La Diada acerca a las izquierdas en favor del referéndum

BARCELONA.- Ayer fue un día histórico en Cataluña. El independentismo, coordinado por la ANC, Òmnium Cultural y la AMI lo volvió a hacer, por sexto año consecutivo dominó la Diada con una manifestación masiva que desbordó, pacífica y festivamente, el centro de Barcelona. Pistoletazo de salida para la campaña de un referéndum de autodeterminación convocado, unilateralmente, por el Govern en menos de 20 días.

El tiempo corre y los tiempos se ajustan, y cada vez queda más en duda una efectiva respuesta del Estado para pararlo. Tan sólo una acción contundente de los tribunales o una decisión del Ejecutivo podría paralizarlo, lo que sin lugar a dudas obtendría una firme respuesta social en Cataluña. El independentismo goza de muy buena salud. Una actitud dura contra el independentismo por parte del Estado podría llevar a una subida del nivel de confrontación con buena parte de la sociedad catalana. Veremos en qué quedan los recursos al Tribunal Constitucional presentados por el Gobierno y si intentarán bloquear las urnas de cara al 1-O mediante la fuerza policial.

Frente a la evidencia, el Gobierno y el PP parecen impasibles, siguen con la misma táctica: no se va a votar y Carles Puigdemont es una especie de Nicolás Maduro controlado por la CUP. Discurso manido. Parece que en Cataluña no es efectiva la apelación a Venezuela para casi todo, parece que esa táctica está dejando de dar resultado a la derecha española, ya era hora. El discurso del miedo no consigue paralizar la ilusión que se vive en Cataluña de fundar una república. C´s mantiene un perfil algo más bajo que el PP, pues se juega más votos en Cataluña, aunque en la misma línea. Su obsesión, hay que votar en unas nuevas elecciones autonómicas catalanas. Pero es difícil que la política, española y sobre todo catalana, sigan igual después del 1-O.

El PSOE de Pedro Sánchez guarda un exquisito segundo plano, situado entre el apoyo al Gobierno de Mariano Rajoy y una cierta apertura en el Congreso al diálogo y la negociación, aunque en el PSC ya se escuchan voces que hablan de la necesidad de un referéndum pactado para más adelante. “Una Comisión en el Congreso no va a solucionar el problema de Cataluña”, metía presión, ayer, Pablo Iglesias al líder socialista, y le recordaba una antigua apelación de la alcaldesa socialista de Santa Coloma de Gramenet, Núria Parlon, a la necesidad de un referéndum pactado.

Un referéndum pactado al que todavía dejaba la puerta abierta ayer Puigdemont, lanzando otra invitación al regreso a la política de Rajoy a quien, esta vez, parece que su estrategia de dejar pasar el tiempo no le está sirviendo de nada. Un referéndum pactado al que apelaban ayer en su acto de la mañana los comunes, y más bien Podemos. Su estrategia, echar al PP del Gobierno, como forma de conseguir un referéndum acordado por un nuevo Gobierno español progresista y el Govern catalán.

Sobre los comunes cayeron muchas presiones por parte del independentismo en la jornada de ayer. Anna Gabriel, diputada de la CUP, espetaba al final de la manifestación alternativa de la izquierda independentista a Ada Colau: “Nos da igual que vayas a votar o no, pero abre los colegios electorales”. También lanzaba un mensaje a Iglesias: “Al PP se le echa votando el 1-O”. Las bases de Catalunya En Comú votarán esta semana cuál será su postura con respecto al 1-O, si llamar a la participación en la “movilización” del 1-O o no. Se prevé que llamarán a ir a votar.

