Rubalcaba se engaña a sí mismo con su propuesta de reforma fiscal

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Rubalcaba durante la entrevista en TVE del pasado lunes, día 17. / Flickr del Partido Socialista

Mayores impuestos a las rentas y patrimonios más elevados o rescate europeo al Estado español. Ésta es la encrucijada en la que se encuentra el Gobierno de nuestro país y, entre los dos términos de la alternativa, la justicia y la eficiencia económica demandan la primera opción. Es el parecer del secretario general del Partido Socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, abogado defensor de subir los tributos “a los que más ganan, más tienen y más heredan”. Son los tres pilares de una reforma fiscal que debería alojarse en los Presupuestos del Estado para 2013. En su entrevista en TVE del lunes pasado, el ex ministro cántabro volvió a insistir en la necesidad de dicha reforma para salvar a España del naufragio y fue más tajante que nunca en su opinión de que el Gobierno no debe pedir el rescate.

Algunas de las medidas tributarias que propone Rubalcaba son completamente razonables. Sin embargo, no considero acertada su estrategia de oponer la reforma tributaria al rescate europeo en ese juego de contrarios hábilmente manejado por el antiguo ministro del Interior. Tiene calado popular pero adolece de irracionalidad. Y, por encima de todo, Rubalcaba demuestra cierta torpeza de movimientos. El hombre que en su juventud corrió los 100 metros lisos en poco más de 11 segundos es ahora un dirigente político muy lento. El secretario general del PSOE llega tarde al envite que han lanzado a las finanzas públicas del país nuestros acreedores. A los españoles, en cualquier caso, nos resultará muy difícil ganar la apuesta, sobre todo por las oportunidades que va perdiendo en su camino el jefe del Gobierno actual, que con su indecisión y sus continuos compases de espera es todavía más lento de reflejos que su oponente socialista. Pero lo que es indudable es el error de diagnóstico de este último sobre el estado –de liquidación por derribo- de las cuentas públicas y, por consiguiente, también es erróneo el pronóstico que sugiere para su recuperación. Habrá que hacer lo que dice Rubalcaba, pero también mucho más. Detengámonos un poco en el examen de sus recetas.

Los que más ganan

Después de la aprobación por el Gobierno de Mariano Rajoy (diciembre de 2011) de los recargos extraordinarios del IRPF para los años 2012 y 2013, la presión fiscal sobre las clases medias ha alcanzado el límite de su recorrido posible (consumado en su recta final, desde el 1 de septiembre último, por el aumento del IVA). La combinación de tipos de gravamen muy altos en esos impuestos con la merma de las provisiones de bienes públicos (sanidad, educación, prestaciones por desempleo…) ha disminuido tan intensamente la renta disponible de los titulares de rendimientos del trabajo –no olvidemos que soportan aproximadamente el 80% de la recaudación del IRPF-, que se ha llegado a exprimir hasta el hueso por el Estado el jugo fiscal de las nóminas, y ya no resulta exagerado descalificar el sistema tributario español (para las personas que no pueden escapar de sus efectos) de auténticamente confiscatorio (o casi). Aquí los socialistas no pueden aliarse con ninguna inocencia virginal por cuanto fueron ellos quienes, incumpliendo su programa electoral de 2004, decidieron romper (con un hacha más afilada que la del Partido Popular) el IRPF en dos, indultando de sus consecuencias más gravosas a las rentas del capital, de tal manera que la reforma de Pedro Solbes de 2006, todavía en vigor, ha beneficiado precisamente “a los que más ganan”.

Las asimetrías que hacen del IRPF un tributo muy defectuoso no son exclusivamente de orden legal. En nuestro país existe una aristocracia fiscal que apenas contribuye, una casta de intocables a los que no les afectaría en absoluto una subida del Impuesto a la francesa: puedes gravarles con el 75% o incluso con el 100% de sus rentas teóricas y ni pestañean, pues sus ingresos nunca están a su nombre y son invisibles para los funcionarios de Hacienda. Los que más ganan no son oficialmente los que más ganan y a esas personas no se las persigue con incrementos nominales de la tarifa del Impuesto sobre la Renta. Rubalcaba lo sabe porque ha sido portavoz parlamentario y miembro del Gobierno entre 2004 y 2011. ¿Después de su paso por el Ejecutivo ha patentado en el registro de la propiedad intelectual un arma hasta ahora secreta para liquidar a la –en número sobre el total de ciudadanos- pequeña legión de tramposos que se ríen del esfuerzo fiscal que esclaviza -¡a la fuerza ahorcan!- a la masa común pagadora del dinero que aquéllos se ahorran? Si es así, vale. Que lo diga. Y si no, que Rubalcaba le de más vueltas a la manivela de su imaginación.

