Pitingo y Björk: humor español

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Pitingo y Björk
Imagen de archivo de Pitingo durante una actuación. / Efe

Uno de los problemas esenciales de este país es la alarmante falta de sentido del humor, o mejor dicho, de cierto sentido del humor, ese que se mueve y cocea entre la sátira y la ironía. Resulta ciertamente humorístico que la nación donde nació la novela como artefacto narrativo y catalejo del mundo, entre la picaresca y el Quijote, haya renunciado a lo que Milan Kundera llamó "la desprestigiada herencia de Cervantes". La comicidad española, tradicionalmente, consiste en la bufonada, el trazo grueso, el pescozón, el manteo a Sancho Panza, los chistes racistas de Quevedo, ese momento brutal en que el ciego estrella la jarra de vino contra la cara de Lázaro y le rompe los dientes. A los españoles siempre nos ha encantado reírnos de esas cosas más bien repugnantes, mientras pasábamos por alto los detalles, el delicado tira y afloja entre el Quijote y Sancho, la irónica enseñanza vital del Lazarillo de Tormes.

Para reir a gusto y con ganas, la condición previa y fundamental es no tomarse demasiado en serio, es decir, aprender a reírse de uno mismo. Confundir el humor con la falta de seriedad es uno de los pecados capitales de la sociedad española, la misma que cree que un libro, para ser profundo, tiene que ser árido y aburrido, cuando suele suceder más bien lo contrario. Nunca se repetirá bastante que, mientras los españoles veían en el Quijote una manchega sucesión de payasadas, fueron justamente los escritores británicos quienes aprendieron las lecciones de la picaresca y de Cervantes, de ahí que en las islas surgieran Defoe y su Moll Flanders, las fábulas de Swift y el encanto irresistible de Charles Dickens.

Un periódico satírico, El Mundo Today, elaboró una farsa sobre la posible retirada de la música de Björk ante el miedo de que Pitingo versionara una de sus canciones. En lugar de celebrar la broma y pasar página, Pitingo lanzó a sus abogados a elaborar una especie de comunicado oficial que resulta más hilarante incluso que el original. Todo es mucho más divertido cuando se deja la puerta abierta a una demanda; ya lo advertía Woody Allen en aquel momento glorioso de Poderosa Afrodita, cuando la agorera Casandra profetizaba: "Veo desastres, veo catástrofes, y lo peor de todo: veo abogados".

Así, del mismo modo que la censura de la Casa Real provocó que una portada de El Jueves, que apenas habrían visto unos cuantos miles de personas, diera la vuelta al mundo tres veces, Pitingo ha conseguido una publicidad impagable para un inofensivo chiste según el crecimiento exponencial del conocido como "efecto Streisand". De seguir adelante con las acciones judiciales es muy posible que Björk, atrincherada en la remota Islandia, reaccione. Después de ganar el premio Nadal por El niño de los coroneles, Fernando Marías recibió una carta increíble de los abogados de otro Fernando Marías, hermano del novelista Javier. Al parecer el otro Fernando Marías se sentía muy molesto porque sus amigos no dejaban de felicitarle por el premio. Rafael Reig ha contado el episodio en su jocoso Manual de literatura para caníbales, donde especifica que la carta contenía un pasaje inverosímil en que a Fernando Marías se le instaba a renunciar a su apellido "por anterior existencia de mi cliente".

Sin saberlo, los abogados de Fernando Marías, el no ganador del Nadal, estaban repitiendo la misma absurda maniobra legal de los abogados de la Warner Brothers, cuando amenazaron a los hermanos Marx con una demanda millonaria si se atrevían a bautizar su próxima película Una noche en Casablanca. Los concienzudos abogados argumentaban que los cómicos pretendían aprovecharse del prestigio de la recién estrenada Casablanca, propiedad de la Warner Brothers, el largometraje inmortal donde Ingrid Bergman y Humprey Bogart volvían a reencontrarse en mitad de ninguna parte. Groucho replicó con una mordaz misiva donde se defendía diciendo que ignoraba que la Warner Brothers se hubiera apropiado también del nombre de una ciudad y luego pasaba directamente al ataque: "Ustedes afirman que Casablanca les pertenece y que nadie más puede usar ese nombre sin su permiso. ¿Y qué pasa con los Warner Brothers? ¿También les pertenece? Probablemente tengan derecho a usar el nombre Warner, pero ¿qué pasa con brothers? Profesionalmente, nosotros éramos los Marx Brothers mucho antes de que ustedes fueran los Warner Brothers".

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