Los mercados vapulean a España e Italia ante la irritante inoperancia del BCE

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Comparecencia de Mario Draghi ante la prensa la semana pasada en Fráncfort. / Emily Watibsch (Efe)

Las Bolsas y la deuda volvieron a demostrar ayer que sin la liquidez del Banco Central Europeo (BCE) sólo son frágiles plumas frente al huracán de los especuladores. Ayer, el Ibex se dejó un 3% hasta mínimos anuales, mientras el bono nacional de referencia quedaba prácticamente en el 6%, con más de 430 puntos básicos de prima de riesgo frente a Alemania. A Italia le fue aun peor, ya que su índice de referencia se hundió un espectacular 5% y su bono también está cerca del 6%, cota que indica que los inversores no descartan un rescate financiero sobre el país en cuestión, ya que los costes financieros de la deuda son difícilmente asumibles.

La situación ha cambiado en cuestión de pocos días en España, después de un par de meses de cierta placidez, gracias a las subastas de dinero del BCE que facilitaron un drástico recorte en la rentabilidad de la deuda y un estrechamiento de la prima de riesgo. Pero se ha demostrado que sin la vigilancia de Mario Draghi, los inversores van a degüello. Esta indefensión ha molestado mucho al Gobierno, que no entiende cómo se puede dejar caer al mercado en pocos días hasta volver a poner sobre la mesa el riesgo de intervención.

Vayamos por partes. Las cosas empezaron a ponerse feas el pasado día 28, cuando el economista jefe de Citigroup, Willem Buitter, dijo que España estaba en recesión y sería rescatada en este mismo año. Por si fuera poco, el mismísimo Mariano Rajoy salió poco después con que España estaba en “extrema dificultad”. A todas estas, Mario Draghi ya se había despachado con que España debe hacer más reformas, en unas declaraciones insólitas por parte de un presidente de un banco central, por su capacidad de influencia en los mercados. Si a eso se le unen ciertas puyas desde Italia y claros menosprecios por parte de Francia, los ingredientes para este gran desaguisado están servidos.

En estos últimos casos, está claro que nuestros países vecinos arremeten contra España para distraer la atención sobre sus propias economías, pero ¿a qué juega el BCE? ¿Por qué Draghi está continuamente desconcertando a la comunidad financiera?

El italiando se enfrentó a Merkel con la mega inyección de liquidez del LTRO (Long Term Refinancing Operation, mediante la cual el organismo casi regala dinero a los bancos al 1% de manera ilimitada, a devolver a 36 meses) que ha sido la que evitó el colapso financiero en noviembre. La canciller no quería ayudas artificiales de ningún tipo. Sólo una austeridad elevada a la máxima potencia, que hiciera digerir por sus propios medios a los países la hiel del endeudamiento. Pero Draghi no estuvo por la labor y toreó a la alemana.

El italiano, con anterioridad, había favorecido con sus compras a la deuda española en detrimento de la italiana, por el voluntarismo de última hora de Zapatero con las reformas, mientras que en la península de la bota, Berlusconi presumía y se ponía a la altura de Francia y Alemania.

¿Y ahora? En el  mercado se comentaba ayer que tal vez el BCE esté dejando caer a España hasta que vea cómo se mete en vereda a las Comunidades Autónomas, auténtico problema a la hora de contener el déficit, entre otras cosas porque unas dicen que aceptan los recortes, otras que no y otras que ya veremos. Esa heterogeneidad es, precisamente, la que penalizan los inversores.

El BCE nunca reconocerá que juega a la estrategia del palo y la zanahoria con España, pero el palo está siendo demoledor. Cada retroceso a cotas de rescate supone, de manera implícita, que todos los duros pasos dados por el Gobierno para salir de la crisis no están sirviendo de nada, lo que proporciona otro amargo trago para la sociedad. Y para el propio Ejecutivo. Resultó patético ayer ver a Rajoy dando la espalda a la prensa en pleno ataque especulativo, con la impotencia en el rostro.  Ya no sabía ni qué decir.

La pelota está ahora en el tejado de Draghi. No será de recibo que siga sin lanzar un mensaje que suavice la presión asfixiante sobre una España que cada semana anuncia nuevas medidas de recorte.

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