La debacle socialista, una pequeña justicia histórica para Manuel Pizarro

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Nos referimos, naturalmente, al debate electoral de 2008 entre Pizarro y Pedro Solbes, del 21 de febrero, que tan mal sabor de boca dejó en el PP y, sobre todo, en un Manuel Pizarro que había dejado el muy confortable sillón del consejo de Telefónica para meterse de lleno en política. Tan de lleno que tuvo que fajarse en una campaña electoral, día a día, agotadora y llena de sinsabores. No se limitó a esperar con calma una llamada, una vez ganaran las elecciones los chicos de Génova, para ocupar una cartera ministerial, sin el menor desgaste personal. Pizarro, multimillonario hacía ya mucho tiempo, se arremangó y todos los que alguna vez hemos hablado con él sabemos que esos no fueron precisamente los mejores meses de su vida.

En aquel debate, todo el mundo coincidió en que Solbes salió ganador. Un Pizarro agorero avisaba de la terrible crisis que teníamos en ciernes y el ex ministro le acusó de intentar manipular el miedo de la gente para echarles porquería encima. Solbes hizo un último gran servicio al PSOE, pero flaquísimo para el país, diciendo lo que la gente quería oír: que lo de 2008 era un bachecillo sin importancia y que se volvería a crecer por encima del 2% sin problema. Que la fiesta continuaba.

Pizarro salió de aquella con las orejas gachas y encima tuvo que estar en la oposición dando la cara por Rajoy. En petit comité siempre dijo que quería marcharse, pero no podía dejar tirado a su jefe político. Se quedó por decoro y elegancia.

(Un decoro y una elegancia que no mostró casi nadie por Rubalcaba la noche del 20-N. ¿Dónde estaban Trini, Leyre, Zerolo, López Garrido…? Todos esos que se veían perfectamente en primera línea de pantalla en los días triunfales en Ferraz, repartiendo abrazos, sonrisas y desgañitándose a aplaudir. El 20-N estuvo Zapatero, pero no se dejó ver en televisión. Ni nadie más. Es cierto que el candidato pidió dar la cara sólo, pero nadie quiso que las cámaras le captaran en ese momento. La victoria tiene muchos padres, la derrota ninguno.)

Los actuales lodos llegan de aquellos polvos. Han sido muchos los que se aferraron desesperadamente a ese debate y la promesa de Solbes de que nada iba a cambiar, ya que, además, Zapatero velaba por ellos. “Mensaje de tranquilidad y confianza”, dijo Solbes. “España está mejor preparada que nunca” frente a los “excesos de demagogia y de catastrofismo”. “El PP ve España con demasiado dramatismo”.

Pizarro lo dijo: “La fiesta del ladrillo y el consumo está en crisis”. Lo que siguió después es por todos conocido.

Ahora, con un Gobierno del PP, nadie sabe lo que pasará. No tiene ninguna buena pinta que Ángela Merkel esté tutelando las reformas de cada país periférico y, desde luego, los mercados no se han puesto felices en el acto con el triunfo de Rajoy. El propio futuro presidente ha pedido tiempo a los inversores, ya que no puede prometer milagros.

Ojalá, las reuniones del futuro presidente con los banqueros tenga de trasfondo la reforma del sistema como debe ser, en la que las pérdidas reales afloren de una vez, se liquiden las entidades conflictivas, se releven los equipos gestores y se depuren responsabilidades. Soñar es gratis.

Pero la reacción del electorado ha demostrado que Pizarro tenía razón cuando avisaba que ya teníamos encima unos nubarrones muy negros. No es ningún consuelo personal para él, aunque ya nadie le dirá que en ese debate estuvo muy mal.

1 Comment
  1. juansolsona60 says

    Realmente crees que el discurso de Pizarro era resultado de un análisis de la situación real de la la economía. No era solo un seguir la delinea del PP en que todo era un desastre? Otra cosa es que al final tuviera razón, pero dudo que nadie ni desde su propio partido en aquel momento, sucribieran ni una coma de lo que decía sobre la situación económica. Ya vimos como siguió el despilfarro en todo el pais, y aún mucho mas en las autonomias gobernadas por el PP

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