ENTREVISTA

Luciano Feria: “Mi crítica va dirigida sobre todo al capitalismo como sistema”

  • Entrevista al escritor extremeño, que acaba de publicar su primera novela, "El lugar de la cita"

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Luciano Feria (Zafra, Badajoz. 1957) es, junto a Gonzalo Hidalgo , Luís Landero y Javier Cercas uno de los escritores extremeños más importantes de su generación. Vinculado, sobre todo, a la poesía, es autor de tres poemarios: El instante en la orilla; Fábula del terco, que fue Premio Vicente Gaos de Valencia en 1995 y  De la otra ribera, éste de 2004. Escritor dotado de una capacidad sintética poco común, acaba de publicar El lugar de la cita, publicado por RIL Editores, su primera novela, y como no podía ser menos en autor que publica de tarde en tarde se trata de una narración con vocación de totalidad, es decir, es una suerte de novela en la que caben muchos estilos e incluso modos literarios muy distintos.

Así, comienza como una novela de corte iniciático, al modo de la tradición centroeuropea pero en realidad termina convirtiéndose en una sabia combinación de diversos modos en que caben los diálogos realizados de forma teatral, capítulos con una ausencia de ellos notable o, por ejemplo, algunas incursiones en un género híbrido con el ensayístico, donde el autor se explaya en una crítica social y política, algo nada frecuente en nuestra literatura actual.

Hemos realizado esta entrevista en Zafra donde Luciano Feria explica con asombrosa claridad el origen y consecuencia de la novela, amén de significarse sobre el proceso político en el que estamos sumidos, tan presente en la novela, así como reflexiones sobre los autores que más le han influido y la situación de la literatura extremeña hoy.

-Parecería que esta novela, con toda su extensión, es una suerte de narración dentro de la tradición de la Bildungroman, la novela de aprendizaje, en este caso la de un escritor…

-Sí, desde luego. El primer plano de la novela implica el doble aprendizaje que va viviendo el protagonista. Un escritor, que viene de la poesía, intuye la necesidad de un texto narrativo como cauce para aproximarse al sentido de la vida y a la experiencia de la “otredad” a través de la literatura. Pretende “ensayar” en sí mismo su convicción de que, como afirman Juan Ramón, Steiner y tantos otros, el lenguaje estético es espacio de revelación. Claro, eso suponía, por un lado, lo que podríamos llamar el aprendizaje moral, la búsqueda de la superación del “ego”; por otro, el aprendizaje literario, el de la escritura de la propia novela, el del oficio de narrador, hasta entonces inédito en él. De ahí que además de “novela de aprendizaje”, también se trate de una “novela en marcha”, donde el Escritor va mostrando todos los mimbres con que la construye.

-El estilo, denso, participa de muchos modos de narrar. Noto, por ejemplo, que la narración se desarrolla como un flujo continuo, con ausencia casi total de diálogos aunque, de pronto, hay partes dialogadas que semejarían una obra de teatro. Supongo que tiene que ver con ese recurso continuo a la memoria.

-Es que al ser El lugar de la cita una novela en que la literatura se concibe como uno de los grandes espacios humanos que contribuyen a desarrollar nuestra personalidad y, en última instancia, nuestro destino trascendente, el propio texto se me iba convirtiendo también en un homenaje tanto a la literatura en general como a los grandes creadores hacia los que siento una gratitud inmensa. Así, poco a poco, me parecía que debía intentar una novela donde, además de utilizar los registros que el propio relato fuera exigiendo en relación con la trama, se observara un tributo explícito a la variedad con que se manifiesta el mismo hecho estético: desde el diario al ensayo o al teatro, o desde el monólogo interior a la narración clásica del XIX.

-El escenario principal es Zafra, pero casi como metáfora de un modo de ser que se diría amenazado en su identidad por un futuro inquietante. ¿Cómo se planteó el dar cuenta de ello? Lo digo porque ha dejado de lado los modos tradicionales de dar cuenta de ello.

 

"La amenaza más terrible de un capitalismo en plena crisis quizás sea la crisis del sentido"

-Claro, Zafra es mi ciudad. En Zafra nací, crecí y he pasado toda mi vida. Exceptuando los años de universidad en Cáceres y algunos como profesor de Secundaria en otros pueblos de la provincia, Zafra es lo que conozco de primera mano. Además hoy en día, con la globalización, supongo que están desapareciendo aquellas diferencias significativas entre centro y periferia o grandes capitales y provincias. A mí me parece que, precisamente por todos los gravísimos problemas de injusticia social y crisis del sistema que estamos viviendo, lo que se tambalea dentro de cada persona es la posibilidad de la experiencia del sentido, a la que me refería antes. La amenaza más terrible de un capitalismo en plena crisis, al borde del colapso, y por ello mismo más peligroso, quizá sea esa: la crisis del sentido. Y de ahí que pudiera elegir una ciudad pequeña, la mía, que conozco muy bien, en tanto que los problemas fundamentales de la época son exactamente los mismos que en otros sitios.

