La palabra “monja” es un palíndromo silábico (mon-ja) que, leída hacia atrás y si excusamos el acento, da la palabra “jamón”. Todos lo sabemos desde la infancia y los chascarrillos del colegio, pero no crean que simplemente por eso su evocación merece, siempre y en toda circunstancia, el desprecio de los adultos. A menudo sucede al revés. Los niños suelen decir cosas muy sensatas y sinceras y, viceversa, los adultos frecuentemente intentamos manipular a los demás, con independencia de su edad, como si los demás fueran unos niños a los que conviene tomarles el pelo. Incluso las monjas, que son esposas o hijas de Dios (depende de la orden en la que profesen), tienen la manía, bastante arraigada, de considerarnos niños de teta.
El convento zaragozano de Santa Lucía (16 monjas cistercienses, la mayoría ancianas inválidas) es de clausura, pero no ha renunciado a las pompas del mundo, aunque sus monjitas sean austeras y todas hayan formulado en su mocedad el voto de pobreza. Santa Lucía es un cenobio moderadamente próspero gracias a los pequeños caprichos y pompitas mundanas de sus clientes, que encargan a las hermanas, retribuyéndolas por su trabajo, la restauración de libros antiguos. Se trata de un grupo de artesanas de la venerable cultura de la imprenta a las que ahora, por los sucesos fortuitos de la vida, quizás habría que identificar también con la artesanía de los gourmets de la gastronomía y la alimentación (en la rama de productos del ibérico).
El convento de Santa Lucía, la noche del domingo 27 de febrero, fue objeto de un robo que ha puesto de manifiesto la existencia, entre sus muros, de un almacén del mejor embutido nacional. En uno de sus armarios había, sí, mucho dinero en efectivo –los “ahorrillos” de toda una vida, según las monjitas-, pero además de un cash cercano al millón y medio de euros -en billetes de 500-, en este monasterio de Zaragoza había otro tesoro encerrado y oculto a las miradas del público. Lo que mayor valor tiene en Santa Lucía es su capital humano. Porque en sus bodegas podrían hallarse escondidas algunas actitudes (también genuinamente ibéricas) muy productivas para poner a pleno rendimiento el concepto de “empresa”. No es por faltar, pero hay quien piensa que España es una excelente tierra de chorizos (y “chorizas”, ahora que resulta ineludible usar un lenguaje no sexista y de género) y -volviendo al palíndromo- que España entera es un jamón (ja-món mon-ja) de clausura, es decir, de dinero-embutido y libre de impuestos. Siempre con el PRESUNTO delante (que, dicho sea de paso, en el idioma portugués designa al animalillo del que se aprovecha todo, paletillas de jamón incluidas), por si las moscas. Que no es mi intención ofender gratuitamente a nadie y, menos que a nadie, a unas humildes esclavas de Dios.
El 29 de febrero, dos días después del robo (y uno desde su primera comparecencia en comisaría), las monjitas acudieron de nuevo a la policía para aclarar y matizar su denuncia. Ahora manifestaron que la cantidad sustraída no había llegado a los 450.000 euros y, a mayor abundamiento, que gran parte de la misma podía contarse en billetes de valor facial inferior a 500 euros. ¿Cuántas cosas es capaz de hacer una monja a lo largo de las 24 horas del día? No lo sé, no tengo demasiada experiencia personal. Pero supongo que muchas, como ir al despacho de un abogado y, a continuación, ir a otro de un asesor fiscal.
Una de las monjitas, de nombre Isabel Guerra, pinta mucho en el convento cisterciense de Santa Lucía. Pinta mucho y pinta bien. Su famoso estilo hiperrealista ha hecho de Isabel Guerra una artista muy cotizada que vende sus cuadros entre 40.000 y 50.000 euros la pieza. No sabemos si, como casi todos los artistas, la hermana Isabel es una persona ingenua y su reino no es de este mundo, pues ni ella ni su superior el señor Arzobispo de Zaragoza –así son los dos de lacónicos- han dicho esta boca es mía a propósito del execrable crimen cometido en su diócesis contra una modesta institución religiosa.
La Iglesia Católica y todas las organizaciones que forman su entramado institucional tributan en el Impuesto sobre Sociedades de acuerdo con un régimen especial, muy favorable y privilegiado, el que se aplica a las entidades sin ánimo de lucro. Se trata de un régimen de exención casi total y de baja tributación (tipo de gravamen del 10%), concedida a las rentas de las escasas explotaciones económica no exentas por ley. Además, la Iglesia Católica está exonerada en su práctica totalidad de los impuestos indirectos y de numerosos tributos locales. Y recibe del Estado los ingresos que todos conocemos.
Pero en nuestro caso no se trata de eso. Se trata de una comunidad eclesiástica–un convento de monjas-, sí, pero al parecer financiada en gran medida por una persona –una gran artista- que, aunque sea miembro de la comunidad, no puede evadir su responsabilidad individual, aunque sus beneficiarios plurales –el resto de las monjas- quieran protegerla bajo su cobertura institucional, incluida la de sus superiores jerárquicos. En nuestro Derecho desaparecieron hace mucho, afortunadamente, las responsabilidades colectivas.
