Renoir, pintor del año en los museos españoles

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Exposición de Renoir en el Thyssen
Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen, posa ante 'Retrato de la mujer de Monet' (1872-1874), una de las obras de la exposición 'Renoir: Intimidad'. / Víctor Lerena (Efe)

Que Auguste Renoir es pintor de enorme tirón popular, valga mediático, no hay lugar a dudas. Y eso, o quizá por ello mismo, a pesar de las numerosas asociaciones, hay una muy activa en Nueva York, que piden se retiren las obras de este pintor de los museos porque no lo consideran un artista de altura. Esa popularidad, que traducido a cifras supone número de visitantes, sea quizá la razón de que nada menos tres museos españoles hayan programado exposiciones de Renoir para esta temporada: abrió el asunto la Fundación Mapfre en Barcelona el pasado mes inaugurando muestra de 40 obras del pintor francés, prestados por el Museo de Orsay y el de la Orangerie, que atesoran la mayor colección de obras del pintor, si exceptuamos la colección Barnes norteamericana, que alberga muchos cuadros de la última etapa del pintor, la menos afortunada.

En Madrid, por su parte, se inauguró este martes (estará con nosotros hasta el 22 de enero), bajo el título de Renoir. Intimidad, una retrospectiva en el Museo Thyssen, que reúne 78 obras de Renoir, procedentes de los más prestigiosos museos del mundo, como el Metropolitan de Nueva York, el Art Institute de Chicago, el Museo Getty de Los Ángeles, el Museo Pushkin de Moscú y la National Gallery de Londres. La muestra está patrocinada por la Japan Tobacco International y viajará luego al Museo de Bellas Artes de Bilbao, un enorme y gran museo oscurecido por el fervor mediático del Guggenheim. Pero eso será ya en enero, cuando finalice la muestra madrileña. Tres museos españoles para un solo pintor, al que muchos consideran un artista incomprendido a pesar de su popularidad y su falsa facilidad.

Como Guillermo Solana, comisario de la muestra del Thyssen y director artístico del Museo, autor del catálogo, también, que confiesa que esa falsa popularidad es una de las causas de que le haya costado tanto esfuerzo escribir las páginas del catálogo de la muestra. Para Solana, Renoir es, junto a Monet, el gran pintor impresionista, pero sigue siendo un incomprendido, un pintor detestado por muchos, al que por esa razón su supuesta popularidad se limita sólo a una serie limitada de cuadros: “Es el más difícil de los pintores impresionistas”. Razón por la cual hayan programado esta exposición después de las dedicadas a pintores impresionistas y psotimpresionistas, como Sisley, Monet, Pissarro, Van Gogh, Cézanne, el que se sigue mostrando en el Thyssen dedicado a Caillebotte. Para Guillermo Solana esa falta de entusiasmo ante su obra se debe a que Renoir detestaba a los intelectuales, de los que pensaba eran gentes incapaces de oler, tocar y escuchar con corrección, no digamos mirar, y que se acompañaba con una misoginia muy particular, ya que decía una y otra vez que prefería que sus modelos no pensaran. Quizá, también, y esto no lo dice Solana, su arcádica visión de la vida, de aquello que pintaba, “de buen rollo”, que se diría hoy, resta mirada trágica a la existencia, la hace demasiado fácil de llevar, y eso a pesar de que en su vida personal Renoir no lo tuvo fácil, fue el único pintor impresionista salido de condición humilde y, por si eso fuera poco, a la vejez padeció de una artritis reumatoide que le impedía trabajar y que sólo conseguía con intensos dolores. Es justamente esa etapa la más detestada, la que para muchos es una etapa en la que Renoir hace cromos, se acerca casi al kitsch, el vade retro del arte moderno, lo más detestado...

Renoir. Intimidad consta de seis apartados: los dos primeros muestran los cuadros realizados en su etapa impResionista, que no fue nada larga, perteneció al grupo entre los años 1869 y 1880, cuadros como Después del almuerzo, Almuerzo en el restaurante Fournaise, llamado también El almuerzo de los remeros, Baños en el Sena o Retrato de la mujer de Monet, pero, como le sucedió a Picasso, o en otros órdenes del arte, a Stravinski, lanzó posteriormente su mirada a los clásicos, en el caso de Renoir, Ingres, Rafael, Miguel Ángel...

El Renoir retratista, de la que esta exposición hace gala, es la sorpresa de la muestra, donde junto a retratos casi próximos al atisbo genial los hay sencillamente correctos. Esta quiebra se produce por una cualidad muy de Renoir: si no simpatizaba con el tema, éste se le volvía ceniza. En esta muestra de la Thyssen podemos contemplar los que realizó de la familia Paul Durand- Ruel, el marchante que apoyó a los impresionistas. Hay también algunos paisajes, que Renoir se tomaba casi como descanso temático ya que su obsesión fue siempre la figura humana.

Los desnudos, por ejemplo, de los que hay profusión, y que realizó en abierta lucha con los impresionistas, que pensaban que los desnudos eran cosa de los académicos. Al igual que Degas, se reconcilia con la tradición, con Miguel Ángel, Rubens, Rafael, Tiziano, y realiza desnudos con un marcado tesón de voyeur, como el famoso donde se convierte en un ojo que mira como se bañan unas muchachas en el rio. En agudo contraste las obras que realizó teniendo a su familia como modelo: su esposa, sus hijos, la niñera de estos, Gabrielle...

Cierra la exposición una instalación que gustará al visitante, por lo inesperado: una reproducción táctil de un cuadro que cuelga en la exposición, Mujer con sombrilla en un jardín, donde el visitante podrá tocar el cuadro como lo haría un ciego.... mientras se oyen cantar pájaros y la hierba huele. Espectáculo un tanto gratuito.

Una exposición que muchos critican porque dicen que la mitad de las obras expuestas pertenecen al Renoir artrítico.

En realidad, no hay nada más triste que ser chivo expiatorio de mediocres.

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