 

-¿Es la novela de toda una vida? Así parecería a tenor de lo leído en ella...

-Tenía que ser así… Ya le decía antes que también se trata de un ensayo en sentido doble: es una reflexión sobre la estructura beneficiosa (yo diría que amorosa) de la literatura (y, desde esa perspectiva, algo hay de teoría de la ficción en el libro), pero también es una apuesta personal por “ensayar” en ella el proceso de individuación junguiana, aproximarme a lo que él denominaba el “sí-mismo”. Lo que ocurre es que para que eso se produzca hay que explorar inevitablemente la “sombra” que alberga cualquier persona, y es ahí donde aparece el segundo plano del relato, la novela dentro de la novela, con un antagonista ficticio, Alonso Villoslada, cuya manera de ser y de estar en el mundo es diametralmente opuesta a la mía. Es él quien da lugar a la trama de la estafa urbanística, a partir de la cual el Escritor, como persona, se va convirtiendo también en personaje, pudiendo adentrarse desde sí y desde Alonso en el territorio de los defectos y las mezquindades. Sin excesivo dolor. He podido experimentar en carne propia aquello que aseguraba Lotman sobre la función mitigadora de la literatura; la literatura como juego.

-Como acaba de comentar, usted viene de la lírica, habiendo publicado tres poemarios. ¿Qué le indujo a dar ese salto a la novela?

-Fue un proceso natural. Publiqué mi tercer poemario, De la otra ribera, en la editorial Del Oeste Ediciones por empeño de mi amigo, el gran poeta prematuramente fallecido Ángel Campos Pámpano, pero en realidad estaba inconcluso, le faltaban dos partes de acuerdo con el proyecto inicial. Editado ya el texto, me apliqué con todas mis fuerzas a ellas, pero hubo un momento en que me di cuenta de que desarrollar esa intuición exclusivamente desde la lírica era labor imposible. De hecho, mi poesía, que siempre se había expresado con versículos muy largos (y un claro componente narrativo), desembocó en un texto kilométrico de trece o catorce páginas, el último de aquel poemario; de modo que el “salto” a la novela parecía inevitable.

-La narración es muy crítica respecto a ciertos modos de comportamiento actuales, así, el narcisismo que nos invade. También hay una considerable carga política, o por lo menos crítica con respecto a los modos políticos actuales. Por ejemplo, al final en agradecimientos la sombra de Rajoy es omnipresente, casi como dador de inquietud e incluso, amén de la crítica a la derecha de siempre, se muestra muy lúcido respecto a la socialdemocracia. ¿Cómo valora la intrusión de esos elementos en la narración? Noto que a lo largo de la novela, sobre todo, se da cuenta de la transformación de España en los ochenta.

-[Luciano sonríe]. Rajoy, sí… Está presente en toda la novela casi como otro personaje más, como un compañero de aventuras [Luciano ríe ahora abiertamente]. Verá, no hay nada personal contra él. En absoluto. Lo que pasó sencillamente es que en la novela, desde que la ideé mucho antes de la “Gran Recesión”, el otro polo vinculado con la esperanza del sentido era la crítica al sistema capitalista, puesto que, como le decía antes, ha creado una sociedad cuya estructura inherente de injusticia frena el desarrollo de nuestra semilla altruista. “No existes sin los otros”, dice mi amigo José María Lama en un verso magnífico. Capitalismo, como sistema, y persona son, en última instancia y en esencia, antagónicos. Lo que yo defiendo precisamente en el libro es que, a pesar de ello, podemos aproximarnos a la “cita” humana, al significado de la vida, pero es evidente que con un sistema depredador como el capitalista esa aventura es enormemente difícil. Y esa es la tensión en que nos movemos hoy en día: entre el infantilismo o el narcisismo a que aboca el sistema, ese “crepúsculo del deber” del que hablaba Lipovetsky, y el empuje ético de nuestra evolución.

