Phenomena: cine de sesión doble y palomitas

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El cineasta, Nacho Cerdá
Nacho Cerdá, creador de Phenomena. / Wikipedia

Aunque lleva dos años de funcionamiento, la sala Phenomena de Barcelona  sigue descorriendo el telón de la pantalla –aunque estén de vacaciones hasta septiembre– como si cada día fuera el primero y el último, exhibiendo películas que ya están fuera de campo o algunas nuevas, rescatadas del arcén del olvido donde las mandan las exigencias mercantiles de una demanda roma y mecánica. Se trata de un cine que nació de la memoria infantil de un cinéfilo y cineasta llamado Nacho Cerdá.

El cine en cuestión ocupa físicamente lo que había sido el Nápoles. Es una de esas salas de antes de la aparición de los minicines, grandes, llenas de butacas, de sesión doble, donde el sonido puede ser estremecedor, sobre todo si la película lo quiere. Al fin y al cabo, el nombre de la sala responde al de un film terrorífico del director Dario Argento, admirado por Cerdá.

Los que llevan ya algo vivido se acordarán de los cines de sesión doble, con Nodo incorporado. Muchos cines de barrio en los que echar la tarde de domingo. En mi caso, cuando niña, me guardaba el dinerito para acudir al Rey Don Sancho, en los veranos de Palencia, no lejos de los Jardinillos de la estación. Allí vi El ladrón de Bagdad –no la de Walsh sino la de Ludwig Berger- y Acompáñame, de Luis César Amadori, dos películas de las que me acuerdo. Quizá no se trate de lo que los entendidos cinéfilos llamarían 'gran cine', pero son películas que podría apetecer ver y que hoy es imposible. A lo mejor Phenomena lo consigue.

A Cerdá le venía rondando la idea desde hace años, cuando aún revivía la impresión que le produjo ver Tiburón (tenía 6 años, por favor) –Spielberg tenía que ser que todavía es para él una película mítica. Cada uno de nosotros tiene sus películas míticas en la cabeza, tuneadas por las modificaciones propias de los caprichos de la memoria, pero protegidas por el amor infantil con que se cogen las cosas. Un amor muy incondicional.

Sería un buen experimento preguntar a la gente por su película de la infancia. No de la tele sino de una sala de cine. Tampoco me refiero al fenómeno “friki” de La guerra de las galaxias o El señor de los anillos, que ya suponen otra dimensión. Aunque, claro, ahora que lo digo, ¿por qué no?, todo depende de la biografía de cada cual.

Y dirá quien esto lea, ¿para qué demonios pagar 6 euros por ver una película que me puedo bajar de la red gratis total (lo que es una pregunta pirata, por cierto)? La respuesta viene dada por el hecho de que Cerdá lo que logra es contagiar a la gente del demonio familiar de “ir al cine”. No ver la peli tal o cual, sino ir al cine. Eh, hoy vamos al cine, sesión doble: una de piratas y otra de terror; id preparando las palomitas. Eso.

No sé si Phenomena atraerá prosélitos –ojalá lo haga– pero sí que una visita a Barcelona merece una sentada en esa sala antigua de alma vanguardista. La idea es buena, voto a Bríos, en un país donde parecen haberse esfumado las buenas ideas, de un tiempo a esta parte. Se le puede echar las culpas al gobierno, por supuesto, pero, ¿y si es que el paisanaje está deprimido y vacío de ocurrencias? Por mi parte, en cuanto me entere de que echan El ladrón de Bagdad, la de Berger, allá que me planto.

El castillo Vogelod (YouTube)
2 Comments
  1. Me says

    Quizas – sin el darse cuenta–lo que quiere es un «Cinema Paradiso»…en Barcelona.

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