Ay, babilonio, qué mareo

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Juan Ángel Juristo

La_Corte_de_Faraón
Una escena de 'La Corte de Faraón'. / veranosdelavilla.esmadrid.com

De entre la programación ingente e inmensa de los Festivales que inundan en verano la España toda, desde los botellones apenas disfrazados con grupos de rock hasta la exposición sutil y tenue, además de atenta, de un concierto de arpa, destacan algunas obras que por diversos motivos pertenecen ya al imaginario de toda una época. Los responsables de los Veranos de la Villa madrileños han programado durante casi dos semanas, en los jardines de Sabatini, la reposición de La Corte de Faraón, una opereta bíblica, según la calificaron sus autores, que representa en cierta manera una transgresión de lo erótico en la cultura popular española del siglo XX, algo así como La pulga, que se rascaba La Chelito, o las cancioncillas del Paralelo barcelonés de posguerra, los del teatro Arnau, los del Molino, el Apolo o el Victoria.

No sabemos si los responsables siguen pensando que la opereta de marras  es transgresora pero no deja de llamar la atención que esta obra repose junto a otras como ¡Viva la ópera!, de Gaetano Donizetti, algún recital de Estrella Morente o de Paloma San Basilio, pero lo cierto es que todas parecen ser vistas a través de una óptica común, la de la supuesta popularidad de todas ellas, que hacen emparentarse distintos animales  cada uno salido de su padre y de su madre bajo el común denominador de jaula de fieras.

A mí me gusta La Corte de Faraón y todavía recuerdo, hace muchos años, la primera reposición que se hizo de esta obra, prohibida durante toda la dictadura, en 1975. Fue en el Teatro Monumental y acudí allí con un grupo de amigos. Nos lo pasamos en grande porque el público coreaba todas las canciones, que se sabían de memoria, aunque alguna que otra sábana de donde colgaba la letra de alguna canción ayudaba a ello, y hay que decir que la mayoría del público que acudió estaba compuesto por ancianos que no querían perderse una vez más las canciones de la opereta legendaria de su juventud y un montón de progres que les hacía gracia toda aquella parafernalia y que creía contribuían con su presencia a la lucha antifranquista, por aquello de dar caña.

Luego se hizo una película, en 1985, dirigida por José Luís García Sánchez y protagonizada por Ana BelénAntonio BanderasFernando Fernán GómezAgustín González Juan Diego, que mantenía esa fascinación que la progresía del momento ha tenido desde que se repuso con esa opereta. Y no ha dejado de representarse de una manera u otra desde entonces, la última, la de los Veranos de la Villa de este año bajo la dirección de Javier Castejón, que ha querido ofrecer una opereta destacando su lado cachondo, rompedor y disparatado.

La Corte de Faraón es opereta denominada de género sicalíptico, palabra en desuso y que era derivación madrileñísima, es decir, graciosa e inculta, de apocalíptico, que  a su vez venía de la expresión “coña apocalíptica”, con la que se conoció una obra titulada Enseñanza Libre. La palabra llegó a ser sinónimo de vida relajada en las costumbres y Gonzalo Torrente Ballester, con el que mantuve cierta relación en sus últimos años, hablaba aún de chicas sicalípticas mientras le brillaban los ojillos diminutos y movía la lengua con fruición.

Esta opereta bíblica, en un acto y cinco cuadros, se estrenó en el Teatro Eslava en 1910, el 21 de enero, con música de Vicente Lleó y libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios, que se lo pasaron en grande pergeñando los versos disparatados a más no poder de que consta la obra. Desde el estreno la historia de la mujer del General Putifar, Lota, con el casto José, hizo extensible el término sicalíptico, lo que quiere decir que la maravillosa farsa gira en torno a las insinuaciones de Lota y los remilgos de José y la impotencia de Putifar, herido en sus partes íntimas por una flecha en campo de batalla. Ni que decir tiene que esta versión, la genuina, está sujeta para su perduración a las distintas concepciones sobre la moral y hoy día la cosa no pasa de ser graciosa y punto.

Creo que esta opereta hay que entenderla en el contexto de egiptización, una moda que puso en todo lo alto, Aída, de Giuseppe VerdiLa Corte de Faraón es una farsa bíblica, pero detrás subyace el ejemplo de Aída. De hecho la marcha triunfal, ¡VictoriaVictoria!, del cuadro primero, y que sigue inmediatamente después a la Introducción, bebe claramente de la campaña triunfal de Radamés de la ópera verdiana y si se atiene uno, punto por punto, a la historia, caeremos en la cuenta de la correlación curiosa de ambas obras y lo distintas que han llegado a ser en el imaginario popular de los dos países, Italia y España.

Javier Castejón, consciente de que el casto José podría ser sospechoso hoy día de ser un correligionario del Opus , habida cuenta de que eso de la virginidad es algo de lo que ya dudaba en su día Jardiel Poncela, ha creado un José un poco bribón, y dejando lo del casto para la eternidad. Ha hecho bien, porque al fin y al cabo lo que hace que esta obra perdure es el disparate y los versos del libreto, que ni en sueños pudieron los de Mecano conseguir parecidos. En los jardines de Sabatini han vuelto a escucharse el dúo de Yo soy el casto, o el maravilloso cuplé, Son las mujeres de Babilonia, por no citar ¡Gloria, Gloria a nuestro Gran Virrey!. No es uno de los peores recursos para soportar el verano madrileño, cuyo calor imita al de la Menfis de la opereta.

Información útil.
1 Comment
  1. Soplabilorio Camborio says

    Por simple curiosidad, ¿cuántos 21 de enero hubo en 1910?

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