'El bar': y al tercer acto descarriló… como siempre

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Cartel anunciador de El Bar, de Álex de la Iglesia.
Cartel anunciador de 'El bar', de Álex de la Iglesia. / Sony Pictures España

No soy admirador de Álex de la Iglesia. No comulgo con sus personajes estereotipados, sus chistes gruesos y sus pasotes de violencia gratuita. Pero también les diré que malo es que un crítico vaya a un pase de prensa con prejuicios. Lo confieso: tras las últimas estupideces de este hombre, me esperaba otro truño y El bar no lo es. Tampoco es una obra de arte que digamos, pero tiene el suficiente ritmo y coña marinera como para que te mantengas interesado por todos los disparates que aparecen en pantalla, que son muchos. Y en un espacio muy reducido, algo que tiene su gracia.

Lo mejor de El bar es su producción (impecable) y sobre todo su ritmo endiablado. Gracias a un guión de velocidad vertiginosa (y diálogos cortos y ágiles) y a un montaje fabuloso, la película no decae casi en ningún momento. Se nota que es, o al menos eso intuyo, una película muy dibujada y magníficamente planificada. El bar es técnicamente impecable, algo que no extraña en De la Iglesia.

Su nueva película es un buen ejercicio de estilo. De cine, en definitiva. Un film mucho mejor que anteriores cuchufletas y películas arrítmicas y farragosas como Balada triste de trompeta, La chispa de la vida, Las brujas de Zugarramurdi o Mi gran noche. Aquí De la Iglesia ha jugado un poco a ser el Buñuel de El ángel exterminador y el Mercero de La cabina y le ha salido una película en cuyo humor entras o no entras, pero que es entretenida y lo más importante: que no da vergüenza ajena.

El texto tiene sus aciertos y algunos diálogos tronchantes, pero cuenta con uno de esos guiones a los que yo llamo guiones “porque yo lo valgo”. La peli va sobre un virus (no les destripo nada, todo lo que sucede es previsible porque ya en los títulos de crédito nos lo anuncian). En fin: un contaminado de Ébola (o eso parece, porque no lo especifican) muere en un bar cutre del centro de Madrid. Cuando dos clientes abandonan el bar son abatidos. ¿Por quién? Ahí lo dejo para no chafarles la película, pero desde luego se explica mal. Y todo ello sin olvidar giros cogidos con pinzas. Ejemplos: lo que hay en la mochila de Mario Casas o en el maletín del personaje argentino. O la gran pregunta: ¿por qué ellos corren peligro y no otros en toda la zona contaminada? Porque yo lo valgo.

En El bar, que podría haber sido una estupenda película de género “seria” (tipo Carpenter o Darabont), todos los personajes son puro cliché sin construcción (marca De la Iglesia): la pija, el publicista hipster, la señora ludópata, el mendigo pirado, la dueña bruta, el camarero bocazas, el poli facha... Todo muy 13, Rue del Percebe, que es lo que le suele gustar a este señor.

Aunque es entretenida y cachonda, a El bar le falla el tono. Otra vez le vuelve a pasar lo mismo al director de Bilbao: pasa de la comedia sainetera al gore y hasta al drama sin transiciones logradas. No se puede pasar de una comedia de terror a un final que es de un intenso que te mueres y en el que parece que estás viendo una especie de El cabo del miedo cañí.

Desgraciadamente, De la Iglesia vuelve a descarrilar su divertido trenecito eléctrico (eso que decía Orson Welles que era el cine) en el tercer acto. No sabe jugar, parece que se aburre, que nunca sabe rematar bien sus juegos. Y no, esta vez no estamos ante un final que parece un gag de Los payasos de la tele, pero casi. A pesar de su estupendo plano final, en esa Gran Vía madrileña que tan famosa hizo el director vasco en El día de la bestia (su mejor película con diferencia) estamos ante otro final ambiguo, mal explicado, precipitado y chapucero.

No falta, claro, un mensaje pesimista sobre el mundo bastante barato para estar escrito por un tipo que estudió filosofía en Deusto. Pero, vamos, que no es nada sorprendente. Las reflexiones de este hombre siempre suelen ser tremendamente gruesas. A saber: todo es una mierda, todo es mentira, todo está podrido. Nadie se salva.

Sigo pensando que es una pena que este señor sea técnicamente tan irreprochable pero cuyos guiones (escritos junto a su amigo Jorge Guerricaechevarría) tan gruesos e infantiles. Una pena que no ruede con obras ajenas.

Lo mejor: Todo el reparto está bien, sobre todo el actor Jaime Ordóñez, cuyo trabajo físico te deja de piedra. También es buena la banda sonora, de Carlos Riera y Joan Valent.

Lo peor: Una escena de confesiones íntimas en el sótano muy mal interpretada, escrita y rodada. Y lo dicho: que descarrila al final, como siempre.

El plan B:

La cura del bienestar es espantosa, de lo peor que he visto en mucho tiempo. Película de balneario siniestro con oscuro pasado, resulta eterna (no acaba nunca), de realización banal y efectista, con giros absolutamente ridículos y un final de lo más descacharrante para una película que es, supuestamente, de terror. ¿Pero qué podemos esperar de Gore Verbinski, responsable de los bodrios de Piratas del Caribe?

Sony Pictures España (YouTube)

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