Oscuro fondo de la competitividad

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España ha perdido los últimos años capacidad para competir en los mercados internacionales, pese al esfuerzo de internacionalización hecho por sus empresas para recuperar rentabilidad. De ahí que, a la hora de generar confianza en los mercados internacionales para que no le corten la financiación, tenga que esforzarse más que otros países en los dos próximos exámenes” de los mercados. Muchos y duros han sido los deberes, aunque subsisten algunas dudas de que tras esas convocatorias no incurramos en futuras desconfianzas, como las generadas en Grecia la pasada primavera, en Irlanda a finales del verano y en Portugal este invierno. Viene, pues, una primavera difícil para España.

Las próximas oportunidades de demostrar esa confianza internacional en España van a ser el Consejo Europeo del 11 de marzo y la aplicación de las directrices que aprobará en abril y octubre el G-20 para evaluar los indicadores estadísticos recientemente acordados. Ambas llegan cuando el paro y los ingresos reales de la población (es decir, la capacidad de producir y de consumir) no han dejado de disminuir. Acaba de conocerse el segundo descenso anual consecutivo superior al 5% en la renta disponible de las familias (lo detallaba el miércoles Carlos Sánchez), como consecuencia de la carestía de dos tipos de productos excluidos de los análisis de inflación subyacente: la energía (encarecida por las revoluciones árabes, tanto en precios como en seguridad de suministro) y la de los alimentos (uno de los motores de esas revueltas). Al igual que que hasta mediados del 2008, ambos han sido también empujados por la liquidez y especulación global; las reuniones preparatorias de la cumbre del G-20 siguen sin ponerles gravamen o control.

Pruebas inmediatas

Ante el Consejo del 11 de marzo, el Gobierno español ha logrado el apoyo del eje franco-aleman y lleva hechos los últimos deberes, tras la corrección del déficit público (ayer confirmó su objetivo de bajarlo el año pasado hasta el 9,3%, ya que el Estado ha compensado las desviaciones de 9 autonomías) y de la necesidad de financiación exterior (también esta semana se ha conocido su relativa estabilización en menos del 5% de dicho PIB, frente al 0,6% de media europea). Sus ulteriores tareas para presentar mejor cara ante los mercados tras la reforma laboral de verano han sido las reformas de las pensiones y de las cajas de ahorro.

Esta última es guiada por capitales cuyo estado ha de terminar por conocerse precisamente la víspera, el 10 de marzo, como ya sucedió ante otras cumbres europeas. Pero las últimas concesiones a las cajas y sus grupos nacionalistas en plazos y cuantías de los capitales básicos, unidas a otras carencias, pueden dejar algunos huecos para el llamado arbitraje de los especuladores financieros; es decir, que los mercados volverán a pasar factura al riesgo país (tipo de interés de la deuda pública a 10 años) si el Consejo Europeo no resuelve satisfactoriamente sus dudas del último año sobre los mecanismos de rescate, a los que últimamente Alemania ha agregado la perspectiva de los esfuerzos adicionales en competitividad.

Frente al examen del G-20 con las directrices indicativas que se utilizarán para evaluar una decena de indicadores, España ha mejorado el ultimo año en algunos, como fruto de los primeros ajustes; es el caso del indicado déficit fiscal y de la tasa de ahorro privado, tareas difícil la primera y fácil la segunda durante las recesiones. Sin embargo, ha empeorado en otras estadísticas de dos tipos.

Unas pueden ceder algo si se confirman las expectativas de algún crecimiento de la actividad; son la deuda pública y la deuda privada, así como los ingresos por inversiones y transferencias. Pero los otros crecerán en el momento en que se recupere algo la actividad. Ahi estará el que será más observado de todos ellos: el desequilibrio externo compuesto por la balanza comercial, el que mejor refleja la competitividad de cada país, ámbito muy sensible a las políticas que en esa eventualidad se tensarán: las políticas fiscales y las otras que en nuestro caso están totalmente en manos del Banco Central Europeo: las de tipo de cambio y las monetarias, abocadas a subidas de tipo de interés y a presiones hacia la apreciación aunque a la tan cacareada competitividad le convenga lo contrario.

