzo en el Pabellón de la Reina Victoria Eugenia de Montjuic, que es otro proyecto muy querido por ella, el de exponer en ese Pabellón de forma permanente parte de su colección. Según Carmen Thyssen, Pepe Serra, director del MNAC, está muy ilusionado e interesado en que dicho proyecto siga adelante.

Pero no sólo de Hopper vive el turista, aunque declaraciones como las de Tomás Llorens, que fue comisario de la exposición Hopper de la Thyssen Bornemisza y que tanto éxito obtuvo, de que Hopper es el pintor norteamericano más importante del siglo XX, según afirmó en la inauguración, hay que escucharlas con las prevenciones obligadas. Así, se expone también  un cuadro de Robert Delaunay, La portuguesa, que pintó cuando la pareja de artistas, Sonia y Robert, vivieron en el vecino  país, que es una espléndida muestra del arte de esos dos artistas que todavía aguardan el reconocimiento pleno de su valía.

Pero el proyecto de San Feliu es sólo una pequeña muestra de todos los que bullen en la cabeza de Tita Cervera. Quiere que las colecciones que posee en Madrid, Málaga y Barcelona roten y realicen muestras itinerantes de sus fondos. La baronesa siempre tuvo buen olfato para los negocios y la idea es una solución inteligente que se apoya en un viejo dicho árabe. Ya saben, lo de la montaña y Mahoma.

Por ahora nos queda San Feliu.

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