En definitiva, la crítica al capitalismo era inherente a la novela, pero, al situarla en la actualidad, esa crítica tenía que abarcar desde lo más general hasta lo más concreto del sistema, la crisis de la democracia representativa, y, claro, era Rajoy quien presidía entonces el gobierno de España. Mi crítica va dirigida sobre todo al capitalismo como sistema, pero, como es lógico, un sistema se “realiza” en las aplicaciones políticas, sociales y culturales, y, en ese sentido, el Partido Popular es el que mejor se adecua a la impronta neoliberal triunfante hoy. El PSOE y la socialdemocracia representan otras posibilidades más amables del sistema, desgraciadamente barridas por la contrarrevolución de los ochenta y la crisis, como anunció con acierto Toni Judt, pero ese margen de mejora creo que, sin por supuesto despreciarlo, resulta insuficiente si a lo que aspiramos es a la plena humanización de la especie. La novela, así, da cuenta de todo lo que hemos vivido y estamos viviendo, pero sin caer en una equidistancia que asimismo me parecería injusta.

-A raíz de esta experiencia narrativa, ¿está preparando otra o ha regresado a la poesía o, cultiva las dos?

-Desde que empecé a escribir tuve siempre la sensación de que estaba enrolado en un proceso de comprensión del mundo y de mí mismo que exigía de los textos una especie de desarrollo orgánico, la pertenencia a una unidad que iba creciendo hacia el conocimiento, del mismo modo que la propia vida. Fue una intuición que no me abandonó jamás y que creo que ahora puedo comprender del todo. Así que tras la trilogía poética, que he titulado Sentido y melancolía, y que por cierto publicará también la editorial RIL el año que viene, lo que me queda es completar el proyecto con la trilogía narrativa. Estoy trabajando ahora en la segunda novela, Colonizaron nuestras almas, un  intento de seguir profundizando en la crisis del capitalismo no solo desde la perspectiva de su condicionamiento sobre nuestros modos de ser, sino del debate actual sobre su futuro. Claro que, al paso que voy [Luciano vuelve a reír de nuevo], cada año que pasa me acuerdo más del famoso dicho taurino: “Dios quiera que los toros me respeten las femorales”.-

"Desde que empecé a escribir tuve siempre la sensación de que estaba enrolado en un proceso de comprensión del mundo y de mí mismo"

-¿Podría darnos cuenta de los autores en narrativa que más le han motivado y que, supongo, son la sombra profunda de El lugar de la cita?

-Bueno, como la novela tiene ese carácter ensayístico del que hemos hablado antes, hay dimensiones en ella que se soportan sobre la base de la psicología profunda, humanista y transpersonal, así como de la propia teoría de la literatura, y de ahí que en la nota final haya incorporado una bibliografía al respecto. Y, en efecto, sí, además de todos los novelistas y poetas que de una manera inconsciente hayan podido influir en el libro, creo que hay dos que, por decirlo así, me han tutorado de una manera muy concreta en este proyecto, Tolstói y Coetzee. En Tolstói y otros muchos más (Dostoievski, Galdós…) siempre he admirado su búsqueda de la plenitud humana a través del bien. Me parece una lección impagable. Y, en cuanto Coetzee, pocos como él han analizado con tanta lucidez la “caída” como una oportunidad para la salvación. Creo que estos son dos de los mayores impulsos sobre los que ha pivotado la novela.

-Usted es escritor extremeño que vive en Extremadura. ¿Cómo vive un escritor, me refiero en lo literario, fuera de los círculos de Madrid y Barcelona, generadores de modas?

-Hombre, no voy a negar que algunas veces uno puede echar de menos vivir en el cogollo. Pero, en realidad y para ser justo, Extremadura está atravesando un momento de enorme plenitud cultural y, desde luego, literaria. Aparte de muchos nombres extremeños e ilustres que están fuera de Extremadura pero que mantienen un contacto permanente con la región, hay también un número elevado de voces importantes que siguen aquí. Por otra parte, la Asociación de Escritores Extremeños lleva ya muchos años organizando abundantes actividades en toda la región, aulas por las que está pasando lo mejor de nuestras letras, talleres literarios, presentaciones, etc., etc. No nos falta tampoco apoyo institucional. Gracias a las redes, las relaciones son frecuentes y fértiles. Y si hablo de Zafra, la verdad es que en ocasiones no damos abasto: está el aula de la Asociación (el Seminario Humanístico), el Premio Dulce Chacón, el Foro Zafrense, el Colectivo Manuel J. Peláez, dos librerías que organizan presentaciones cada semana, la biblioteca municipal… En fin, que no podemos quejarnos. Tengo la sensación de que hoy, en Extremadura, el resumen podría ser este: cada cual elige su propio camino.

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