Un millón de barbas o un millón de biquinis

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Página de Facebook de la campaña 'Un millón de barbas'.

El pulso entre islamistas y laicos egipcios tiene una cifra mágica: un millón. Un millón de barbas que pretenden sacar a la calle los primeros para demostrar su fuerza, un millón de bikinis que simbolizan, para algunos de los segundos, las libertades de un Estado laico donde el respeto por los demás es un principio fundamental.

Se trata de dos grupos creados en Facebook, una herramienta que ayudó a diseñar la revolución egipcia, y que simbolizan el momento de desafíos que vive el país de los faraones. Hace unos días los religiosos promovieron “la campaña de millón de barbas”, que hoy cuenta con más de 2.200 seguidores, con la intención de animar a los egipcios a mostrar sus barbas [una suerte de símbolo religioso en el Islam suní] a modo de definición de intenciones. “Nadie debe interponerse en el camino del compromiso [religioso]”, explica uno de sus promotores, el clérigo Mohamed Hassan, citado por la prensa regional. Del otro, los seculares reaccionaron promocionando la “campaña del millón de biquinis”, un grupo con apenas 200 seguidores que no tardó en cerrar, con lemas tan explícitos como “libertad, transparencia y nada que esconder”.

El enfrentamiento vía redes sociales es un reflejo de lo que está ocurriendo sobre el terreno: las divergencias entre islamistas y seculares a la hora de diseñar su futuro. Los primeros, representados por los Hermanos Musulmanes y los salafistas –el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que dirige el país de forma transitoria legalizó recientemente Al Nur, la primera facción salafista egipcia- esperan recibir un importante respaldo en las elecciones parlamentarias de septiembre, lo que, de producirse, les permitirá islamizar la Constitución gracias a su peso en la Cámara legislativa e incluso aplicar la Sharia o ley islámica en algunos casos. Porque la reforma constitucional que tanto esperan los egipcios para decidir su futuro ha sido aplazada, mediante consulta popular, hasta después de las elecciones, lo que dejará en manos de los próximos parlamentarios unos cambios determinantes. Los segundos, los partidos laicos y de izquierda, piden que los comicios se pospongan hasta que la reforma constitucional se haga mediante el consenso de todos los grupos.

Juega en su contra el referéndum celebrado en marzo, tras la caída del dictador, mediante el cual el 77% de los egipcios aprobaron posponer la cuestión de la nueva Carta Magna hasta después de las elecciones de septiembre. Era la opción promovida por los religiosos, los únicos con una base social para ganar unas elecciones, ya que sólo los Hermanos Musulmanes –no legalizados pero tolerados durante el derrocado régimen- y el Partido Democrático Nacional, oficialista, tenían una estructura sólida durante la dictadura. Y una vez ilegalizado el partido de Hosni Mubarak, la hermandad islámica lo tuvo fácil para movilizar el voto a su favor y por tanto a favor de su apuesta: la celebración de elecciones cuanto antes que le permitan lograr el mayor número de escaños.

Aquellos resultados no le parecieron significativos a muchos egipcios.  De ahí que unos 40 partidos hayan unido fuerzas para exigir un retraso electoral y la constitución de un comité encargado de redactar una Constitución -o una declaración de Derechos, según la propuesta de Mohamad al Baradei- al margen de religiones, para indignación de los religiosos. Por el momento han iniciado una campaña de firmas –pretenden obtener 15 millones en un país de 80- para convencer al primer ministro en funciones de aplazar la cita electoral. Las principales figuras de la oposición laica respaldan la iniciativa, e intelectuales como el escritor Alaa al Aswani advierten de la presión de los religiosos para obtener una constitución a medida. Nos enfrentamos a una fuerza política que explota los sentimientos religiosos de la gente y cree que es legítimo emplear cualquier método para derrotar a sus rivales y llegar al poder, aunque eso implique acusar a devotos musulmanes de ser infieles”, escribía recientemente en una carta publicada por El País, entre otros diarios.

Lo cierto es que los Hermanos Musulmanes ya no son tan fuertes como antes. Con la libertad, las disensiones internas se han traducido en escisiones –la última, las juventudes de la Hermandad, hartas de ser tuteladas y cuestionadas por la vieja generación de radicales- y eso influirá definitivamente en los resultados electorales. Pero la miriada de facciones políticas producto de la embriaguez de libertad que padece el país de los faraones debilita a la oposición secular, que carece de infraestructura de base y de un liderazgo unificado. Y la hermandad, consciente de sus debilidades, acaba de unirse a una coalición de 17 partidos -entre ellos, algunos laicos- para ahuyentar temores y ganar peso: no se excluye una lista unificada.

Pero los jóvenes que removieron conciencias y vencieron el miedo hasta el punto de ganarle la partida a la tiranía no se piensan dejar robar la revolución por los religiosos ni por los militares que controlan el país. Una nueva revolución se está planeando, esta vez el 8 de julio en la Plaza Tahrir, tan icónica de la insurrección social que definió el futuro de Egipto. La consigna, "salvemos la revolución". "Políticos de todas las tendencias que debatís si necesitamos primero una Constitución o las elecciones: salvad primero la revolución, salvad Egipto primero. Nuestra revolución se está desmoronando", reza el grupo Facebook que convoca, con 60.000 seguidores.

Exigen que la clase política trabaje para resolver los problemas básicos que detonaron la insurrección social y que aún siguen en vigor. Que se acaben los juicios militares contra civiles -ha habido 7.000 desde que cayó Mubarak-, que se juzgue a quienes abusaron de su poder, que se garantice la libertad de expresión... Cosas en las que Amnistía Internacional está completamente de acuerdo, de ahí que haya lanzado una campaña para exigir a los militares a cargo del Gobierno transitorio egipcio que tome medidas. "Hay una oportunidad increíble para que las autoridades egipcias demuestren que han roto claramente con los abusos del pasado", retaba el secretario general de AI, Salil Shetty, en una reciente visita a Cairo. "Como declaración de intenciones, las autoridades deben levantar inmediatamente la Ley de Emergencia y acabar con 30 años de estado de emergencia. Su continuada existencia, combinada con otras medidas restrictivas, crea una atmósfera de desconfianza que afecta seriamente a la preparación de las elecciones".

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