Trueba: "El aznarismo del PP considera a la gente del cine culpable de su mala imagen"

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David Trueba en una imagen del pasado 3 de abril.
David Trueba en una imagen del pasado 3 de abril. / Efe

Tierra de campos (Anagrama), es el título de la última novela de David Trueba (Madrid, 1969), una novela sobre el poder conjurador de la memoria que tiene al arraigo como tema central de la misma. En ella, un cantante de cierto éxito, acompañado de un chófer negro con su carruaje fúnebre, entierra a su padre en la tierra de campos que le vio nacer. Ello da pie a un torrente de recuerdos que lleva al protagonista a preguntarse qué sera eso de echar raíces, la fuerza de los orígenes, amén de reflexiones muy agudas sobre la generación de los sesenta y la emigración interior española de aquellos años.

Con Trueba hemos mantenido esta entrevista donde se explaya sobre el fenómeno del desarraigo, de los límites impuestos sobre nuestro concepto de globlalización, sobre el IVA cultural y el papel jugado por los escritores de la generación a que pertenece.

-- Parecería que su obra se enmarca en esa tendencia a escribir sobre pensar los orígenes que esta extendiéndose de unos años a esta parte...

-- No estoy seguro de que sea una tendencia actual, si no más bien un proceso eterno, que conforma el arco natural de las preocupaciones de un ser humano. En mis primeras piezas, ya fueran del cine o literarias, reflejaba la natural disposición del adolescente a enfrentarse con la autoridad paterna, con ese sentimiento de vergüenza ante la familia propia, el lugar de origen. En un proceso natural, aprendes a corresponder con cariño a ese origen imperfecto, a aceptarlo, pero sin dejar de preguntarte qué puede haber de ti de todo aquello y sobre todo en qué manera has sabido adecuarlo a tu sensibilidad y tus ideales.

-- Su novela es una suerte de planteamiento del arraigo... Hay una obra maestra sobre el tema, de Simone Weil que vendría a avalar ciertas tesis contenidas en el libro..

"Un ser humano tiene arraigo en virtud de su participación activa en la vida de una comunidad"

-- Sí, cuando Simone Weil reflexiona sobre lo que ella llama el enracinement y que en castellano sería el llanísimo concepto de echar raíces, con el que se tradujo su libro, viene a decirnos que un ser humano tiene arraigo en virtud de su participación real y activa en la vida de una comunidad y ella se refiere a un concepto del pasado pero también de una apuesta por el futuro. Para mí, hay algo odioso en definirse solo como un ser anclado en el pasado, en el territorio, en la familia, en la tribu, y sin embargo es indispensable para el ser humano que busca un refugio, de ahí el éxito del nacionalismo y las patrias como forma primitiva de comunidad. La única manera de trascenderlo es con la generosidad de entender que todo eso no es un valor, sino un accidente y tu esfuerzo debe caminar hacia el futuro, la aceptación, la hospitalidad, la ambiciosa capacidad para entender el ser humano como tu raza, como tu patria.

-- ¿Cómo se le ocurrió el personaje del músico? ¿Como representante de una generación?

Trueba_Tierra_de_campos
Portada del libro de David Trueba

-- Me interesaba contrastar la profesión más contemporánea, la canción como elemento fundamental del arte y la cultura en los últimos sesenta años, frente a los valores del agricultor, el esforzado comerciante de a pie. Y finalmente trazar un paralelismo entre esos campos de cereal trabajados por las familias desde hace siglos, y ese cantante que persigue que le dejen germinar sus canciones, vivir de ellas, cantárselas a los demás. Soy un músico frustrado y de alguna manera he venido mirando de reojo lo que han hecho mis compañeros en ese sector, la vida que han llevado, con sus condicionantes y sus méritos. A la hora de levantar un personaje utilizas muchas variantes, desde la proyección personal hasta la observación.

-- ¿Cree que usted representa la última generación donde el arraigo significa aún algo?

-- Creo sinceramente que somos la primera generación sin raíces asociadas al terruño, al pueblo. Aunque aún queda un margen importante para esa desconexión total que provoca la vida urbana, la globalización, mi impresión es que nunca antes hemos sido tantos los que sentimos que ya no pertenecemos a conceptos primitivos de patria y pueblo, y sin embargo nos sentimos interconectados a la sensibilidad compartida desde puntos muy distantes. Entre escritores o cineastas es casi ridículo limitar tus influencias a los valores nacionales, como mucho estaría el idioma. Pero todo esto lo practico sin renunciar a lo que soy, a lo que hay dentro de mí y a lo que percibo en mi alrededor más cercano. De ahí que la raíz esté presente como una formación específica de persona, pero también el no echar raíces como un anhelo de vida. La enorme contradicción que antes se resolvía volviendo al pueblo natal y que hoy ya no tiene tan fácil solución. Mi barrio de Estrecho, en Madrid, pertenece a una nueva ola de emigración, que ya no tiene que ver con la de mis padres, disfruto sabiendo que son otros los que gozan de mi entorno de la infancia y juventud.

