El Rock de los 80 en el Vicente Calderón

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Actuación de Los Rebeldes, esta pasada noche, en el Rock Festival, en el Vicente Calderón. / Victor Lerena (Efe)
Actuación de Los Rebeldes, esta pasada noche, en el Rock Festival, en el Vicente Calderón. / Victor Lerena (Efe)

El buen rock de los ochenta amenaza con dejarse oír este sábado, día 25, en el Calderón, Madrid, como si de un rugido de protesta se tratara por la situación en que va quedando la música y la cultura en general en España después de tantos años en que parecía que el esplendor de antaño no tenía vuelta atrás.

Lo comentó hace un año Álvaro Urquijo (Los Secretos) con desesperación, cuando hacía balance de lo que ha pasado con la música española desde el principio de la transición, en 1977,  hasta ahora. Y claro, visto así, la década de los 80 fue un oasis que parecía asegurar el espejismo del gran momento del rock en España. Por eso, escuchar otra vez los nombres que supusieron tanto hace treinta años produce un cóctel de emoción y melancolía, a lo mejor algo explosivo.

Entre los que sonarán en The Rock Festival están Burning, Nacha Pop, La Unión, Trogloditas,  Danza Invisible, La Frontera, La Guardia, Rebeldes, Tennesee, Low Cost... que se proponen llenar el estadio igual que las figuras del rock internacional llenan a rabiar -pongamos que hablamos de los Stones y del Boss-, según ha aventurado Javier Ojeda (Danza Invisible), que reivindicó la valía de la música española en la rueda de prensa que se celebró el pasado 15 de junio en la sede de la SGAE, en Madrid.

El caso es que produce escalofríos sumar los años de estos músicos que harán temblar –según la propaganda del concierto- las bases del Estadio Vicente Calderón, hoy sábado, jornada, por cierto, de reflexión antes del día de las elecciones. Si, como se ha demostrado en montones de estudios, el pensamiento de cada uno determina cómo le va en la vida -lo del vaso medio lleno o medio vacío, por abreviar-  es muy válida la afirmación de Carlos Segarra (Rebeldes) sobre la necesidad de reivindicar que “la veteranía es un grado”, aunque los tiempos aborrezcan las canas.

Serán ocho horas de música, desde las cinco de la tarde, que pondrán en los oídos de la gente lo que muchos consideran la banda sonora de una generación entera y parte de otras, añado. A pesar de lo cual, los músicos insisten en que no se trata de una cita nostálgica de la que salir con los ojos enrojecidos, ya que muchos de estos grupos siguen en la brecha, sorteando como pueden las dificultades y las inclemencias de los tiempos.

La traca final incluye la mayor concentración de moteros que se haya dado en un estadio, que recordará algo parecido a lo que se produjo en Jerez, el pasado abril, cuando el Gran Premio de España de Motociclismo.

Me da la impresión de que algo de ojillos humedecidos sí que habrá, sobre todo, cuando inevitablemente, el esforzado inconsciente ate cabos de la memoria, de los que surjan nombres que se creían olvidados o aquel pantalón tan molón o aquella chupa ¿qué habrá sido de ella? y las cosas que se dejaron de hacer y que quizás habría que haber hecho, etc. etc. En fin, la vida.

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