La pobreza dispara el estrés en los niños dañando sus habilidades cognitivas

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Los niveles de cortisol en saliva siguen uno de estos cuatro patrones en la respuesta ante el estrés. Esta investigación indica que la regulación emocional, el autocontrol y el rendimiento académico están relacionados con el patrón típico (typical). Por el contrario, los niveles elevados (high), bajo (low) y de descenso (blunted) aparecen acompañados de falta de autocontrol y dificultades de aprendizaje. / nichd.nih.gov

El estrés no sólo es cosa de adultos y ejecutivos atareados. También se ceba con los niños más pobres. Ideado por la evolución como un mecanismo de defensa ha jugado un papel muy importante para salvarnos en el pasado. Sin embargo, en la sociedad moderna, se está convirtiendo en una patología. Ahora, un grupo de investigadores ha establecido una conexión entre pobreza, estrés y niños. La primera dispara el segundo que cortocircuita el cerebro de los más pequeños afectando a sus habilidades cognitivas.

Parece obvio que crecer en un entorno deprimido es negativo para la educación de los más pequeños. No obtienen la necesaria atención de sus padres, que bastantes problemas tienen encima, su acceso al material escolar es más limitado o la enseñanza reforzada es para ellos una quimera. Pero hay un mecanismo fisiológico que lo hace aún más difícil: el estrés.

En situaciones de emergencia, el cuerpo humano libera una serie de sustancias, hormonas, neurotransmisores y glucosa, que hacen que buena parte de sus funciones pasen a un segundo plano y disponen al organismo para afrontar una amenaza. En otros tiempos, era un mecanismo para prepararnos para la lucha o la huida. Una vez que la amenaza desaparecía, los niveles de hormonas como el cortisol, neurotransmisores como la adrenalina o de azúcar en sangre volvían a sus niveles normales.

Investigadores estadounidense han dedicado los últimos siete años a investigar el papel de este mecanismo en el aprendizaje de los niños de entornos deprimidos y han llegado a la conclusión de que la pobreza genera un estrés infantil que estaría perjudicando su capacidad de aprendizaje. En concreto, han detectado altos niveles de cortisol que influyen en la circuitería del cerebro aún en formación de los niños de corta edad. La alta presencia y persistencia de esta hormona inhibiría funciones cognitivas como las de planificación, control emocional y la atención. Los resultados de su trabajo salen en la edición de septiembre de la revista Scientific American Mind.

En uno de sus estudios, impulsados por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos, los científicos midieron el nivel de cortisol en 170 niños de cuatro años de edad que van a la escuela dentro de un programa para familias pobres llamado Head Start. En situaciones normales, la curva de cortisol sigue un patrón en forma de pirámide: bajo nivel antes de una amenaza (un test en este caso), subida repentina durante su realización y bajada paulatina de nuevo al acabarla. Pero algunos de estos niños no se estaban criando en un ambiente normal.

Los investigadores comprobaron que aquellos niños que tenían un patrón normal de cortisol mostraron mayor rendimiento en sus funciones cognitivas, dato que completaron los profesores de los niños señalándoles como los que más autocontrol tenían en clase. Pero los que mostraron niveles anormales de esta hormona fueron aquellos que peor rindieron en las pruebas de matemáticas, lectura y escritura y peor se comportaban en clase.

En otro de sus trabajos, supervisaron a 1.200 niños de menos de dos años y sus familias de varias zonas rurales de Estados Unidos. Usando videocámaras durante los ratos de juego entre madre e hijo, establecieron dos mecanismos básicos de enseñanza por parte de la madre. Por un lado, estaban las que acompañaban y reforzaban la tarea del niño y, por el otro, las que tenían un estilo más autoritario, realizando ellas la tarea y coartando el trabajo de su hijo. Fueron los niños de este último grupo los que mostraron mayores niveles de cortisol y, por tanto, mayor nivel de estrés.

Para completar su hipótesis, realizaron una tercera investigación en la que trataron de determinar la influencia de la pobreza en las habilidades cognitivas de los niños. Los investigadores vieron que, a medida que la familia era más pobre, el estilo de relación autoritaria era más frecuente. En estos casos, los análisis confirmaron de nuevo mayores niveles de la hormona del estrés y, como esperaban, las funciones cerebrales ejecutivas de los chicos rendían peor.

Los investigadores creen que estos datos  apoyan su idea de que los niños que crecen en familias pobres y numerosas, donde los padres están marcados por la falta de dinero y descuidan el cuidado de sus hijos, presentan niveles alterados de cortisol en su organismo que afectan negativamente a sus funciones cerebrales elevadas y, por consiguiente, a su proceso de aprendizaje y rendimiento escolar, condicionando su futuro.

"La posible buena noticia es que, saber la influencia negativa del estrés, también supone que si encontramos la manera de reducirlo, podríamos aumentar la capacidad de aprendizaje de los niños", explica el doctor Clancy Blair, de la universidad de Nueva York y coautor del conjunto de estudios.

De hecho, ahora han iniciado una segunda fase en la que pretenden enseñar a los padres a relacionarse con sus hijos de forma menos autoritaria y a implicarse en su formación temprana. Dentro de un año volverán a medirles el cortisol a los chicos y su rendimiento escolar. Pero, si no se atacan las causas que originan la pobreza en la que se crían, no parece muy probable que vuelvan a la normalidad.

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