Kandinsky, el primer abstracto

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Vista de la obra 'Schwarzer Raster', que forma parte de la muestra 'Kandinsky. Una retrospectiva'. / Fernando Alvarado (Efe)

Se acaba de inaugurar en CentroCentro Cibeles una de las grandes muestras que se han hecho de la obra de Wassily Kandinsky, que finalizará el 28 de febrero. Kandinsky es uno de los grandes pintores del siglo XX, indefectiblemente ligado a las vanguardias, fue decisivo su paso por la Bauhaus y, desde luego, el padre de la abstracción pictórica, amén de ser uno de los grandes teóricos del arte, recordemos su manifiesto De lo espiritual en el arte. Ángela Lampe, comisaria de la muestra, ha calificado esta muestra de cien obras del pintor ruso como una “retrospectiva íntima”, lo que es cierto, ya que recoge las tres grandes etapas de la vida del pintor: la que pasó primero en Rusia, donde conoció el suprematismo; sus esenciales estancias en Alemania, primero en Munich, donde fundó Der Blaue Reiter, El jinete azul, una de las primerizas muestras del vanguardismo alemán, luego en la Bauhaus de Walter Gropius, donde Marcel Breuer diseñó un sillón tubular y lo bautizó sillón Kandinsky, en honor del pintor; y, finalmente, su estancia en Francia, siempre fue un ferviente admirador de la pintura francesa, donde murió.

La exposición pasa por Madrid después de haber cosechado éxitos en Milán, Milwakee y Nashvile, y corresponde en su integridad a los fondos del Centro Pompidou, que posee el mayor legado de la obra de Kandinsky, después de que su viuda, Nina, donase ese fondo en 1980 al museo parisino. Con ello se justifican las palabras de la comisaria, ya que estas cien obras, entre pinturas, grabados y fotos, nunca fueron vendidas en vida del artista, que las tenía celosamente guardadas, por lo que bien puede afirmarse que representan la parte artística más querida por el pintor, por lo menos, de aquella de la que no quería desprenderse.

La exposición está dividida en cuatro secciones distintas, que se distinguen por estar pintadas con distintos colores y cuya realización ha estado a cargo de Enrique Bonet, que así ha querido enfatizar esas distintas etapas. De la de Múnich conviene destacar dos lienzos, Improvisación e Impresión, que representan un cambio en su modo de pintar, donde se comienza a notar cómo las formas se van diluyendo a favor de un salvaje cromatismo. De su regreso a Rusia después de la etapa muniquesa podemos destacar En el gris, del año 1919, donde se nota ya la influencia de las vanguardias de su país, en especial el suprematismo, las figuras parecen flotar en un espacio sin límites...

Pero es probable que el grueso de las obras maestras se hallen en el apartado correspondiente al período de la Bauhaus, que es la etapa de madurez de Kandinsky, cuando se convierte en el teórico que devino más tarde y cuando realiza esas obras acordes con su credo estético. De esta etapa cabe destacar En Blanco II, que es de 1923, Sobre puntas, del 28, Acento en rosa, del 26, y desde luego, el más importante de todos ellos, de 1925, que marca el período culminante de su etapa de la Bauhaus, Amarillo- Rojo- Azul. Ya de su última etapa, la parisina, la muestra acoge títulos significativos, como Composición IX, del 36, el cuadro más importante de los diez que pintó en esta etapa y cuyo título es ya un manifiesto de la abstracción copiado hasta la saciedad; Cielo azul, ésta del 40, donde se advierte que Kandinsky había posado la vista en las composiciones del joven Joan Miró, y Acuerdo recíproco, del año 42, que fue uno de los cuadros que se pusieron a los lados del féretro de Kandisnky cuando éste falleció, el 12 de diciembre del año 44. Como anécdota significativa de la composición de este cuadro cabe destacar que fue pintado con Ripolin, que era una marca para pintar las paredes de las casas, ya que en plena guerra no era fácil conseguir pinturas al óleo. La muestra se completa con un conjunto de fotografías del pintor y una película que tiene por objeto revelarnos el secreto del modo de componer que tenía Kandinsky, muy similar a la película que sobre Picasso hizo Clouzot en El misterio Picasso, posteriormente.

Lo grandioso de esta muestra, en lo que consiste su excelencia, tanta que hizo que el Thyssen desistiera de hacer una exposición sobre El jinete azul, radica en que no se han reparado gastos en traer lo mejor de la obra de Kandisnky, sobre todo de la etapa de la Bauhaus, donde conoció a Gropius, a Le Corbusier, a Paul Klee, a Feininger, pero también de la etapa muniquesa, de la rusa, donde se relacionó con Lidia Popova, Malevich, Tatlin... los suprematistas y constructivistas rusos que supusieron la vanguardia más radical de esos momentos en Europa y que fueron eliminados con saña por el naciente estalinismo.

También de su última etapa, la francesa, él, que fue gran admirador de Monet, Seurat, Derain, Gauguin. Él, niño mimado por Zervos y despreciado por la crítica porque en esos momentos lo que se llevaba era Picasso y los surrealistas y que quedó fascinado por un pintor joven y pequeñito como un gnomo que se llamaba Miró.

Hay que decir que es poco probable que exposiciones como ésta se repitan en CentroCentro Cibeles: ha costado 2.000.000 de euros y los responsables del actual Ayuntamiento, por boca de Santiago Eraso, director de Madrid Destino, están por la labor de incidir en temas de ecología, de temas relacionados con la ciudadanía, por lo que pilla un poco a trasmano el concepto de exposiciones estrella. Hay que verla, y con urgencia.

hoyesarte (YouTube)

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