Beirut, de las copas a las balas

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Beirut tiene la misma capacidad de regenerarse que de descomponerse. Ora es un reducto de modernidad occidental, ora sirve de escenario a una batalla campal. El último ejemplo se produjo ayer, con tres muertos y una veintena de heridos a pocos metros del centro de la ciudad, donde algunos noctámbulos se bebían la noche en las terrazas más exclusivas de Oriente Próximo mientras otros, menos frívolos, dirimían sus problemas con munición real. Es lo que hace del Líbano algo extraordinario y lo que lo condena a la perpetua inestabilidad.

Dicen que todo comenzó con una disputa personal. Un hombre, acompañado de otro varón, que conduce su vehículo cerca de la mezquita de Burj abu Haidar, un barrio mixto -donde conviven chiíes y suníes- en pleno centro de la capital. Los ocupantes del coche son imprecados por los asistentes a la oración de la tarde, y de los insultos se pasa a la agresión armada. Porque en Beirut no hay ciudadanos a secas: el conductor, identificado como Mohamad Fawaz, era el responsable del grupo chií Hizbulá en el sector, y su copiloto, Munzer Hadi, su ayudante; sus oponentes de la mezquita eran miembros de Al Ahbash, un grupo conservador suní con raíces en el salafismo y de peso menor en el Líbano.

No está claro qué llevó al enfrentamiento, máxime cuando ambos grupos, el Partido de Dios libanés y Al Ahbash, son prosirios y aliados politicos. De hecho, dos miembros de Al Ahbash fueron vinculados al asesinato de Rafic Hariri y permanecieron cuatro años en prisión hasta ser liberados, en 2009, sin cargo alguno. Hizbulá, que considera el Tribunal Especial para El Líbano -que investiga el magnicidio- politizado, defendió la liberación de los arrestados desde el inicio.

De ahí que ambos grupos consideren el incidente un problema personal que no tiene implicaciones mayores, si bien nada en Beirut carece de connotaciones políticas, y mucho menos un enfrentamiento como el que se desató durante cuatro horas en el centro de la ciudad.

Enfrentamientos en Beirut en 2008. (M. G. Prieto)

Según la versión recabada por el diario Daily Star, todo comenzó cuando Fawaz intentó aparcar frente a la mezquita y los seguidores de Al Ahbash trataron de impedirlo. Alguien sacó un arma. El caso es que Fawaz murió, y que en menos de 20 minutos seguidores de Hizbulá armados con fusiles de asalto y lanzagranadas y ataviados con chalecos militares cargados de munición se apostaron en los alrededores de la mezquita para cobrarse venganza. Los suníes, también armados y organizados, se dispusieron a dar batalla. A los dos chiíes muertos hay que sumar un militante de Al Ahbash, Fawez Omeirat. En la prensa local, fuentes hospitalarias afirman haber admitido hasta 20 heridos de bala durante la noche.

Los disparos resonaban en toda la ciudad. Los enfrentamientos se extendieron a otros barrios colindantes, también mixtos, como Blat, Basta, Hai al Leja, Corniche al Mazraa y Ras al Nabaa, mientras un Ejército libanés impotente se limitaba a acordonar las zonas afectadas para contener los tiroteos sin atreverse a intervenir. La razón es que cualquier milicia libanesa, no sólo Hizbulá, está al menos tan bien armada -sino mejor- que las fuerzas de Seguridad locales.

Algunas familias aprovechaban las pausas en los combates para tratar de escapar de sus casas, en escenas que rememoraban los acontecimientos de mayo de 2008, sino la guerra civil. Se trata de los más graves combates que vive Beirut desde hace dos años, cuando la crisis política que enfrentaba a la mayoría antisiria y a la oposición prosiria desencadenó en un amago de guerra civil. Entonces, la decisión del Gobierno prooccidental de desmantelar la red de telecomunicaciones de Hizbulá -que habría expuesto al Partido de Dios al control de Israel- llevó al grupo chií a violar la promesa que justifica la existencia misma de su milicia: que sus armas nunca serán empleadas en el interior del país.

Barricadas en Beirut. (M.G.P.)

En dos días, Hizbulá tomó Beirut por las armas: una semana de combates después -en los que se demostró que todos los grupos políticos disponen de milicias, si bien ninguna tan poderosa como la del Partido de Dios- un acuerdo político gestado por Qatar ponía fin a los combates y a la crisis, alumbrando un gobierno de coalición que facilitó el nombramiento del actual presidente y el camino hacia las siguientes elecciones parlamentarias.

Los dos grupos implicados en los combates de ayer inciden en que no cabe la comparación alguna con lo sucedido en 2008. Anoche, responsables de Hizbulá y de Al Ahbash, reunidos por la Inteligencia militar, emitieron un comunicado conjunto en el que calificaban el incidente como “aislado y carente de ningún tono político o sectario” y se comprometían a “ponerle fin de forma inmediata, así como a prohibir cualquier presencia armada en la zona”. Sin embargo, algunos medios han informado que el Partido de Dios ha exigido la entrega de cuatro implicados advirtiendo que, en caso contrario, los capturarán ellos por las armas.

Amenazas de ese tipo no hacen más que cuestionar la tenencia de armas por parte de Hizbulá. El Partido de Dios se defiende de los intentos por desarmarlo -incluida la resolución de Naciones Unidas 1559, que implica el desarme de todas las milicias pero parece ser válido, a ojos occidentales, sólo para el grupo chií- afirmando que su arsenal está destinado a proteger al país de Israel y no para uso interno. Mientras siga permitiendo que sus seguidores usen su armamento contra otros libaneses, estará dando alas a todos aquellos políticos, locales e internacionales, que exigen su desarme inmediato, lo que significaría el fin de Hizbulá y una completa vulnerabilidad libanesa de cara a Israel.

4 Comments
  1. Jorge says

    Un articulo muy interesante. Por cierto contiene una pequeña errata:

    «(…incluida la resolución de Naciones Unidas 1559…)»

  2. Lilithmemories says

    Gracias Mónica por a aclaración!! 🙂

  3. aguila says

    A la verdad que no se aprende de la experiencia. Parece que los mismos que destruyeron al Libano, quieren destruirlo una vez mas.

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