Los estragos de una crisis: 55 años, tres infartos y una jubilación incierta

  • Rafael empezó a trabajar muy joven, pero en 2015 comenzaron unos problemas económicos de los que aún no se ha recuperado
  • Como tantos otros españoles, hoy tiene trabajo, pero no puede pagarse una casa en plena crisis del alquiler

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Hasta 2015, Rafael era lo que él ahora llama una "persona normal", un ciudadano con trabajo y con techo. Con cierta seguridad. Ese es el año en el que la empresa en la que trabajaba cerró y él dejó de poder pagarse la habitación que estaba alquilando. Desde entonces, comenzó una odisea que su sentido del humor resistió mejor que su corazón. En los últimos años, el estrés de verse en la cuerda floja le ha provocado tres infartos.  Hoy tiene un trabajo temporal y está en uno de los programas de RAIS Fundación, una organización que lucha contra la exclusión social. Quizá su caso no sea tan excepcional. Pertenece a ese 26,6% de españoles que se encuentran en riesgo de pobreza.

Hoy Rafael tiene 55 años. Pertenece a esa generación de españoles que comenzó a trabajar a los 14 y no siguió estudiando: "Me considero bastante bueno en temas informáticos, pero no he estudiado, lo he aprendido sobre la marcha". En 2015 volvió a un mercado laboral poblado de precariedad y de jóvenes universitarios en paro. Cuando encadenó impagos de la habitación donde estaba alquilado, simplemente, se fue."No es que me echase, mi casero se portó bien, pero al llevar 3 meses sin pagar...", recuerda hoy. Cuando perdió todo, no supo dónde acudir. Fue su médico, que vigilaba periódicamente su diabetes, la que le informó de los recursos que tenía disponibles. Él ni los conocía. "Mi médico me dijo que tenía mucho estrés. Le comenté lo que me pasaba y me dijo que acudiera a un trabajador social. Yo no sabía ni que existían, ni que me correspondía. Me dirigí a la trabajadora social del barrio y ella me fue orientando en cada momento". 

Después, los problemas económicos agudizaron sus problemas de salud: "Cuando entré en el Samur, me dio el primer ataque al corazón. Luego me han dado dos más, me operaron y volví al samur social. Allí ya se me acababa el tiempo y entré en el programa de RAIS para personas que tienen una enfermedad y una situación de calle. Allí estuve 18 meses, más del periodo estipulado. Allí me dio el segundo ataque al corazón, que fue el más fuerte. Me implantaron dos bypass y necesité 3 o 4 meses de recuperación". 

Con techo, sin hogar

Rafael es una de esas muchas personas en España que nunca han dormido en la calle, pero tampoco tiene un techo. "Me recuperé de la enfermedad, pero no tenía trabajo y no estaba en situación de poder alquilarme nada, así que me derivaron a otro programa". Allí convivió en un piso con más personas, mientras hacía talleres y sus orientadores le preparaban para buscar trabajo. Encontró uno. A los pocos meses, le hicieron una oferta internacional y se fue al extranjero, pero tuvo que volverse nueve meses después por los problemas de inestabilidad política del país. Volvieron los problemas. 

"Cuando ya estaba recuperado, volví al principio. Al regresar a España ya no tenía nada". Era un viernes de julio y no hacía frío, pero ingenió un truco para no tener que pasar las dos noches que le quedaban hasta el lunes en la calle.  Algunos compañeros le habían advertido de que era "muy jodido". "Como yo no quería quedarme en un sitio fijo, ni en una esquina, me montaba en los autobuses nocturnos e iba de un sitio a otro. Cuando llegaba la última parada, me llevaban a Cibeles otra vez. Me pasé dos noches así. A la 7 de la mañana me iba al Retiro y me ponía a dormir debajo de una sombra".

Primero, una casa

Ahora Rafael lleva casi un año trabajando, aunque no tiene un contrato fijo. Va cada día contento a su puesto. Encontrar un trabajo a su edad y con la discapacidad en la que le dejó su delicada salud es casi un milagro. Aún así, sigue sin poder pagarse un alquiler en Madrid: "Conseguir una habitación está en 250 o 400. No se puede con lo que yo gano". Ahora vive en un piso de RAIS donde paga un alquiler social, un precio asequible a su sueldo, que no pasa de los 700 euros. Está inscrito en los organismos de vivienda de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento, pero sabe que tardan años en llamar. Simplemente, "no hay alternativa". 

El proyecto en el que está Rafael, se inscribe dentro del trabajo de RAIS. En un país donde no hay apenas vivienda pública y donde el trabajo ya no te garantiza un mínimo de bienestar social, esta organización apuesta por que la vivienda sea la base, el trampolín hacia  la recuperación de la vida.

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