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La edad de la penumbra: el cristianismo destruye el mundo clásico

  • Comentario literario del libro 'La edad de la penumbra', de Catherine Nixey
 

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Ensayo histórico: La edad de la penumbra

Autor: Catherine Nixey

Edición: Taurus

Hace 1700 años…

Atenea, ahora sin hogar, visita en sueños a un filósofo griego. Lo que aparece como una pesadilla al pensador resulta realidad. Una de las obras de arte más famosas de la antigüedad clásica, la sagrada pieza central de la Acrópolis de Atenas, la que había hecho guardia durante miles de años, ha sido derribada por una turba de cristianos que mutilan a martillazos todo vestigio de arte pagano. Los templos son reducidos a cenizas, comienza la edad de la penumbra, el cristianismo destruye el mundo clásico.

La historiadora de Cambridge y periodista de The Times, Catherine Nixey, relata con un buen ritmo narrativo cómo los auténticos invasores del Imperio Romano, desde dentro y con la ayuda de un emperador, desmontan piedra a piedra, papiro a papiro, toda la cultura ancestral que no pasaba entonces el filtro de la herejía. Un interesante ensayo histórico que lleva el título elocuente de La edad de la penumbra, en una era en que, según Nixey, los filósofos griegos eran perseguidos, la Academia reducida a la más estricta clandestinidad, los libros y papeles sospechosos de heráticos escondidos, sus guardianes acosados…

Más allá de las fantasías y épicas cristianas, de sus mitos y leyendas, Nixey se apoya en más de 600 notas históricas y los estudios de otro historiador británico, Edward Gibbon, autor de la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano. Y así describe una época oscura en la que si no cómplices, han sido colaboradores necesarios altas instituciones académicas.

Cuando el Coliseo todavía dominaba Roma y el Partenón se alzaba imponente sobre Atenas, existía un edificio aún más fabuloso, tanto que los escritores de la época tenían que esforzarse para transmitir tanta belleza: el templo de Serapis. En el 392 d.C., un obispo, con el apoyo de una banda de cristianos fanáticos, lo redujo a escombros. La mayor biblioteca del mundo, la que en el siglo I a.C. reunía 700.000 volúmenes, la de Alejandría, también era saqueada. Las teorías atomistas de Demócrito desaparecían por heráticas. Sin embargo, siglos después, un revés de la Fortuna permite encontrar, escondido en una biblioteca alemana, un volumen del poeta Lucreciano, y así resucitar de la muerte cultural la teoría que tanto influirá posteriormente en Newton, Galileo e incluso Einstein.

Quizás el episodio más cruel rescatado por Nixey con todo lujo de detalles sea la muerte de la matemática, astrónoma y filósofa Hipatia. Este es el fragmento elegido esta semana, perteneciente al capítulo Los temerarios, el descuartizamiento de Hipatia:

Catherine Nixey, la autora de El libro ''La edad de la penumbra'
Catherine Nixey, la autora de El libro ''La edad de la penumbra'

“Hipatia no era solamente una mujer difícil, decían. ¿Acaso no había visto todo el mundo los símbolos y astrolabios que utilizaba en su trabajo? (…) No eran instrumentos de las matemáticas y la filosofía, no, eran obra del diablo. Hipatia no era una filósofa, sino una criatura del infierno. Era ella quien estaba volviendo a toda la ciudad contra Dios con sus trucos y embrujos. Estaba volviendo atea a Alejandría (…)

Un día de marzo del 415 d.C., Hipatia salió de su casa para hacer su recorrido diario por la ciudad. De repente, se encontró bloqueada por una «multitud de creyentes en Dios». Le ordenaron que bajara de su cuadriga. Sabedora de lo que recientemente le había pasado a su amigo Orestes, debió darse cuenta al bajar de que la situación era grave. No podía imaginarse, sin embargo, hasta qué punto.

En cuanto hubo puesto los pies en la calle, los parabalanos, bajo la guía de un magistrado de la Iglesia llamado Pedro —«en todos los sentidos un perfecto creyente en Jesucristo»—, rodearon y retuvieron a la «mujer pagana». Después, arrastraron a la más importante matemática viva de Alejandría por las calles hasta una iglesia. Una vez dentro, le arrancaron las ropas del cuerpo y, después, utilizando como cuchillas pedazos rotos de cerámica, le arrancaron la piel. Algunos dicen que, mientras aún respiraba, le arrancaron los ojos. Una vez muerta, despedazaron su cuerpo y arrojaron lo que quedaba de la «hija luminosa de la razón» a una pira y lo quemaron”.

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1 Comment
  1. Chimista says

    el autor confunde “hierático” con “herético” dos veces y tampoco usa correctamente la expresión “revés de la fortuna”… en un artículo sobre cultura, vaya tela.

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