La poesía, juego olímpico hasta 1952

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Cartel de los JJOO de Helsinki 1052, donde ya se suprimieron los concursos de poesía.
Cartel de los JJOO de Helsinki 1952, donde ya se suprimieron los concursos de poesía.

El pasado viernes tuvo lugar en la ciudad brasileña la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, oficialmente conocidos como la XXXI Olimpiada, la primera que tiene a una ciudad de América del Sur como sede de unos Juegos. La relación que ahora ofrecen los JJOO con las actividades artísticas, aparte del dudoso espectáculo de luz y sonido de las ceremonias de apertura y cierre, son prácticamente nulas y eso a pesar de que poesía y Olimpiadas estuvieron inextricablemente unidas desde su creación, al ser estas ceremonias consideradas sagradas, por ahí andaba Píndaro, hasta que el emperador hispanorromano Teodosio las prohibió doce siglos después de su fundación. Para entonces, el Imperio Romano ya era cristiano, en 393, tras el Edicto de Tesalónica que adoptó el cristianismo como religión oficial.

Samba, pues y a raudales, aunque en los pasados JJOO de Londres se transmitió por la BBC multitud de conferencias, recitales poéticos, adaptaciones teatrales y conciertos mientras en todos los estadios lucían unos versos del Ulises, de Alfred Tennyson, el poeta cantor de la carga de la Brigada Ligera: “Luchar, buscar, encontrar y no rendirse”. Fue Londres la única ciudad de los modernos Juegos Olímpicos que más se ha acercado a la idea de Pierre de Coubertin, que siempre deseó que los concursos culturales tuvieran la misma importancia que las competiciones de atletismo o halterofilia, por ejemplo.

De hecho y esto es poco conocido, en las modernas competiciones de los Juegos Olímpicos entraron a concurso multitud de modalidades artísticas. El propio Coubertin ganó la medalla de oro de poesía en 1912 con una Oda al deporte que presentó con un pseudónimo francés y otro alemán. Decía así: “Oh, Deporte tú eres la Belleza... Oh, Deporte, tú eres la Justicia... oh, Deporte, tú eres la Felicidad... el cuerpo tiembla de júbilo al oir tu llamada”. Ni que decir tiene que Coubertin, amigo de arqueólogos ilustres como Curtius, que fue el que le metió en la cabeza lo de organizar los Juegos Olímpicos de nuevo, no pasará a la historia de la literatura.

Pero el caso es que la cultura estuvo presente en los Juegos Olímpicos desde el principio, 1912, hasta que fue eliminada en la postguerra, en 1952 a favor de los Programas de Eventos Culturales, que es en lo que estamos ahora. La razón es obvia: la competición cultural sólo admitía aficionados y excluía por definición a los profesionales. Así, en los Juegos Olímpicos de París, en 1924, por ahí andaban un T.S. Eliot o un Valéry, la medalla de oro de poesía se la llevó un tal Geo Charles por su obra llamada Jeux Olimpiques y que decía: “Los corredores se inclinan, flores tensas... Un lanzamiento, una palabra violenta. Y de repente. Los cuellos se extienden hacia delante. Como tallos. Caras como manzanas. Pálidas y robadas... dientes y mandíbulas lanzándose al espacio”. Geo Charles es hombre desconocido con cierta razón hoy día pero luce en su ciudad natal, Grenoble, recuerdo en el Museo de la ciudad por ser “pionero del arte en el atletismo” junto a su paisano, Stendhal. No es broma.

Pierre de Coubertain. / Wikimedia.
Pierre de Coubertin. / Wikimedia.

Esa no inclusión de los profesionales es lo que hizo que la cultura no formara parte de las Olimpiadas desde 1952 y las reticencias que hubo desde 1912 respecto a su amateurismo dio la razón a los que pensaban que si no se incluía a poetas, arquitectos y músicos acreditados la calidad de lo que se presentaba sería casi nula. Pero lo cierto es que hubo algún que otro profesional que se coló, por ejemplo, el poeta del decadentismo y adalid del protofascismo, Gabrielle D´Annunzio , ya en la primera competición, en 1912, pero comprobó con amargura cómo su obra era rechazada y como jueces hubo figuras importantes, como Igor Stravinsky o Thorton Wilder, que fue juez en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1932 y dio ganadora a una oda alemana al montañismo.

Ni que decir tiene que hoy día se rastrean por parte de los especialistas aquellas manifestaciones culturales de los JJOO que fueron medallas de oro, plata y bronce, como cualquier otra competición y se rastrea porque la mayoría de aquellos documentos han desaparecido en los Siete Juegos Olímpicos en que tuvieron lugar y sólo se conocen sus títulos. Se busca en especial el paradero de un poema, Las instrucciones de un jinete a su amante, del poeta alemán Rudolf Binding, medalla de plata en los JJOO de Ámsterdam de 1928, porque se dice que es una de los escasas piezas de arte que han dado los Juegos Olímpicos. De igual modo se desechan por razones obvias los premios habidos en la Olimpiada de Berlín de 1936, que organizó Joseph Goebbels y donde sólo ganaron poetas y artistas alemanes e italianos.

Lo cierto es que en Helsinki, en 1952, la literatura se suprimió sin más y eso que en Londres, en 1948, ganó la Medalla Olímpica un poeta finlandés, Aale Maria Tynni, con un poema titulado, El laurel de Grecia, que fue el último suspiro de la poesía olímpica desde Píndaro y que visto lo visto no tiene pinta de que se restaure.

De todas formas no hay de qué preocuparse. Quizá mejor así. De hecho la samba está compuesta por músicos y poetas de primera. Profesionales, claro...

1 Comment
  1. La novata says

    Pobre Coubertin, si levantara la cabeza!

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