Puede que la intención de las monjas, al retractarse de su versión inicial de los hechos y reducir la cuantía de lo robado hasta el entorno de los 450.000 euros, haya sido la de evitar una querella de la Agencia Tributaria –a través del Ministerio Público- por la comisión de un delito fiscal, pues la cuota defraudada ha de superar la cifra de 120.000 euros. Su versión original (1.500.000 euros, al mencionado tipo de gravamen del 10%) las ponía peligrosamente al pie de los caballos…y de los Juzgados de lo Penal. Según parece, el convento está dado de alta en el censo fiscal como una empresa vendedora de cuadros y obras de arte. Ojalá sea así para las monjitas y, sobre todo, para la monja pintora Isabel Guerra, porque si la responsabilidad tributaria –y consiguientemente la penal- recayera individualmente en esta última no podría evitar, quizás, una acusación de delito cometido en relación con su IRPF. En el Impuesto que recae sobre las personas físicas, los tipos de gravamen, de naturaleza progresiva, son mucho más elevados que el 10% aplicable, en el Impuesto sobre Sociedades, a las entidades sin fines lucrativos.
Según GESTHA, un sindicato de funcionarios de la Agencia Tributaria, el 25% del PIB de Aragón (8.300 millones de euros) pertenece a la economía sumergida. Las monjitas de Santa Lucía serán todo lo de clausura que se quiera y habrán formulado voto de pobreza, pero no son tontas. Al revés, son listas, mundanas, una de las hermanas pinta y a las demás les gusta la pesca submarina. En su convento, aunque sea deficiente su seguridad frente a posibles desaprensivos, no es descabellado pensar que tuvieran una cajita “B”. Como una tienda más, como el comercio de la esquina. O como un gran magnate de las finanzas. Defraudar al fisco –como el balompié- es un placer y un vicio nacional si uno puede pagarse la entrada, sea en el palco de autoridades o en las gradas del último anfiteatro.
España sigue siendo un país de guerreros y de místicos. Nosotros somos un país católico, y no una horda de luteranos sin gracia o de calvinistas despiadados que no sienten compasión hacia el prójimo. En España reina la alegría porque las penas del infierno se lavan anticipadamente con el sacramento de la confesión y de la penitencia. Todos nos perdonamos unos a otros nuestros pecadillos y nuestras mentirijillas, siempre que el afectado sea el bien general. Con malos modos pero, en el fondo, con generosidad interesada. Si yo, es un suponer, fuera el ordinario de la diócesis zaragozana, no permitiría que a mis monjas les levantaran la toca para inspeccionar lo que, también es un suponer, guardan en su interior. Jamás. Si algún funcionario entrometido lo intentara, convocaría a la Conferencia Episcopal y hablaría con el mismísimo Obispo de Roma. Yo armaría la de Dios es Cristo.
¡Viva la monja y la mojama! ¡Mueran los mortales! No sus dais cuenta, peazo cafres que la sor presa no tié na que ver, qu’es la madre superiora la que guardaba la pasta en negro de unos estafadores de hacienda que no se atrevian, por si acaso, a contratar una caja de seguridad en Cajaduero. Pues eso, ala, a investigar, que pa eso están los señores piriodistas
Pues pinta muy bien sor Isabel; no me lo negará usted Bornstein. Qué malo es usted, por cierto, no se le escapa ni una.
Con la iglesia has topado amigo Bornstein… Otra institución intocable en este Estado que, por aconfesional, también tendría que ser incuestionable por la gracia de Dios.
Muy interesante el articulo, pero este año no hubo 29 de febrero. ( salvo intercesión divina o milagro)
Pobres monjas, no pueden disfrutar en paz del dinero que gana su hermana pintora.
Pero siendo la familia el principal interes que dice defender la iglesia católica, no hay que olvidar lo bien que vendría todos esos miles de euros a muchas familias españolas que lo están pasando mal. Hay que recordar lo que dijo Jesus al joven rico, «Si quieres ir más allá de los mandamientos, da tus riquezas a los pobres y sigueme».
A elPuñalón: pues tiene usted toda la razón. No hubo ni intercesión divina ni milagro. Sino un error del que suscribe. Ese martes de la aclaración de la denuncia (dos días después del robo) corresponde al 1 de marzo. Muchas gracias por su aviso y perdón a usted y a los demás lectores.
No es de extrañar en los tiempos que corren, caer en la estupided y la difamación gratuita cuando interesa, y no pasa nada.
1º No es posible vender una obra por mas de 20.000 euros sin recibos. Todas las ventas de cuadros estan declaradas en hacienda.
2º La mala fe del panfleto laico queda en evidencia.
3º Se pueden constatar los enseres y las compras del convento, (nada de articulos de lujo gratuitos ni despilfarros.
4º Siguen haciendo obras de caridad y ayudando a los pobres.
5º Tendrá genitales el articulista de poner en entredicho los lujos de las mezquitas españolas y los capitales qiue manejan?
6º Va a ser que no.
Saludos y felicidad para todos, (algunos lo necesitan imperiosamente)
muy señores mios, tener dinero en efectivo(sea la cantidad que sea no es un delito.) si lo es,la agencia tributaria se encargará de verificarlo.No hagamos un juicio sensacionalista y prematuro antes de saber si las monjitas pagan o no sus impuestos.
Estamos en el pais de la pilleria,los politicos roban a manos llenas,los bancos reciben ayudas millonarias del pueblo español que usan para pagar a los abogados que hacen desgraciadas a miles de familias, dejandolas en la calle.
Dejé de leer en el primer enunciado. Qué artículo tan estúpido, debe proceder de Gallegos.