Los que más tienen

En diciembre de 2008 el Gobierno de Rodríguez Zapatero recibió luz verde de las Cortes para suprimir el Impuesto sobre el Patrimonio. En septiembre de 2011 (recién designado Pérez Rubalcaba candidato del PSOE para las elecciones de dos meses después), el mismo Gobierno que lo había suprimido volvió (con la urgencia de un Decreto-ley) a sacar del cementerio al Impuesto sobre el Patrimonio, que hoy sigue deambulando entre nosotros como un fantasma en los términos acotados por ese Decreto. ¿Ya no lo quiere el señor Rubalcaba? No me extraña, en su estructura vigente el Impuesto sobre el Patrimonio es un placebo fiscal: las comunidades autónomas pueden reducirlo a cero (gracias a las facultades confirmadas por el mismo Rodríguez Zapatero en su Ley de cesión de 2009) y sólo obliga a declarar (que no a pagar) a los titulares de patrimonios superiores a dos millones de euros.

¿Reniega ahora Pérez Rubalcaba de sus antiguas creencias?. Me parece bien y con toda mi modestia le apoyo. Necesitamos un Impuesto sobre el Patrimonio justo y eficiente, pero con vigencia indefinida en el tiempo y no como moneda de cambio de un posible rescate de nuestro país. La alternativa socialista sería como regalarle al Rey una escopeta de aire comprimido para sus aventuras cinegéticas en las praderas de África. Se quedaría frustrado por falta de dinamita. En estos momentos y como solución a corto plazo el Impuesto sobre el Patrimonio arrojaría recursos insuficientes como alternativa realista a la ayuda europea y su devengo anual le privaría de la oportunidad y elasticidad imprescindibles para atender con sus ingresos cualquier contingencia desesperada y extraordinaria de las finanzas públicas, que es precisamente la situación que justo ahora nos da dolor de cabeza y amenaza nuestras carteras.

En los próximos meses España deberá renegociar sus deudas (la pública y la privada) y, debido a su crisis fiscal, no va a encontrar espontáneamente en los mercados financieros a los prestamistas capaces de auxiliarla en esta emergencia. En lo que resta de año el Tesoro deberá captar en los mercados de deuda la hermosa cifra de 75.000 millones de euros. Lo quiera o no Rajoy, el Gobierno deberá solicitar asistencia financiera a la Unión Europea y, además, pedir más sacrificios tributarios a sus ciudadanos y/o reajustar nuevamente el gasto público si no cumple sus compromisos de reducción del déficit. El esfuerzo fiscal que exige Rubalcaba es más justo que el aprobado hasta ahora por el Gobierno del Partido Popular. Sin embargo, Rubalcaba ha perdido el tiempo y llega tarde para alejar a su país del abismo: su propuesta fiscal es necesaria pero insuficiente.

Los que más heredan

Tiene razón Rubalcaba, los impuestos sucesorios han sido en el mundo civilizado el primer atisbo de justicia fiscal frente al dogma –resucitado hace apenas una generación- del individualismo más rupestre: la intangibilidad de la propiedad privada entre los muros de la familia, defendidas ambas como fetiches de un supuesto orden natural de la riqueza particular que no le debe nada a la organización del Estado y a los demás miembros de la sociedad. Es una pena –como ya se ha dicho- que los anteriores gobiernos socialistas se hayan empeñado en consolidar un sistema de financiación autonómica que ha desfiscalizado las adquisiciones hereditarias, sin imponer una tributación mínima, fomentando las rivalidades entre territorios para atraer en perjuicio de la región de origen inversiones, patrimonios y domicilios a cambio de exenciones tributarias (y finalmente de la tumba y la mortaja para los contribuyentes “deslocalizados”). Pero una vez más el secretario general de los socialistas confunde los tiempos. El Impuesto sobre Sucesiones debe ser permanente y no una alternativa, un remedio coyuntural para evitar un rescate, una asistencia financiera exterior, o como quiera que se llame la cosa. Porque sólo la mortandad de una peste negra inminente podría aportar, del lado de los ingresos fiscales, los recursos imprescindibles para evitar el odioso rescate. Pero no creo que el bueno de Rubalcaba nos esté proponiendo esa modalidad de solución final.

3 Comments
  1. Dante says

    Excelente artículo.

  2. Eleazar says

    Sería interesante esa peste negra, al menos desde un punto de vista literario, si diese como resultado una nueva versión del Decamerón en la que los narradores fueran gente como Soraya Saez de Santamaría, o Montoro mismo… Gran artículo.

  3. Kamlesh says

    Habre1 comenzado con mauairhna, luego cocaedna; pero ahora hasta las peledculas piratas apoyan al narco por que aqued un DVD que costaba $20 ahora cuenta $40 por que lo piratas tienen que pagar derecho de piso. Eso es sf3lo un ejemplo de los muchos que abundan en productos legales y sobre todo los ilegales.Conozco a quienes les da miedo andar en la calle y las balaceras, pero andan buscando quien les venda mauairhna para encerrarse a fumarla en la seguridad de su casita.

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