Expectativas de volver a las andadas

Estas expectativas de volver a las andadas, de ver a España, de nuevo, en peligro, no solo se derivan de las las deficiencias que quizá sigan mostrando los líderes europeos en el próximo Consejo, ni tampoco en exclusiva de las concesiones realizadas a los intereses afectados por la reforma de las cajas y sus valedores de CIU y PNV, cuyos votos son necesarios para la mayoría parlamentaria, en el sentido de alargar los plazos para el saneamiento y privatización mediante la salida a bolsa. También y muy especialmente vendrán de los vacíos creados por las últimas estadísticas coyunturales, y en especial de las que mejor miden la competitividad de la que tanto se hablará en es cumbre como condición para los rescates, como son el déficit comercial y por cuenta corriente, de los que se sale la necesidad de importar ahorro del exterior aumentando la deuda total.

El resultado comercial español durante todo el 2010 ha sido un aumento del déficit externo (casi 5%), por mayor crecimiento de las compras que de las ventas de mercancías. El de la balanza por cuenta corriente (que añade al anterior los servicios, las rentas y las transferencias) ha sido una reducción (superior al 18%), aunque no porque hayan crecido las exportaciones netas de servicios como el turismo, sino por la fuerte disminución de las rentas netas transferidas al exterior por el trabajo y del capital, a raíz de la menor actividad de ambos, tanto de los emigrantes como las empresas en el exterior. Casi toda la caída (hasta 47.673,7 millones, desde los 58.298,7 2009) se debió a esas menores rentas transferidas y no a la mejora de los saldos de la balanza de servicios yni siquiera de las transferencias corrientes.

Al contrario, el déficit comercial de mercancías se amplió ligeramente, hasta situarse en 46.361,3 millones de euros frente a los 45.111,2 millones el año anterior. Las exportaciones crecieron mas que las importaciones (17,3 % y 14,1 % en tasa interanual, respectivamente). Pero las primeras siguen siendo mucho mayores, por lo que el déficit ha crecido cerca del 5%, dato desalentador para un año en que el PIB apenas variado (+0,1%, frente al +1,7% de la zona euro) en su mínimo de la dura recesión del 2009, cuando cayó un 3,6% aunque España cerró el ultimo año con menos dinamismo de su PIB respecto al europeo por primera vez en 16 años de convergencia en el nivel de renta.

Nada de transformar el modelo productivo

Este déficit comercial lo justificó el ministro de Industria, Miguel Sebastián, por el encarecimiento de la energía. Los datos confirman que fue resultado de una contracción del componente no energético de ese déficit (alrededor del 36 %) y de la ampliación del energético (aproximadamente el 29 %). Lejos de tirar cohetes, sería para preocuparse por no avanzar hacia la modernización. Ha crecido mas la parte del comercio que mueve la economía tradicional o de transformación de la material. Poco o nada ha mejorado el camino para reducir también los déficit de conocimiento, que es el factor que mueve a la nueva economía de la información.

Sin el conocimiento que genera los valores añadidos, los aumentos de productividad y la consiguiente competitividad necesaria para reducir la necesidad de financiación española del resto del mundo, y así tambien la deuda privada y publica, seguiremos necesitando importar ahorro del exterior en un volumen varias veces superior a nuestra cuota de mercado en el mundo, como sucedió en el 2009, cuando tomamos del exterior nada menos del 8,2% de todo el ahorro neto disponible en todo el mundo, frente al 38,2% de los EEUU, aunque con la diferencia esa economia es diez veces mayor de la española. Seguiremos necesitando un tercio de todo el excedente de ahorro chino, dos tercios del alemán o casi todo el excedente japonés, economías que siguen en tamaño a la de EEUU pero que a diferencia de ésta y de la nuestra exportan capital porque gastan menos de lo que producen cada año, en gran parte porque producen mas para eportar porque tienen mayor competitividad.

No hay que olvidar (seguro que así lo decía Miguel Sebastian en sus informes desde el 2004, textods que luego inspiraron el objetivo de cambiar el modelo productivo “desde el cemento al conocimiento”) que los países desarrollados se especializan en tecnologías y servicios con valor añadido, precisamente en respuesta al reajuste mundial de rentas que se ha acelerado con la globalización. En cambio, los emergentes, lo hacen en en manufacturas (China, Corea) o commodities. Gracias a ello, China, que era la séptima potencia económica en el 2004, hoy es la segunda.

Sin esa transformación del modelo productivo hacia la productividad y la competitividad, ¿se imaginan qué será de España si como parece previsible durante las próximas tres décadas (en una sola generación) los hoy países emergentes habrán pasado del 30% a más del 70% de la renta mundial, con incorporación de mas de 2000 millones de personas a las clases medias?

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