Qué fácil ser fanático

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Viñeta de El Roto
Viñeta publicada en 'El País' que cuartopoder reproduce con permiso de El Roto".

Subraya Fernando Savater el detalle de que tanto en las manifestaciones que siguieron al atentado de Charlie Hebdo como en las que siguieron al de las Torres Gemelas neoyorquinas se pudieron leer pancartas en las que se apelaba a Voltaire. Lo hace en su último libro: Voltaire contra los fanáticos (Ariel, 2015), un libro oportunista, si quieren –por criticar que no quede- pero también, de lo más oportuno.

Avisad a Voltaire”, decían en la londinense Trafalgar Square durante una manifestación a favor de Salman Rushdie, cuando la maldición del ayatolá Jomeini por haber escrito sus Versículos satánicos, hace ya unos años. Los fanáticos son una especie humana que no tolera que al otro se le ocurran ideas, que opine de otra forma, que sea independiente o libre, lo más libre que la condición humana permite ser a una persona. Y bien de trabajo que cuesta.

Pero a fanáticos, puede que nadie nos gane a nadie. Sería interesante que se establecieran competiciones, juegos olímpicos de fanatismo. Aparentemente, los del Estado Islámico, IS, Isis y Osiris o como puñetas se llamen se llevarían las medallas de calle, pero ¿y si no? ¿Y si resulta que el fanatismo de baja inducción, perfil moderno y alto voltaje se encuentra entre nosotros, los acomodados y desarrollados pueblos de Europa, que ahora se pretende blindar contra los hambrientos bombardeando los barcos que los transportan al supuesto paraíso?

Portada del libro de Fernando Savater
Portada del libro de Fernando Savater/ planetadelibros.com

Como aclara Savater, de la mano de Voltaire, tener creencias religiosas o de otra índole no implica ser fanático y está en el ser humano tenerlas, faltaría más. Hay más fanatismo en quien insulta despiadadamente a Esperanza Aguirre, por ejemplo, que en la propia Aguirre, si me siguen. La frase de Voltaire: “¡Piensa como yo o muere!” recoge a la perfección la idea. Así que, aprovechando que vivimos la fase de constitución política de nuestros ayuntamientos, el ejercicio viene pintiparado.

A Podemos, por ejemplo, le falta esa agilidad mental de no ofender al otro cada vez que habla que algunos creíamos que iba a saber tener. La conclusión de los progresistas de que a la derechona hay que “darle fuerte, que es de goma” tiene la inmediata consecuencia de crear miedo en los votantes tradicionales de la derecha. Y el miedo nunca es bueno; lo sé porque ahora ando en el adiestramiento del miedica de mi perro. Podemos podría haber tenido más votos si hubiera hablado con más respeto del otro; como dice Javier Marías, por mucho que el otro te repatee la barriga.

¿Que la derecha ha insultado a esa persona respetada e intachable que es Manuela Carmena? Bueno, ¿y qué? Hay que ir haciendo ejercicio, que estamos todos un poco verdes. “Combatamos contra nosotros mismos hasta el último momento”, le escribe al cardenal de Bernís el buen Voltaire.

A alguna editorial se le podría ocurrir editar el Tratado sobre la tolerancia en rústica asequible a todos los bolsillos. ¿Por qué no usarlo de Libro Rojo, de Catecismo, de guía práctica para la convivencia ciudadana? Parece ser que, tras lo de Charlie Hebdo, se vendieron miles de ejemplares en Francia, pero –jo, siempre, una conjunción adversativa cuando todo pinta a mejor- la cosa es que no se convierta en objeto de culto para hipsters y gente guapa, chics o hippies o progresistas de pedigrí, me da igual.

Voltaire reivindicaba la risa para todos los órdenes de a vida, los más solemnes, incluidos. Soy del partido de la risa, escribió. “La paciencia sea con vosotros –le escribe a D’ Alembert-. Marchad siempre a carcajadas por el camino de la verdad”.

La selección que hace Savater, buen conocedor del filósofo francés, en este libro no tiene desperdicio. Muchas máximas pueden aplicarse al tiempo que ahora vivimos y a los fanatismos nacionalistas, esos que se arreglan el pasado ajustándolo a su conveniencia. “¿A qué época habríamos de referirnos? –escribe- ¿A qué siglo, a qué leyes deberíamos remontarnos? ¿Con qué costumbre deberíamos quedarnos?” Voltaire fue hombre de su tiempo, nada fan de creer que cualquier tiempo pasado fuera mejor.

Pero, ¿qué hacer para que las bellas palabras no se queden en materia de campaña electoral si no logran convencer al adversario o a los que dudan? Para Voltaire, lo peor es lo que los partidos suelen hacer: “No hay que empeñarse en discutir con las personas cabezotas: la contradicción las irrita siempre en lugar de ilustrarlas… Nunca la disputa ha convencido a nadie; se puede guiar a los hombres haciéndoles pensar por sí mismos, pareciendo dudar con ellos, conduciéndoles, como de la mano, sin que se den cuenta”.

Por fin, no puede ser más oportuno al momento que se vive en España, este fragmento de la carta que Voltaire escribe a Federico de Prusia, en abril de 1739, y que parece dirigido a la gente que en España quiere trabajar por cambiar el estado de cosas: “A vos corresponde destruir al infame político que convierte el crimen en virtud. La palabra político significaba, en su origen primitivo, ciudadano; y hoy, gracias a nuestra perversidad, ha llegado a significar “el que engaña a los ciudadanos”. Devolvedle, Señor, su antiguo significado”. Pero el pobre Federico de Prusia no era más que un hombre. Entre todos, combatiendo la ignorancia, madre del fanatismo, quizás podamos.

5 Comments
  1. neike says

    Contra los fanáticos y a favor de Esperanza Aguirre. Vaya coherencia.

  2. Carlos G. says

    O sea, la derecha, patente de corso para insultar, y la izquierda, ‘ajo y agua’. Qué graciosa es la derecha cuando se pone.

  3. Elvira Huelbes says

    Por alusiones: que los demás insulten y hagan el mono me importa menos que que lo hagan los que considero afines, aquellos a los que he apoyado porque me parecen honrados y valientes. No pierdo un adjetivo en los que no me merecen que lo pierda. Yo creo que me he expresado bien, si se lee con cuidado. Si no ha sido así, este comentario espero que aclare algo.

  4. Elvira Huelbes says

    Un ejemplo claro de cómo hacer política sin insultar es Manuela Carmena. Ni siquiera cuando tuvo que enfrentarse a Aguirre.

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