En una entrevista concedida al diario ABC el domingo pasado el presidente Rajoy, admitiendo su incumplimiento del programa con el que pidió el voto a los electores, lo justifica con la alegación de una causa legítima de fuerza mayor, como si hubiera sido zarandeado por un huracán o un terremoto: “quien me ha impedido cumplir mi programa electoral es la realidad”. O sea, que el pueblo español ha confiado su destino a un presidente soñador al que La Realidad acaba de sacar de la cama. “Bonjour, Señora Realidad, encantado de conocerla”, ha dicho Rajoy al darse cuenta de que la acción política es mucho más fácil de lo que parece, pues sólo consiste en dejarse arrastrar como un títere por los designios irresistibles de la Naturaleza. ¿Debemos aceptar sin ningún tipo de reservas la supuesta sinceridad de la conversión del señor Rajoy a la religión de La Realidad? No estoy seguro del todo porque en la misma entrevista el presidente del Gobierno vuelve a insistir en su antigua concepción de la política para dejar un resquicio a la eficacia y la independencia de las acciones morales. Estoy “intentando ser justo y equitativo a la hora de repartir los esfuerzos”, ha dicho igualmente Rajoy, como si La Realidad también le hubiera concedido cierto margen de elección personal. Pero, aparte de que el presidente tiene una idea muy peregrina de lo que son los valores de la justicia y la equidad, no debemos hacer mucho caso –ya se le pasará- a sus protestas de compasión social, que no pretenden sino encubrir la delectación que siente por su nuevo hallazgo intelectual: La Realidad.
Ahora que al fin Mariano Rajoy es todo un científico social, debemos perdonarle sus pecados de juventud y la ingenuidad bienintencionada con la que se presentó ante el electorado en los comicios del 20 de noviembre de 2011. Sin la menor brizna de una voluntad engañosa para obtener votos, éste –incluido en su programa electoral- era el diagnóstico del Partido Popular sobre el estado de nuestros impuestos: “Durante los últimos años los españoles hemos afrontado la mayor subida de impuestos directos e indirectos de la democracia. Al mismo tiempo, hemos sido testigos del más grave deterioro de las cuentas públicas, del retroceso económico y de la destrucción de empleo. La política fiscal ha obstaculizado la transformación de las estructuras económicas, ha impedido la flexibilización de la economía, y ha desincentivado el ahorro y el emprendimiento”. ¿Cuál era la solución fiscal al desastre económico ocasionado al país por los socialistas dirigidos por Rodríguez Zapatero? En relación con la imposición indirecta este otro era el vector fundamental de las propuestas de reforma fiscal anunciadas por Mariano Rajoy, que en ningún caso significaban un aumento de los tributos: “Modificaremos, de acuerdo con la normativa europea, el régimen del IVA para que autónomos y pymes no tengan que pagar el impuesto hasta que efectivamente se haya producido el cobro de las facturas correspondientes”. Qué poquito se parece -¿verdad?- esta oferta política al ajuste draconiano del IVA que nos ha impuesto el señor Rajoy desde el 1 de septiembre, acosado pero ya convertido en un sabio por las lecciones que le ha enseñado La Realidad.
