Un año de cárcel por leer un poema

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Ayat al Qurmozi es una joven religiosa, educada e inquieta. A mediados de marzo, en plena fiebre democrática regional, esta universitaria en segundo año de Educación Superior se dejó contagiar por el valor de las decenas de miles de compatriotas que tomaron la intersección de La Perla para exigir reformas democráticas y se subió a un estrado para recitar un poema. "Somos la gente que acabará con las humillaciones y asesinará la miseria. ¿No oyes nuestros gritos? ¿No oyes nuestros lamentos?", decía uno de sus versos.

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Era su forma de contribuir a la revolución: usando las palabras para concienciar a sus conciudadanos y denunciar la desigualdad en la sociedad dirigiéndose directamente al monarca bahreiní. Sus versos contrastaban con el uso de la fuerza que hacía el régimen para disolverlos, y desafiaban algo más que la costumbre establecida de no criticar a la monarquía.

El poema de Ayat llenó de orgullo a los jóvenes bahreiníes, los mismos que este domingo lamentaron la suerte de esta mujer de 20 años, condenada por un tribunal militar a un año de cárcel por atreverse a verbalizar el sentimiento de la mayoría. 365 días de prisión por hacer uso de una libertad de expresión de la que Bahréin carece.

La dictadura le ha incriminado oficialmente por "tomar parte de protestas ilegales" y por "incitar el odio hacia el régimen", y esos cargos son los que mantendrán a Ayat entre rejas durante los próximos 12 meses. Denuncias como las realizadas por las ONG locales -la Sociedad Juvenil para los Derechos Humanos de Bahréin ha lamentado y difundido la sentencia- e internacionales, como Amnistía Internacional, que ha destacado cómo la libertad de expresión es "brutalmente denegada" en el reino del Golfo, socio privilegiado de Occidente, han sido acogidas con total desprecio por el régimen del rey Hamad bin Issa al Khalifa, cuya dinastía lleva 200 años en el poder.

Que las mujeres estén jugando un papel predominante en las revoluciones sociales árabes no es algo nuevo. Lo han demostrado las jóvenes egipcias que acamparon en la plaza de Tahrir, apoyadas por rostros tan icónicos como la escritora feminista Nawal al Saadawi- las tunecinas que colaboraron en la caída de la dictadura, las valientes yemeníes que han salido a las calles durante cuatro meses para exigir la salida del dictador Ali Abdallah Saleh, la más destacada de ellas Tawarkol Karman, rostro visible de una protesta que podría parecer masculina, o las mujeres sirias que han superado el miedo a la dictadura militar para exigir democracia, como las activistas Soheir al Atasi o la joven Tall al Mallouhi, de sólo 19 años, icono de los presos políticos desde que fuera condenada por espionaje. En Arabia Saudí, el viernes se espera una jornada de conducción femenina que desafiará la norma no escrita que dice que las mujeres no pueden tomar el volante, y que ha llevado a prisión a Manal al Sherief, la joven que se atrevió a grabarse mientras conducía para difundir su vídeo en YouTube y así concienciar a la sociedad saudí de la necesidad de acabar con semejante prohibición. Y en cada país se pueden citar ejemplos.

Sí resulta más novedoso que dictaduras amigas de Occidente, como Bahréin, condenen a mujeres tan inofensivas como Ayat. Según explicó su madre a la agencia AP, la joven se entregó después de que las fuerzas de Seguridad rodearan su casa familiar el 30 de marzo y amenazaran con matar a sus hermanos. "Mi hija no ha hecho nada malo. ¿Es justo lo que le están haciendo? No levantó la mano a nadie. Usó las palabras para expresar sus sentimientos. Se limitó a ejercer su libertad de expresión".

La joven ha denunciado torturas en prisión que suenan a viejo. En el reino de Bahréin, protegido por Arabia Saudí -que ve en el futuro de la dinastía suní su propio futuro- y sede de la V Flota norteamericana, las torturas son tan común como la discriminación. Eso no impide que resulte indignante, y que cada país que calla ante sus abusos sea cómplice del sufrimiento de sus ciudadanos.

2 Comments
  1. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    Yo osaría leer no uno, sino dos, cuatro u ocho, no sé, poemas.
    Yo, judío no ortodoxo, ni tan siquiera practicante…
    Aún recuerdo a una joven mujer, con una cinta verde en su frente, madre, para más inri, a la que habían «envenenado» mentalmente, unos sinvergüenzas, muy creyentes en Alá, esos «superiores» que a los necios nos dicen: «ve, mata y muere, Alá, Dios, etc. te lo pagará en el más allás»… Mientras ellos recogen el fruyo prohibido…
    Cuando veo en fotos de prensa a los papa, a los rouco, a los quien quiera que sea de esa estirpe, me entran ganas de vomitar…

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