Las penurias de Google Street View

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Calle aledaña al Congreso de los Diputados en Madrid, vista con Google Street View / cuartopoder

Google Street View es una herramienta magnífica. Su gratuidad sólo hace crecer la grandiosidad de un proyecto con el que, hasta hace bien poco, sólo podíamos soñar. Poder recorrer las calles de cualquier ciudad del mundo - poco a poco crece el catálogo - desde nuestra cómoda posición frente al ordenador, imaginándonos frente a la Casa Blanca o en la puerta del Moulin Rouge mientras preparamos el viaje real que un día nos llevará a vivir la experiencia en toda su magnitud, no tiene precio. Google y su interminable carrera hacia adelante para sacar al mercado nuevas aplicaciones nos lo permite desde hace un tiempo, gracias a una serie de coches que recorren nuestras calles fotografiándolas... y algo más.

El juzgado número de Instrucción número 45 de Madrid ha citado como imputado al representante legal de Google en España para que aclare los datos recopilados por sus coches para este servicio, lo que no quiere decir que el gigante de Internet vaya a ser llevado a juicio. El motivo: los hechos ya conocidos que han llevado a la empresa de California a pedir disculpas en Alemania, y que le está acarreando problemas similares en otros países del mundo. Los coches de Google, en su periplo diario, no sólo recogían fotografías. También se quedaron con datos sobre las redes inalámbricas de miles y miles de ciudadanos y empresas, y es lo que la jueza Doña Raquel Fernandino quiere conocer de primera mano. Qué información se guardó, y saber si incluye nombres de redes particulares, direcciones IP asignadas a los routers o paquetes de datos de los internautas. En el país germano ha sido habilitada una página para que los propietarios de edificios puedan solicitar la desaparición de los mismos en Street View. Desde el gobierno alemán se estima que serán más de 200.000 las solicitudes de este tipo, y el pulso que mantiene el ejecutivo de aquel país con Google puede terminar en una nueva legislación para proteger mejor a los usuarios. En India y Portugal las cosas también están bastante calientes, y la siguiente vuelta de tuerca parece estar dándose en España.

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Pese a los esfuerzos de Google por borrar todos los rostros y matrículas de las fotografías que componen el inmenso collage de su programa, los más escépticos pugnaban por defender a ultranza la privacidad, según ellos amenazada por Street View. Al conocerse la noticia de la recogida de datos de las redes wifi que hicieron los coches, los problemas se han ido sucediendo hasta llegar a los tribunales de justicia por medio de denuncias presentadas por asociaciones de consumidores.

Google es algo enorme. Su potencial no disminuye un ápice pese a los tropiezos de Wave o Buzz, dos aplicaciones lanzadas para comenzar una competición con las redes sociales hegemónicas como Facebook o Tuenti, que se han quedado por el camino, aunque no la aspiración de Google para avanzar en esa senda. Lo ocurrido con Street View es mucho más serio. No se puede especular con la seguridad de nuestros datos en Internet. Arrojar dudas sobre la privacidad que tenemos los usuarios no será bueno para nadie. Primero, porque dará munición a muchos agoreros que cargarán contra las nuevas tecnologías, atrincherados como se encuentran a la espera de que dejemos un flanco descubierto. Segundo, y no menos importante, porque la infinita labor pedagógica que se necesita para incluir cada día a más y más gente en la infinita capacidad que les otorga su participación en la Red, salta por los aires ante miedos que, aunque puedan estar magnificados, echarán para atrás a los más tímidos. Dar el paso necesario para ponerse delante de un ordenador y comenzar a beneficiarse como ya lo hacen millones debe estar acompañado de una inherente sensación de seguridad. En esto tienen mucho que decir los gobiernos, pero las grandes empresas deben asumir su responsabilidad, aunque sólo sea para ampliar su cartera de clientes.

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