De los regeneracionistas a Podemos

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Manifestación de Podemos
Una pancarta exhibida en la La Marcha del Cambio celebrada el pasado 31 de enero. / Paco Campos (Efe)

El líder de Podemos ha hablado de patria en su marcha sobre Madrid del 31 de enero, como con mucho acierto ha observado el agudo Enric Juliana, en La VanguardiaPatria es una palabra que no se pronuncia en España desde hace muchos años, desterrada del lenguaje político por los nuevos aires de la democracia, en buena medida por temor a sus emisiones contaminantes. Ese detalle –y casi ninguno más- relaciona a Podemos con los regeneracionistas españoles de fin de siglo XIX y principios del XX, una etapa tan desconocida como otras de la historia de España y cuya noticia podría hacernos algo más confiados en nosotros mismos (¡ya estamos!).

Para los regeneracionistas, cuya cabeza visible fue Joaquín Costa, a la sociedad española le aquejaban males que están relacionados con el vínculo, la cohesión de los pueblos, pero sobre todo, con la educación: falta de patriotismo, desprecio de lo propio, ausencia de interés común, falta de concepto de independencia y menosprecio de la tradición, decía Rafael Altamira, otro regeneracionista.

El menosprecio de la tradición y el desprecio de lo propio algo tienen que ver con el desconocimiento de la historia y de sus protagonistas. Y de ahí es fácil derivar a la ausencia de interés común. Ya estoy escuchando las voces críticas afeándome el conservadurismo recalcitrante que muestro al sacar a colación este asunto. E pur

Los regeneracionistas coincidían en basar los problemas de España en la educación. El momento histórico era emocionante y venía del último tercio del XIX: Concepción Arenal, de la que hace poco Google recordaba su aniversario, ya había escrito: “abrid escuelas y se cerrarán cárceles”, Lucas Mallada había publicado su libro Los males de la patria y la futura revolución española (1890), Francisco Giner de los Ríos fundaba con sus colaboradores la Institución Libre de Enseñanza (1876), heredera de las tesis tolerantes del krausismo, cuarenta años antes de que María Montessori publicara, en Italia, su Método de la pedagogía científica; Rafael Altamira, alumno de la ILE, mejoró en lo que pudo el nivel de vida de los maestros; Angel Ganivet había publicado su Idearium español (1898), y escritores como Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós, Ramiro de Maeztu, José Ortega y Gasset... desarrollaron cierto activismo literario. Políticos conservadores, como Francisco Silvela, y liberales, como Manuel Azaña, consideraron conveniente asumir sus tesis.

Todas estas ideas que trataban de liberar a la sociedad española de los corsés y las capas de lodo dogmático que la impedían respirar y aspirar a situarse en paridad con las naciones europeas más acomodadas fueron interrumpidas de forma abrupta por la guerra civil, en 1936.

¿Y a qué viene sacar este episodio del baúl polvoriento –por falta de uso- de la historia de España? Pues a que el Regeneracionismo surge tras la crisis del invento de Cánovas, cuando la Restauración, de la alternancia de partidos, un espejismo de estabilidad que en realidad ocultaba la corrupción política y el caciquismo al tiempo que dejaba crecer la miseria de la gente y engordaba a una oligarquía económica, financiera y política, entre otras cosas.

Sin necesidad de exagerar, y salvando las distancias razonables, parece que se da cierto paralelismo entre aquella realidad y la que hoy ha desembocado en la creación de Podemos. Diferencias a vuela pluma: que los dos bandos de la contienda han variado: el caciquismo está más controlado ahora y viene a quedar comprendido en la metafórica “casta”, sobre todo si la ampliamos a financieros y grandes empresarios, no sólo a políticos; y el pueblo ha ido más a la universidad, sabe algo más que escribir la o con un canuto y tiene más claro que las encendidas proclamas, por mucho que quieran quemar, no les van a conducir a una guerra otra vez. Que esto no será Grecia, pero tampoco Ucrania, oiga. Y por más que los indignados sean muchos, no todos tienen las mismas circunstancias ni aspiraciones.

Merece la pena echar una ojeada al esfuerzo de aquellas mujeres y hombres, aquellos españoles, que quisieron sacar a España de su miseria material y espiritual. El momento que vivimos ahora es también muy emocionante; no vaya a quedarse todo en puro desahogo emocional. Entonces también estaban indignados, pero trataron de hacer prevalecer la inteligencia a las emociones. Incluso combinadas, esas dos cualidades son preciosas para el progreso de un pueblo y el bienestar de saberse parte de una patria. Lo que no parece aconsejable es que, por muy académicos que sean sus dirigentes, la indignación popular derive en otro error histórico más para España; no hablo de guerra, por supuesto, sino de tiempo perdido. A ver si llega un día en que podamos levantar cabeza de una vez, que llevamos muchas lágrimas derramadas en nuestra historia.

1 Comment
  1. perejil de todas las salsas says

    no veo yo ni por asomo ahora en el universo podemos el corpus intelectual, etico y de realidades que poco a poco fueron injertandose en las politicas publicas hasta la guerra civil por aquellos actores, de forma mas bien moderada y progresiva, interactuando con los poderes decimononicos.

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