«El único modo de boicot es dejar de vernos como consumidores»

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César Rendueles, en una imagen de archivo. / circulobellasartes.com
César Rendueles, en una imagen de archivo. / circulobellasartes.com

César Rendueles acaba de publicar un libro que recomiendo vivamente, Sociofobia (Capitán Swing, 2013), en el que plantea la necesidad de retomar las relaciones personales y el intercambio solidario de apoyo a los desfavorecidos –cualquiera de nosotros en un momento dado- que se han abandonado por la confianza extrema en lo que él llama ciberfetichismo: la creencia de que estamos más unidos que nunca gracias a Internet, por decirlo de una manera muy esquemática. Que es preocupante el abandono de la dimensión política de las generaciones más jóvenes, vaya.

A César Rendueles (Gijón, 1975) le preocupa la fragilidad de las relaciones sociales que pone en peligro un anhelado cambio político que provea de más justicia y más felicidad a la gente. Le parece que el gran triunfo del capitalismo es hacernos desconfiar de nuestra capacidad de ayudarnos y protegernos unos a los otros, ya que lo que importa es “estar conectados”, ¿a un terminal cibernético?

Así que, con la lectura aún fresca, cuartopoder.es se ha puesto en contacto con el autor para formularle unas preguntillas que sólo sugieren ligeramente la interesante sustancia que contiene el libro.

– El titulo del libro parece aludir a algo más que a una fobia a la sociabilidad por parte de las élites gobernantes

– Durante los inicios del capitalismo, las élites políticas, económicas y sociales desarrollaron un odio muy explícito hacia las clases populares. Creían que si los trabajadores accedían al poder político la civilización se desmoronaría. La democracia sería el fin de occidente. Algunas sufragistas, por ejemplo, estaban en contra del voto universal. Hoy es como si las propias clases trabajadoras hubiéramos aceptado ese razonamiento. Nos vemos a nosotros mismos como “clases peligrosas”. Nos cuesta pensarnos en serio como una alternativa a la irracionalidad extrema que nos gobierna.

– La palabra pueblo parece no valer para nombrar a la gente. ¿Desaparece el concepto si no se usa la palabra?

- A mí los términos concretos no me importan mucho. Si se convierten en metáforas muertas podemos desprendernos de ellos y encontrar otros. En cambio, aquello a lo que aludía el concepto democrático de pueblo, la idea de una emancipación conjunta de los plebeyos es irremplazable. Sea esa la palabra elegida u otra, necesitamos una alternativa a eso que decía la Internacional de “Ni Dios, ni reyes, ni tribunos”.

– ¿Cuándo ha estado la élite intelectual unida al pueblo?

– Élite cultural puede significar varias cosas distintas. Las prácticas estéticas y artísticas son intrínsecamente valorativas. Escuchar música o leer novelas es establecer juicios de valor, preferiblemente razonados, acerca de qué es mejor y qué peor. Y desde luego creo en la exigencia intelectual. Otra cosa distinta es el clasismo y el elitismo, que muchas veces se confunde con lo anterior.

– Hay intelectuales que defienden la “sociedad del conocimiento”, convencidos de su bondad. ¿Cómo explicar eso?

– Mucha gente mezcla dos cosas bastante distintas. Por un lado un ideal ilustrado de realización a través del conocimiento y el arte. Simpatizo razonablemente con él, aunque sólo sea porque he pasado más tiempo leyendo que haciendo cualquier otra cosa. Por otro lado, la tesis de que los grandes problemas políticos y sociales de nuestro tiempo pueden solucionarse a través del cambio tecnológico y científico. Esto segundo me parece una ilusión perniciosa.

Imagen de la portada del libro.
Imagen de la portada del libro.

– En el libro analiza los pasos que se han dado, en los últimos 30 años sobre todo, para desestructurar la anhelada cohesión social. ¿Qué elementos están desapareciendo?

– No soy muy nostálgico de las relaciones tradicionales y no tengo nada en contra del individualismo. Creo que la fragmentación que se ha producido en las últimas décadas no tiene mucho que ver con que nos hayamos vuelto más retraídos o que demos más o menos valor a las experiencias compartidas, sino a cambios políticos de largo alcance. Por resumirlo telegráficamente, creo que el proyecto neoliberal nos ha puesto muy difícil cuidar los unos de los otros.

– ¿Cree que puede recuperarse algo de esa conciencia de ayuda mutua entre la gente? ¿Puede considerarse una excepción acciones como la de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH)? ¿O hablamos de otra cosa?

– Hablamos exactamente de eso. A lo mejor suena pomposo, pero me gusta pensar que Iniciativas como la PAH o Yo Sí Sanidad Universal están recuperando los orígenes mismos del antagonismo político. Están rehaciendo desde el principio el camino de fraternidad que siguieron las organizaciones de trabajadores primitivas.

– ¿Hasta qué punto le parece sospechoso el entusiasmo que le ha entrado a los políticos animando a la gente a “ser emprendedores”?  Empresas monoempleadoras facilitan el aislamiento, supongo.

– En realidad es un síntoma de que España por fin ha encontrado el papel de país semiperiférico que la Unión Europea le asignó desde el principio. En todos los países del Tercer Mundo hay muchos más trabajadores por cuenta propia que en los occidentales. Efectivamente, vamos a ser todos emprendedores, pero como en Albania, no como en Suecia.

– El crecimiento disparado de la desigualdad social no parece capaz de crear protestas sistemáticas eficaces. Los regalados de los dioses sonríen condescendientes desde sus olimpos. ¿Por dónde cree que podrían ir las protestas de los que van quedando al margen?

– Bueno, soy inempeorable haciendo pronósticos. Pero es que además creo que son los que se van quedando al margen los que tienen que darnos ideas. En un libro importante Walden Bello decía que cuando los campesinos pobres defienden su forma de vida frente a la globalización capitalista están protegiendo los intereses de todo el mundo. Me parece una idea crucial.

– Tiene que haber un modo de boicot activo por parte de los ciudadanos/consumidores.

– Reconozco que me fascina la potencia destructiva del consumismo. Un poco como cuando te quedas boquiabierto mirando un tornado o una ola gigante. Pero no nos podemos confundir. El único modo de boicot es dejar de vernos como consumidores. Sé que suena muy oracular y no significa que desprecie las iniciativas en ese sentido: muchas son útiles y necesarias. Lo que quiero decir es que es muy difícil negociar con el mercado en sus propios términos. Lo crucial es que tomemos decisiones políticas que establezcan límites estrictos a la extensión de las relaciones mercantiles.

– ¿Hay, aunque sea teóricamente, una alternativa al bipartidismo en la España actual?

– Personalmente, me parecería un gran paso que al menos hubiera bipartidismo. Ojala en los próximos años veamos que alguna fuerza de izquierda surge como alternativa al PPSOE.

2 Comments
  1. Eulalio says

    Y aquí, leyendo en soledad la entrevista desde un teléfono inteligente, me pregunto si no estará perdida la batalla y el eco de mis propios pensamientos me responde…

  2. ras says

    Eulalio!! yo que estaba reflexionando tan ricamente sobre el artículo me topo con comentario y…zas! en toda la cara.

    los teléfonos vienen para quedarse. supongo, la soledad aún está por ver.

    sobre el artículo decir que personalmente considero que nuestro «voto» en las tiendas es más apreciado que ej que introducimos en las urnas. Es desde esta visión de mi mismo como consumidor activo como veo más factible establecer esos limites estrictos a las relaciones mercantiles. Claro que la entrevista habla de boicots (colectivos) y no de simple elección individual

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