Sin filtros, el éxodo silenciado

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Fotografía de Gabriel Tizón que se expone en la exposición 'Sin Filtros'. / mataderomadrid.org
Fotografía de Gabriel Tizón que se expone en la exposición 'Sin Filtros'. / mataderomadrid.org

La semana pasada se inauguró en la Casa del Lector, sita en Matadero Madrid, una exposición insólita por lo que tiene de solidaria y que estará en ese recinto hasta el 18 de diciembre: Sin filtros. Miradas al éxodo que Europa no quiere ver, consta de fotografías realizadas por 18 videoperiodistas que han decidido ceder buena parte de su trabajo para esta exposición, libre de todo lucro ya que la entrada es gratuita y el catálogo, magníficamente editado, cuesta 10 euros que van a parar a la organización Médicos Sin Fronteras. 

La iniciativa corrió a cargo de Ángel Colina , un periodista que lleva 30 años reflejando los conflictos bélicos y que convenció a Santiago Palacios, Olmo Calvo, Gabriel Tizón, Iker Pastor, Óscar Vifer, Pablo Tosco, Czuko Williams, Jaime Alekos, Juan Carlos Lucas, el mismo Ángel Colina, Ignacio Gil, Nacho Guadaño, Alberto di Lolli, Sergi Cámara, Mikel Konate, Bernardo Pérez, Alejandro Martínez Vélez y Juan Medina.

Matías Nieto es editor gráfico de ABC y comisario de la exposición: "Estas fotografías abarcan periodos y situaciones muy concretas, que van desde el origen de esta migración, en la guerra de Siria, hasta el final que no termina de percibirse, en el que nos encontramos ahora". Las fotos poseen un denominador común, que en palabras de Matías Nieto pueden ser consideradas a primera vista como tautológicas, “es la mirada personal de cada uno de los fotógrafos”, pero lo cierto es que la variedad de puntos de vista se corresponde exactamente con la de cada uno de los fotógrafos. ¿Ganas de descollar con personalismos más o menos narcisistas? Nada de eso. Al contrario. Lo que sucede es que aquello que se cuenta está visto desde ópticas vitales muy íntimas porque atañen a la experiencia de cada fotógrafo respecto al drama de los refugiados.

Así, Santiago Palacios, uno de los fotógrafos que exponen, recuerda que él y otro colega fueron los únicos que salvaron a un niño de una muerte segura porque no había ningún equipo de socorro, ya que era noche de tormenta. Tiene gracia, recalca, que siendo la emigración más mediática que se conozca, ningún gobierno dé la cara por hechos como los que llegó a vivir rescatando a aquel niño en el mar.

Cartel de la exposición #Sinfiltros.
Cartel de la exposición #Sinfiltros.

La exposición se basa en gran parte en la mirada del niño, el protagonista débil de este éxodo, ya que la mayoría de los fotógrafos que intervinieron en la presentación de la muestra coincidieron en que el contraste entre la cara de felicidad de un niño y el dolor es tan brutal que resulta imborrable. Mikel Ayestarán, que es corresponsal en Oriente Próximo y ha presentado Sin filtros, se refiere en especial al dolor que causa este drama y lo compara a balazos que te obligan a tomar aire para poder seguir la labor. Para que no disipemos ese impacto que causan las imágenes, cada una de las fotografías está acompañada de una infografía que personaliza, con datos, la imagen de aquel que estamos viendo. Lo hace más íntimo, en cierto modo y eso es importante porque la exposición juega en cada momento con el grado de empatía del espectador. Es su justificación como exposición.

Sin filtros es una muestra que puede ser tomada como metáfora de aquello que se nos viene encima por medio de visualizar un éxodo sin precedentes en nuestra historia reciente en Europa. La última fue tras la guerra donde se calcula que se desplazaron más de 15 millones de personas por el continente. Y es metáfora de lo que sucede en momentos de confusión porque hay que decir que no todos los refugiados tienen su origen en la guerra de Siria, ni se han embarrado en el campo de Idomeni, ni en los prados de Hungría, pero el dar cuenta en exclusiva de los avatares de estos refugiados sirve para centralizar el foco en un drama que es mucho mayor y afecta a un gran número de personas.

De ahí que la exposición termine en el paso de Calais, como punto de fuga de una especie de estación Termini que actúa como lugar de recalada de todos los emigrantes venidos de distintos puntos y que acaban mirando el mar, otro mar, como símbolo continuo, constante, persistente de otra barrera a abatir, a superar.

Lesbos, Idomeni, Hungría, Macedonia, Siria... un paisaje que se revela desolador para estos fotógrafos, muchos de ellos profesionales pero otros, principiantes, que han tenido con esta experiencia su particular bautizo de guerra. Y es, justamente, esa mezcla entre profesionales y principiantes lo que hace preciosa esta muestra, muy alejada de otras de imágenes espectaculares. Es exposición sobria, modesta, en contraste con las del World Press Photo, hasta ahí podíamos llegar. Pero es esa sobriedad, esa precariedad, lo que hace de ella algo distinto y no daríamos cuenta de esta particularidad si no fuera porque determina la mirada que el espectador fija en las instantáneas que son reflejo de la mirada del fotógrafo que, a su vez, capta otras miradas.

Es ésta una de las exposiciones más curiosas y pertinentes que podemos ver en Madrid estos meses por el impacto de sus imágenes y, sobre todo, porque demuestra que se pueden hacer cosas importantes con recursos escasos.

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