-- Puede ocurrir que ahora el arraigo se produzca pero no ligado a un paisaje sino a unos sentimientos de variada índole... es lo que correspondería a nuestra naturaleza

-- Sí, exacto, es a lo que me refería con una sensibilidad más global, compartida no tanto por los nacionales, sino por las personas con intereses e ideales similares. La red ha permitido esa conexión y ha generado una patria nueva, que aún somos demasiado jóvenes para entender del todo. Tenemos apenas 20 años de análisis para saber exactamente cómo nos ha cambiado la interconectividad.

-- Le importaría explicar toda una tendencia generacional en escritores a intentar explicar cierta identidad mediante la exploración de la personalidad del padre...

"La prolongación de la vida permite al hijo llegar a ser padre con su padre vivo y por tanto se le concede el tiempo de la reconciliación"

-- De Jorge Manrique a Kafka, la exploración del padre es un género literario. El gran cambio que ha sucedido en los últimos años, es que la prolongación de la vida hace que los padres no mueran cuando el hijo es adolescente o apenas joven, sino que compartan más años y permitan al hijo llegar a ser padre con su padre vivo y por tanto se le concede el tiempo de la reconciliación. Esto es una variante literaria increíble y que tiene que ver con la ampliación de la esperanza de vida. Pero fenómenos así tiñen necesariamente la literatura contemporánea.

-- La novela se abre con una cita de Claudio Rodríguez... ¿Le influyó mucho el poeta zamorano a la hora de dar aire a ciertos aspectos de la novela?

-- Claudio Rodríguez, un poco como Caneja, son los grandes retratistas de la tierra castellana como un paisaje interior. Para mí su elocuencia al hablar de la hospitalidad, del esfuerzo, de la idea del artista creador como un señor que abre el taller y trata de arreglar las piezas de una idea del mundo, me parece cercana y familiar.

-- Sus novelas mezclan con acierto humor y melancolía, que creo es sustancial al humor mismo, ¿No cree?

-- El humor nace de la incomodidad, de la pérdida, del miedo, de la ausencia de valor para pelear de otra manera por el sitio, por la personalidad propia. No digo que sea una forma de cobardía, pero es una apariencia de falta de conflicto, aunque dentro estalle su conflictividad absoluta. Por eso en el mejor humor hay una cierta melancolía, porque se sabe un recurso para paliar la pérdida, la ausencia, el paso del tiempo. El humor me parece un rasgo de inteligencia y como tal lo trato de aplicar a mi vida y, si se me permite la expresión, a mi obra.

-- Sus intereses son muy variados, pero se centran en la literatura y el cine. ¿Que pasa con él? ? A que que se debe esa falta de rebaja del IVA?

-- Tengo entendido que aún quedan restos del aznarismo en el Partido Popular que consideran a la gente del cine como culpables de algo no del todo explicado, que tiene que ver con su mala imagen. Pero si se pararan a analizarlo, como todos los odios, responde más bien a complejos propios, porque el cine español como entidad o institución no es una pieza unificada, sólida y de una sola ideología marcadísima. Confío en que con el tiempo, ese agravio se evapore y alcancen la madurez de considerar al cine como una industria delicada pero importante. Más grave me parece que la inversión en I+D haya quedado en su mínimo histórico, eso habla de la poca visión de futuro de nuestros gobernantes.

-- ¿Podría dar su opinión sobre cómo valora el actual panorama literario español, sobre todo el de su generación?

-- Cuando publiqué mi primera novela en Anagrama en 1995, me incomodaba un poco la etiqueta generacional de entonces. Ya no recuerdo si éramos generación X o Y. Me parecía un disfraz para no hablar de los libros en su propio valor y personalidad. Por suerte, andamos cerca de los 50 años de edad y eso disuelve las etiquetas, así que me cuesta un poco reconocerme en una generación concreta, pero encuentro una seriedad de planteamientos, un proceso de preguntarse por los recursos de la novela, por la capacidad de introducir variaciones que cuando se practica de manera discreta y profesional me agrada mucho. Desde Pisón a Marta Sanz, pasando por Jordi Puntí, Ismael Grasa, Pablo Martín Sánchez, Mariano Peyrou, Sara Mesa, Sergio del Molino, Marcos Giralt o muchos otros que ahora no alcanzo a mencionar, percibo un respeto, un deseo de no aceptar los disfraces y enfrentarse a cada novela como un reto nuevo.

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