El Conde de Monto el Cristo

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Pepe Viyuela *

Pepe_Viyuela_fantasiasEl Conde de Monto el Cristo, también conocido como Zar de todas las Haciendas, desfacedor de ahorros, quebrantador de ilusiones, becas, pensionistas y mamandurrias fue, mientras cabalgó, el azote más despiadado del ahorrador medio que imaginarse pueda.

Nacido en el seno de una familia humilde con el paso del tiempo se convirtió en un renegado de su origen, en un Robin Hood a la inversa: en vez de robar a los ricos para entregarlo a los pobres, esquilmaba a los humildes y ayudaba a los requetepudientes a incrementar su riqueza.

Según recientes análisis psicológicos de su personalidad, buscaba en la cercanía con las grandes fortunas satisfacer una venganza personal y reparar la injusticia que el destino había cometido contra él, al hacerle venir al mundo con una mano delante y otra detrás. Su complejo de inferioridad le llevó siempre a la pleitesía más humillante con los ricos. No fue siempre un hombre pobre, pero nunca dejó de ser un pobre hombre.

Otro de los motivos de su complejo lo atribuyen los expertos a su extrema fealdad. No hubo espejo que resistiese más de tres segundos el reflejo de su cara. Desde niño fue perseguido en la escuela por feo y falto de salero. Todos querían sentarse con él porque a su lado cualquiera resultaba guapo.

Durante su adolescencia su fealdad alcanzó límites épicos y dejó de salir de casa, no por deseo propio, sino por orden gubernativa. Era un auténtico peligro cruzarse con él por la calle y varias personas murieron de la impresión. Ni siquiera su madre se atrevía a mirarle directamente, y acabó sus días sumida en un terrible sentimiento de culpa por ser la autora de semejante ser.

Esta larga reclusión adolescente le permitió dedicarse por completo al estudio, preparación y maduración de su posterior venganza.

Ilustración: Daniel Miñana
Ilustración: Daniel Miñana

La estrella de Monto el Cristo comenzó su ascenso durante la regencia del Caballero del Mostacho, a la sazón Gran Caudillo, que, tras estar trabajando en ello, le nombró recaudador de la corte.

Tras unos años en el ostracismo, coincidentes con el reinado de Pepe Luis El remendón, fue promovido al puesto de Recaudador Mayor de la corte, con privilegio de Gran Recortador.

En plena crisis de los 100 años, tras el ascenso al poder de Mariana la Bellida, se le otorgaron poderes y artilugios de tortura en cantidad suficiente para exprimir a los humildes, al tiempo que se le encargó la misión de no dejar títere con cabeza.

Lo de los títeres se lo tomó muy a pecho y se encargó de perseguir como a bellacos a cuanto titiritero, juglar o bufón se cruzara en su camino, colgando a multitud de ellos de los pulgares y acusándoles de no contribuir en nada al enriquecimiento del reino.

Por la larguísima batalla mantenida contra ellos, Monto el Cristo fue apodado Ivá el Terrible y recompensado con el título de Conde. El escudo que blasona su palacio desde entonces representa unas gigantescas tijeras en campo de gules, con un par de hienas rampantes devorando a un mileurista yacente.

El flamante Conde de Monto el Cristo, ebrio de poder, llegó al extremo de dictar leyes que favorecieran los intereses de los grandes señores feudales, al tiempo que ponía boca abajo a los campesinos y les obligaba a entregar al tesoro la cosecha y la hacienda.

Gustaba de perdonar grandes deudas a los terratenientes. Queriendo ganarse sus favores, propuso a los estafadores de la época una amnistía, que sirvió para dejar impunes las tropelías de los grandes señores del calcetín que guardaban sus fortunas en colchones blindados y tenían en Monto el Cristo al mejor de los socios posibles.

Monto el Cristo pasó a la historia como uno de los personajes más tristes y mal encarados de su época, tanto por lo desagradable de su rostro como por la mala leche con la que tomaba las medidas a aplicar.

Se ruega hoy una oración por su alma, ya que según todos los indicios debe estar cociéndose a fuego lento en el infierno.

(*) Pepe Viyuela es actor. / Fotografía de Moisés Hernández Acosta.
1 Comment
  1. Guillotine says

    La caricatura de un personaje desalmado, ruín y miserable… En una corte sin escrúpulos.
    Soberbio relato

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