No hagamos caso a los cínicos partidarios del refrán “piensa mal y acertarás”. Rajoy es un bendito y si se equivocó en noviembre lo fue en su condición de heredero del caudal relicto que le transmitieron los socialistas, un déficit ponzoñoso que ocultaron arteramente a sus sucesores en el Gobierno de la nación. Porque si Rajoy hubiera jugado con nosotros al timo de la estampita su salvación ya no estaría en manos de La Realidad, sino en las prerrogativas que le confiere el sistema político de nuestro país, similares en este caso a las de cualquier otra democracia parlamentaria. Se agarraría entonces como un náufrago a la tabla de la inviolabilidad y la prohibición del mandato imperativo frente a sus electores, que impediría sentar en ese caso a los miembros de la mayoría popular ante los tribunales de justicia. Porque, habiéndoles vendido a los ciudadanos una mercancía averiada, se les podría haber imputado un delito de publicidad engañosa, tipificado en el Código Penal y castigado con pena de prisión, que es el destino reservado a los comerciantes que en sus ofertas o en la publicidad de sus productos y servicios hacen alegaciones falsas sobre los mismos, causando con ello un perjuicio grave y manifiesto a los consumidores. Pero Rajoy no quiere hacer uso de las citadas prerrogativas. Rajoy –si creemos que fue sincera su confesión al diario ABC- es un comerciante político que ha decidido ser autoindulgente y dar rienda suelta a su irresponsabilidad concediendo patente de corso a La Realidad como si ésta fuera una eximente completa de sus numerosas equivocaciones a lo largo de la legislatura. Porque –digámoslo ya con meridiana claridad y sin ambages de ningún tipo- una de dos: o Rajoy es un inepto que no merece ser presidente del Gobierno, o bien es un pillo que ha engañado a sus electores. Ya que La Realidad de la que habla como causante de sus brutales ajustes tributarios no es un acontecimiento sobrevenido que no fuera debidamente mensurable y susceptible de apreciación en noviembre de 2011, en el momento de la cita electoral. Rajoy puede haberse visto sorprendido por la inutilidad y falta de eficacia de sus propias recetas para combatir la crisis, pero nunca por la gravedad de la misma, que ha empeorado precisamente debido a su forma de gestionarla. Él ha destrozado la realidad y no al revés.
Rajoy se hace trampas en el juego del solitario. Escudándose detrás de La Realidad introduce de matute en el tablero político el viejo aforismo latino rebus sic stantibus (estando así las cosas) para simular que las circunstancias concurrentes en el momento en el que alcanzó la mayoría absoluta se han visto después alteradas sustancialmente, y de esta forma -obligado por una coartada supuestamente verosímil- poderse desligar de los compromisos adquiridos en su programa electoral. No obstante, a sus pretextos podemos oponerles su contrato anterior con los electores, adoptado conscientemente pues ya es mayor de edad, y –pacta sunt servanda- exigir, dada su ruptura unilateral del pacto establecido con la mayoría del pueblo español, que dimita por no haber respetado sus compromisos políticos y las estipulaciones del programa con el que ganó las elecciones. Si quien gobierna el país es La Realidad y no el presidente investido por el Parlamento, no necesitamos en absoluto al que voluntariamente reconoce la cesión del poder que le ha otorgado la representación de la soberanía popular a favor de otro sujeto de identidad imprecisa y percibido de múltiples formas por la ciudadanía. Si Rajoy fuera un simple testaferro de La Realidad habría sido el primer autómata de la Historia en dar un golpe de Estado contra sí mismo, abdicando del mandato que le han otorgado los electores. La impostura de Rajoy no puede arrastrarnos a todos a otra cosa que no sea la expedición del certificado de su incompetencia personal, pues nadie le ha autorizado a tratarnos como marionetas en sus pesadillas de ciencia-ficción política. La realidad condiciona pero no determina el entendimiento y la voluntad. Al invertir los términos de la relación, Rajoy demuestra que el problema no es la realidad sino él mismo y su gestión política. Y nadie puede ser a la vez el problema y la solución.
