El libro agoniza en la Noche de los Libros

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El presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, y el cocinero Firo Vázquez degustando un ejemplar comestible de El Quijote, ilustrado por Antonio Mingote, en la presentación de la programación de la IX edición de La Noche de los Libros. / Sergio Barrenechea (Efe)
El presidente madrileño, Ignacio González, y el cocinero Firo Vázquez degustando un ejemplar comestible de El Quijote, ilustrado por Antonio Mingote, en la presentación de la IX edición de La Noche de los Libros. / Sergio Barrenechea (Efe)

No seré yo quién critique de una u otra manera los eventos que tendrán lugar dentro del Día Internacional del Libro. En primer lugar porque es un acto que se da en el mundo entero y, desde luego, porque nos guste o no ayuda a promocionar el libro, pero el problema de estos eventos es que entran dentro del mudo del espectáculo y, como tal, no inciden ni a medio ni a corto plazo en nada concreto, desde luego, no en solucionar los problemas, graves, que tiene el sector.

Tengo amigos que participan en los centenares de eventos, más de trescientos, que van a tener lugar sólo en la Comunidad de Madrid. La inauguración corre a cargo de un monstruo mediático, el escritor Salman Rushdie, que da el pistoletazo de salida con una intervención en la Real Casa de Correos, sede de la Comunidad, en torno a la fantasía y la cruda realidad, lo que visto así, parece que está definiendo lo que sucede en el mundo del libro, es decir, por un lado está la fantasía, representada por esta Noche de los Libros y, luego, la cruda realidad, el cierre de librerías y la agonía de un sector que está ya muy mermado. Pero no, se trata de realismo mágico, ya que el autor de Hijos de la medianoche y Los versos satánicos fue considerado en su momento por la crítica anglosajona como el García Márquez hindú. Lo que en realidad era una etiqueta comercial como cualquier otra. Pero funcionó y tiene gracia que fuera por el nombre de un autor en español el que los británicos promocionaran una novela salida de sus antiguas colonias. El señor Salman Rushdie conversa con Juan Cruz y Gabriel Albiac sobre este tema y otros que se me ocurren, muerte del Gabo incluida.

Por su parte Fernando Savater y Javier Gomá, dos ensayistas de prestigio, hablan en la Sede de la Consejería de Empleo, Turismo y Cultura, en Alcalá 31, compartiendo mesa redonda y debate sobre la Filosofía de la Felicidad, algo que es tema recurrente en tiempos en que está de moda la inteligencia emocional y cosas así, aunque hay que decir que el tema es viejo, muy viejo: en filosofía se le llamaba eudemonología y Schopenhauer era obsesivo respecto a la cuestión.

El historiador Ian Gibson, el novelista Marcos Giralt Torrente, el también escritor Vicente Molina Foix, conversan entre ellos sobre el género biográfico en España y Jean Christophe Ruffin, que es autor de éxito, de esos que escriben sobre viajes, habla de su último libro, El camino inmortal.

Y todo esto son algunos de los actos que tienen lugar en Madrid. Hemos citado a estos autores aposta porque son los que trae la Comunidad de Madrid y suelen ser los más famosos pero a partir de aquí no hay librería en la ciudad o estamento cultural que no invite a alguien. Las editoriales hacen lo mismo, nos traen las novedades para el Día del Libro, el Sant Jordi, con la esperanza de que compremos hasta la siguiente cita, la Feria del Libro de Madrid. Sin estos dos eventos la industria del libro en España, que era la quinta del mundo en tiempos de bonanza, no sería ni sombra de lo que ahora es, es decir, pasaría de ser un sector con problemas graves a ser un sector agonizante. Así que la primavera es propicia al mundo del libro, por lo menos en expectativas. Otra cosa es la realidad.

Y lo cierto es que en este mundo se está produciendo una extraña paradoja: en los Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, el mundo del libro en papel disminuye en aras del digital, hasta el punto de que de seguir así el libro en papel será dentro de unos años algo reservado a gentes de rango extremado y exquisito, tal un amante del la Ópera. La cosa, no nos engañemos, no da para más y hoy día las instituciones de todo el mundo digitalizan sus fondos a marchas forzadas.

Pero por otro lado, en países como España donde Internet se emplea sobre todo para hablar por teléfono, para el guasap y cosas así, lo del libro digital no cuaja y si hay algún repunte es puro pirateo: las ventas son prácticamente simbólicas y, además, el libro digital es caro, vendiéndose a una media de diez euros cuando su precio no debería pasar de los cuatro. Desde la Asociación Colegial de Escritores lo llevamos repitiendo desde hace años pero las editoriales parecen hacer oídos sordos, quizá porque el negocio digital no repunta.

Queda el papel, sí, pero con tal merma que en los últimos tres años las ventas han disminuido en más de un treinta por ciento y han cerrado centenares de librerías tradicionales. Es verdad que cierra una librería y aparece otra y que se cierra una editorial y surgen otras pequeñas, pero no hay que engañarse, las librerías nuevas están hechas por gente joven a la que les gusta la lectura, pero detrás de todo esto se nota que no hay una gerencia que apueste a medio plazo por su sostenibilidad. ¿Y que decir de las editoriales? Se calcula que existen ahora alrededor de 500. Prácticamente quien se hace con un ordenador potente monta una editorial en su casa. No son hechos aislados sino lo general, y si tenemos en cuenta la media de lectores de España, el que haya quinientas editoriales no deja de ser un disparate. En esas estamos.

De ahí que lo de la Noche de los Libros, si dejamos aparte su carácter festivo y de promoción del libro para el Sant Jordi, sea evento un tanto paradójico. Celebramos, parece, el último baile del Titanic, el libro en un sector que no sabe ya donde poner sus ojos, o mejor dicho, sí lo sabe, en ese día del Libro y en la Feria madrileña de mayo junio, que representa alrededor de la cuarta parte de las ventas de la temporada, y eso que todos los años la merma en ventas se sitúa en un 14 %.

Este año la Semana Santa ha sido buena, dicen los hosteleros. Veremos respecto al libro. Me muestro escéptico. Para tomar cañas y torrijas los primeros. Sólo que el mundo del libro tiene más complejidad.

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