Más allá de los matices en los discursos y de que este sea, o no, el referéndum definitivo “que necesita Cataluña”, los comunes tienen una buena oportunidad de posicionarse al lado del derecho a decidir facilitando, desde el Ayuntamiento de Barcelona, la votación el 1-O. En el Ayuntamiento de Barcelona gobiernan junto al PSC. Una nueva forma de presionar a los socialistas: podrían haber urnas el 1-O, sin que este sea considerado, de momento, un referéndum vinculante por los comunes, en Barcelona y por qué no también en otros municipios gobernados por el socialismo catalán. Sánchez y Miquel Iceta tendrían que desdecirse, poco probable de momento. El referéndum vinculante, pactado con el Estado, llegaría tras una moción de censura que desaloje a Rajoy de la Moncloa y lleve hasta allí al propio Sánchez. Si no hay un cambio de actitud por parte del PP, la vía unilateral del independentismo seguirá adelante. Pero siempre cabrán nuevas negociaciones posteriores y la política española, como la catalana, puede cambiar.

En una reunión entre Oriol Junqueras y Pablo Iglesias y Xavi Domènech el día de la manifestación en Barcelona por los atentados del 17-A ya trataron el tema de la moción de censura. Una gran movilización el 1-O y un acuerdo contra el PP en el Congreso podría dirigir el proceso a esta situación, la negociación con el Estado dentro del derecho a decidir de Cataluña, los diputados de PDeCat y ERC seguirán en el Congreso después del 1-O, aunque se proclamara la República Catalana. Otra opción es que los socialistas se mantengan firmes, como hasta ahora han anunciado, en su negativa a que sus ayuntamientos faciliten la votación.

En ese caso, el PSC quedaría tocado en su pacto de gobierno con Colau, si esta facilita la votación en la capital catalana. Pero ERC, con sus cinco concejales, podría sustituir a los cuatro del PSC en el gobierno de la ciudad con los comunes. Quizás el pacto entre Govern y Colau para la votación en Barcelona pueda llegar a través de que se abran los colegios electorales sin poner en riesgo los funcionarios municipales, imaginación al poder en busca de fórmulas que satisfagan a ambas partes. Veremos qué acaba haciendo Colau, seguro que la actitud del PP en los próximos días influirá. La Guardia Civil entrando en imprentas y redacciones de periódicos sumará adeptos al referéndum.

Esta entente entre ERC y los comunes, entre el independentismo y el soberanismo catalán de izquierdas, podría suponer una nueva hegemonía progresista que llevara a futuros gobiernos de izquierdas en Cataluña. Un ensayo en el gobierno de la capital catalana no sería una opción descabellada. Pero ERC , con sus diputados en el Congreso, siempre vería con buenos ojos que caiga Rajoy y tener a un gobierno progresista en la Moncloa más proclive al diálogo, sea cual sea el motivo por el que haya que dialogar, una desconexión catalana del Estado tras la consulta unilateral u otro pacto territorial tras un referéndum acordado.

“Referéndum o referéndum”, parece que esta afirmación hecha por Puigdemont hace meses está más cerca cada día de hacerse realidad. Las combinaciones son múltiples y todo dependerá en buena medida de cuánta gente vote el 1-O en Cataluña y de la beligerancia que ponga el PP para pararlo. El proceso catalán está agudizando, a ritmos acelerados, la crisis del Régimen del 78. Después del 1-O, nada volverá a ser lo mismo. El Régimen quedará muy tocado, la monarquía, el modelo territorial... Nuevos consensos se abren paso para una nueva etapa.

Pero un animal herido puede dar respuestas inesperadas y contundentes, a la desesperada. La sombra de la intervención de la autonomía a través de la aplicación del artículo 155 todavía planea por algunas cabezas de la derecha española y la caverna mediática mete presión. Las inhabilitaciones a integrantes del Ejecutivo catalán, también. La materialización de las suspensiones del Tribunal Constitucional a las leyes del Referéndum y de Transitoriedad Jurídica van más lentas. Una respuesta desproporcionada podría tensar mucho la situación política en Cataluña. También podría dejar, más solo todavía, a un PP que, hay que recordarlo, ya no cuenta con mayorías absolutas del pasado. Los presupuestos los aprobó con el apoyo del PNV, un partido nacionalista que siempre ha tenido muy buenas relaciones con Convergència, ahora PDeCat. Itxaso Atuxa, dirigente del PNV en Bizkaia, ayer declaraba que una actitud dura del PP con respecto al referéndum podría dificultar el apoyo de su partido a los presupuestos del 2018.