El presidente del Gobierno ha agotado su legitimidad de ejercicio al fracasar sus recetas para sacar al país de la recesión y haberla incluso agravado con sus políticas de austeridad y falta de estímulos fiscales para la recuperación de la actividad económica. No sólo eso. También debe ponerse en sordina su legitimidad de origen al haber abandonado desde el inicio de su mandato, con premeditación y alevosía, la oferta política que hizo a los electores. Rajoy anunció la lista de bienes sociales que iba a traer al país siendo enteramente consciente de antemano de que sus medidas programáticas sólo eran una ilusión para encandilar la voluntad de mucha gente angustiada por la deriva social y económica de España y de sus propios intereses particulares. En los pocos meses transcurridos desde su investidura el presidente Rajoy ha perdido todo su capital político. Ese capital se forma gradualmente gracias a las aportaciones de confianza que ceden de manera provisional los ciudadanos a sus representantes con la esperanza legítima de que cumplan el núcleo de sus compromisos electorales y gestionen con eficacia el interés general. La confianza no es una subvención a fondo perdido y se retira por los ciudadanos cuando advierten, no tanto el error, sino la circunstancia de haber sido manipulados por las intenciones ocultas de los partidos y de sus dirigentes, cuando tienen la sensación de haber sido sólo un instrumento para la conquista del poder. Desde el principio, Mariano Rajoy se ha dedicado a demoler todos los apartados de su programa electoral y se ha transformado en un político irreconocible para los suyos, para gran parte de la gente que le dio la mayoría absoluta. Esa sí que es una realidad incuestionable que Rajoy debería obedecer de inmediato. Nadie, desde luego, podrá acusarle de usurpador si decide aferrarse al cargo para hacer una política que él mismo reconoce que no le gusta y que atenta contra sus principios. Pero en ese caso tampoco nadie podrá apreciar su contribución a oxigenar la vida pública de nuestro país y a subir un poco el listón que el cuerpo social exige superar a sus representantes políticos. Probablemente todos hemos cometido muchos errores y no debemos limpiar nuestras culpas transfiriéndolas por entero, como chivos expiatorios, a los agentes políticos. Aún así, la responsabilidad superior de estos últimos es manifiesta y los desatinos del presidente actual no tienen una posibilidad razonable de enmienda. Rajoy debe dejar de torturarse a sí mismo y a los demás en esta hora tan crítica para la sociedad española.
Lo sabia,lo dije y paricipe activamente en evitar que tal timo llegara al poder.
Bien con el llanto no solucionamos nada, por tanto,pregunto,¿donde hay que firmar?para que este timador-timorato,su gobierno y buena parte de su partido(sector neofranquista) desaparezcan de la escena politica de nuestra democracia… a los puros y populistas les digo que mil veces mejor una democrcia imperfecta,(siempre con el animo de correjirla) que un pensamiento de apolitico o de todos son iguales, pues estas dos posiciones son sinonimo de imbeciles y no lo digo yo lo dijo un catedratico en la primera tansicion…
Ninguno de los dos grandes partidos, sacará a españa de la crisis.
Ambos grandes se fueron a la garganta de las prestaciones sociales.Y Rajoy-es extraño-con el estribillo de zapatero-siete años en la oposición, salta y ni una sola de las reformas pra estar echa con sensatez,
Tanto socialismo y PP son partidos liberales y supra-capitalistas, van a salbvar a la banca privada.Una vez qy¡ue dan ayuda, no vemos que el gobierno empiece la venta de la jungla de pisos-a su precio justo, no hinchado, hable con los q suscribían hipotecas y eche una mano , como a la banca privada y les de facilidades.
Esta situación, es una pescadilla que se muerde la cola y no ayudará a salir de la crisis.
ir a la creación de un partido siglo XX! que supere el que la economía arruine al hombre y el hombre trabaje para la banca privada gratis.
No se quien lo esta haciendo mejor para consolidar el nuevo formato de DICTADURA-SIGLO XIX(en toda europa) que se nos viene encima…Esperanza Aguirre con su Capone-americano o Rosa Diaz con sus Rastas…como apoyar,apoyan bastante Gordillo y sus marines,Vaquerizo y su circo mediatico,en fin, no se,no se…
Pues no,no estoy confundiendo churras con meninas
hay que cambiar el sistema, hay que, respetar, educar, sensibilizar, unas ganancias más justas y equitativas, más humanidad, menos guerras, más solidaridad en el mundo, comprensión, ayuda al más necesitado, y no gritar tanto, terminaremos por no escuchar a nadie, estamos propiciando el caos mundial ¡ Como es posible no nos demos cuenta ! El planeta está empezando a ARDER.
Atentamente
Purificación