CINE

1917: DreamWorks, en busca del Oscar, blanquea la gran carnicería

  • En 1917 no hay patrioterismo ni nacionalismo, aunque sí un sentido del servicio y el honor de sus protagonistas en una guerra que fue una absurda carnicería
  • La compleja producción de 1917 tuvo el mayor obstáculo en que no era aconsejable, ni respetuoso, rodar en los campos de batalla históricos
  • La película, poco humana, fría y desabrida, carece por completo de construcción de personajes

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Ya tenemos a la gran favorita de los Oscar, cuyas nominaciones pronto conoceremos. 1917 triunfó en la gala de los Globos de Oro, en la que Ricky Gervais se despidió como maestro de ceremonias con un discurso de apertura que dejó helado al CEO de Apple por acusar a su empresa de producir series sobre la dignidad humana mientas usa trabajo esclavo en China. Y 1917 triunfó con solo dos estatuillas de las tres a las que aspiraba, pero eran las más importantes: Mejor película y Mejor director.

En los BAFTA británicos (tierra de su guionista y director, Sam Mendes, nacido en Reading) la película ha logrado nueve nominaciones y compite con las grandes favoritas de este año en todos los premios: Joker, Parásitos, El irlandés y Érase una vez... en Hollywood. Huele a que 1917, rodada en Inglaterra y Escocia, va a volver a repetir éxitos en los BAFTA, que barrerán para casa.

La idea de escribir el guión de 1917 le surgió a Mendes a partir de historias que le contó en vida su abuelo, el conocido novelista Alfred H. Mendes, amigo de autores de la fama de William Saroyan, Thomas Wolfe, Malcolm Lowry o Ford Madox Ford. Su abuelo le contó su experiencia en la Primera Guerra Mundial y le habló de los tipos que conoció en el frente. Solo tenía 19 años y como era bajito (1,63) sus superiores lo eligieron como mensajero en el Frente Occidental.

Para lograr la estructura del guión de 1917 (escrito con Krysty Wilson-Cairns, guionista de Penny Dreaful), Mendes se inspiró en las historias de su abuelo y en lo que leyó en el Museo Imperial de la Guerra. De este trabajo surgió la trama final de 1917: dos jóvenes cabos deben caminar por las peligrosas líneas enemigas con el fin de entregar un mensaje que podrá salvar la vida de 1600 soldados, ente los que está el hermano de uno de ellos.

Así, la historia pasa de lo general (la guerra) a lo personal, pero siempre en el terreno del enorme Macguffin (elemento narrativo para engarzar los acontecimientos) que fue Salvar al soldado Ryan. De hecho 1917 está producida por la misma empresa: DreamWoks, fundada por Steven Spielberg, hombre clave en la carrera de Mendes ya que fue DreamWorks la que produjo su oscarizada y muy sobrevalorada American Beauty, además de las mucho mejores Revolutionary Road y Camino a la perdición, posiblemente la película más acabada y recordada de Mendes.

Aun así, 1917 es más entretenida que la también muy sobrevalorada Salvar al soldad Ryan, que tras un fabuloso arranque se desinfla hasta llegar a ese final relamido, blando y patriotero. Muy de Spielberg, tan aficionado a cargase al final sus propias películas. En 1917 no hay patrioterismo ni nacionalismo, aunque sí un sentido del servicio y el honor de sus protagonistas en una guerra que fue una absurda carnicería y una de las matanzas masivas más vergonzosas de la historia. Aquí los ingleses aparecen como entregados profesionales, cuando la mayoría eran carne de cañón, proletarios analfabetos, todos engañados y fumigados como ratas.

En cuanto tuvo un guión listo, Mendes buscó a sus protagonistas, al cabo Schofield y al cabo Blake. Y los encontró en George MacKay y en Dean-Charles Chapman, a los que arropó con estrellas invitadas como Colin Fith como el general Erinmore y Benedict Cumberbatch (qué voz más alucinante tiene este actor) como el coronel Mackenzie.

Igual que sucedió con la también muy sobrevalorada Birdman (Mejor Película y Director en los Oscar de hace cinco años), 1917 se ha vendido como una película entera rodada en un plano secuencia. Es decir: un plano seguido y sin corte alguno, aunque es una argucia absurda porque es un falso plano secuencia. En realidad la película se rodó durante un mes en diferentes localizaciones. La idea formal, y tan peregrina, es que la cámara jamás abandone al protagonista y lo acompañe en toda su odisea. Y para ello Mendes, por cierto, se pasó casi todo el rodaje metido una furgoneta (junto al coproductor, el primer ayudante y la script) desde la que controlaba cada toma.

Para esta antojadiza y carísima apuesta visual (a la que han llamado, de forma bastante cursi, “cine inmersivo”) fue clave el prestigioso y también caro director de fotografía Roger Deakins, con el que Mendes ya había trabajado en la espantosa película de james Bond SkyFall, en Revolutionay Road y en Jarhead.

1917 no está rodada en plano secuencia sin cortar, pero tenía que parecerlo. Y para eso Deakins usó casi siempre luz natural y sobre todo cielos cubiertos ya que la luz del sol directa conlleva sombras, que son letales para mantener la continuidad. Por eso cuando salía el sol el equipo se limitaba a esperar a que apareciesen las nubes o aprovechaban para ensayar los movimientos de cámara. Y aunque Mendes ya había rodado la larga escena inicial de Spectre en plano secuencia (lo mejor de una mala película), filmar así una película entera fue un reto mayúsculo para todo el equipo.

La compleja producción de 1917 tuvo el mayor obstáculo en que no era aconsejable, ni respetuoso, rodar en los campos de batalla históricos. Mendes y sus productores nunca se plantearon la posibilidad de rodar en Francia porque las trincheras allí son lugares sagrados, hasta con munición todavía intacta en los campos. Además necesitaban hacer grandes excavaciones en las que se verían restos humanos y cuerpos enterrados. Así, las localizaciones se buscaron en el Reino Unido y acabaron rodando en Salisbury Plain, Northumberland, Glasgow y Escocia.

El resultado final es formalmente brillante, pero como historia 1917 es toda una decepción. La película, poco humana, fría y desabrida, carece por completo de construcción de personajes, esa parte del guión no está ni medianamente trabajada. Y hasta carece de un trabajo histórico y político que recuerde lo que fue la Primera Guerra Mundial: una absurda e interminable carnicería, nada que ver con algo épico.

Sam Mendes no es un buen guionista (el de 1917 es su primer guión en más de viente años de carrera en el cine) y lo demuestra con una película que se deja ver pero olvidas en cuanto sales del cine. Y además no vas a volver a verla, cosa que sí haces con grandes películas sobre este conflicto como Alas (el primer Oscar a la Mejor Película, en 1928), El gran desfile, Sin novedad en el frente, La gran ilusión, Senderos de gloria o Gallipoli. Mendes no está en esa liga y sigue demostrando que es un director visualmente competente pero que nunca profundiza del todo, casi siempre se queda en la superficie.

Lo peor: la escena con el aviador alemán (que recuerda al perverso alemán de Salvar al soldado Ryan) y la escena final con el hermano de Blake, que pretende emocionar y no lo consigue. No empatizas nunca con los personajes.

Lo mejor: la escena en el pueblo francés y esa iluminación a base de llamas.

En resumen: una película ideal para ganar premios y olvidar en cuanto has acabado de verla.

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