S&P no podía consentir que las subastas de deuda de España comenzaran a ir bien

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Standard & Poor´s apareció el pasado viernes con la tijera, no sólo contra Francia, algo avisado desde hace tiempo, sino contra varios países más de la Eurozona y, concretamente, contra España. Otro hachazo que contiene de nuevo una de esas odiosas paradojas, habituales en este tipo de firmas: como tienen dudas sobre los costes financieros futuros, bajan el rating para tener la seguridad de que haya más problemas con el coste de financiación. Y hace esto justo cuando España estaba encadenando una serie de existosas subastas de deuda, en las que pudo financiarse algo más barato.

Lo de Francia podía tener cierto pase, porque las agencias habían alertado desde hace tiempo que iban a retirarle la Triple A y simplemente Sarkozy actuaba en plan gallito, haciendo lobby y amenazando entre bastidores, en plan “no se atreverán”. Pero España merecía tener el outlook en suspenso. Un paréntesis de gracia abierto, al menos.

Ha habido un cambio de Gobierno, que ha empezado de una manera arrolladora, anunciando medidas de ajuste que rozan lo dramático. Buenas o malas; habrá que verlo, pero el giro es claro. Los nuevos nombramientos tienen un perfil absolutamente técnico, con muchos miembros procedentes de la empresa privada.

Más allá del compromiso con la austeridad fiscal y presupuestaria, va por delante incluso el de la reforma financiera. Los bancos han comenzado a reconocer pérdidas (Banesto, el último caso) y tanto Luis de Guindos como Jaime García-Legaz anuncian una inminente reforma del sector, con una nueva oleada de fusiones, precisamente porque son conscientes de que, en la actualidad, una entidad pequeña frente a la media europea tendrá una enorme dificultad de acceso s los mercados de capitales internacionales.

El recorte de rating llegó el mismo día en el que el Gobierno anunció un procedimiento de sanciones a la Comunidades Autónomas que no cumplan con los objetivos de déficit y un día después de que España colocara el doble de lo previsto de bonos a 3 años, con una rentabilidad descendente respecto a las anteriores colocaciones. Es decir, nuestro país conseguía financiación un poco más barata, algo crucial en estos tiempo.

Y es entonces cuando sale S&P, inesperadamente, a echar un nuevo jarro de agua fría. Dicen que “los costes de financiación externa del país pueden mantenerse en niveles elevados durante un período de tiempo dilatado debido a unas necesidades brutas de financiación externa significativamente altas”.

Esto no era así, ya que desde el cambio de Gobierno las cosas estaban cambiando. La primera semana después de las elecciones tuvo lugar una subasta calamitosa, pero a partir de la intervención concertada de los bancos centrales se dio la vuelta a la situación y el mercado estaba respondiendo.

Standard & Poor´s ha vuelto a poner una china en el zapato a nuestro país cuando menos se esperaba. La empresa, anglosajona, por supuesto, parece empeñada en no dejarnos levantar cabeza. El mercado estaba respondiendo a las medidas del Gobierno y el recorte de rating sólo puede ayudar a empeorar la situación. A nada más. No hubo advertencia previa.

Se vuelve, por supuesto, al problema de fondo: entre las medidas estructurales necesarias no sólo están los recortes. También modificar la naturaleza de la banca de inversión, algunos mercados financieros de carácter exclusivamente especulativo, el papel de las auditoras y, en este caso queda dolorasamente claro, la actuación perversa de las agencias de rating. Habrá que ver cuánto tiempo tardan sus homólogas de Fitch y Moody´s en imitar la gracia. Poco, seguro.

2 Comments
  1. Marcos says

    Las agencias tienen las «narices» de bajar el rating a los estados a pesar de la presión que deben recibir. Ojalá otros no cedieran a los grupos de presión. Recomiendo: La perversidad del mercado tiene remedio http://www.anguloinversor.com/2012/01/la-perversidad-del-mercado-tiene.html

  2. Un servidor says

    Que las agencias tienen narices? Por ejemplo con EE UU o Reino Unido no? Lee El Pais hoy, por ejemplo, lo que dice el economista jefe de Intermoney.

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