Ghajar, una ciudad dividida en dos para la tropa española en el Líbano

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Dos soldados españoles custodian la potabilizadora israelí situada en territorio libanés. / Mónica G. Prieto

PERÍMETRO DE GHAJAR (LÍBANO-ISRAEL).– El herrumbroso letrero escrito en hebreo que ven en la imagen es una anormalidad en sí mismo. Se trata de una bomba de agua situada en el sur del Líbano, un país en guerra con su vecino del sur desde hace más de 60 años. Resulta difícil de creer que esté escrito en hebreo en el interior de un país que prohíbe por ley -la Ley de Boicot anti-Israelí, aprobada en 1955 y aún vigente- que sus ciudadanos mantengan una conversación con un israelí, hagan negocios con empresarios hebreos o compren una publicación impresa en Israel.

No es frecuente ver inscripciones en hebreo en el Líbano, con la excepción de la Sinagoga judía del centro de la ciudad y del cementerio judío. Pero excepciones son legión en las guerras de Oriente Próximo, y la mera presencia de esta desgastada placa en la valla que rodea la planta de agua es un buen indicativo de la sensibilidad de la misión que desempeña la FINUL, la Fuerza Interina de Naciones Unidas para el Líbano, y en concreto el batallón español, que tiene bajo su responsabilidad el perímetro de Ghajar, la ciudad dividida ocupada en su mitad norte por Israel. Tampoco podría importarle mucho a nadie la existencia de una planta israelí en territorio libanés dado que nadie frecuenta la carretera que permite su acceso. "Para aliviar tensiones se impide la entrada al personal civil. La población no puede pasar de un lado a otro ni tampoco se permite acceso a las IDF [Fuerzas Defensivas Israelíes] ni a las LAF [Fuerzas Armadas Libanesas]", explica el capitán Juan José Pereda, mientras conduce el primer coche del convoy que recorre la aislada pista de tierra.

El capitán Juan José Pereda, en la torreta de observación de la ONU que se alza frente a la Ghajar ocupada. / M. G. P.

Pereda tiene bajo su mando dos posiciones vitales para la misión internacional en el Líbano: la 4-28 y la 9-64, ambas destinadas a velar por la tranquilidad de Ghajar. Enclavada en los Altos del Golán sirios, ocupados por Israel en 1967, la pequeña localidad de apenas 2.200 habitantes representa como pocas el conflicto árabe-israelí. Ocupada por Israel, disputada por Siria y situada en el Líbano, pasó 33 años invadida hasta que, en el año 2000, Tel Aviv ordenó a sus hombres retirarse del sur del Líbano. Entonces llegaron los cartógrafos de Naciones Unidas y trazaron la Línea Azul, demarcación provisional de la frontera entre ambos países enemigos.

Pero la famosa línea pasaba justo en medio de Ghajar: la zona norte quedaba del lado libanés y la sur del lado israelí. En la guerra del verano de 2006, las tropas israelíes que invadieron de nuevo el sur del Líbano volvieron a tomar posiciones en el sector norte de Ghajar. Y de allí nunca se replegaron, pese a que la resolución internacional que les insta a ello.

A juzgar por la visión que ofrece la ciudad desde la posición de Pereda, a apenas mil metros y con una privilegiada vista sobre la misma, no tiene mucha intención de ceder el sector norte: toda la localidad está rodeada por una alambrada -la llamada valla técnica con la que Israel delimita lo que considera su territorio, que no siempre coincide con la Línea Azul- y una zona de seguridad.

Con 136 militares a su cargo, el capitán Juan José Pereda describe su zona de acción como "una zona peculiar, porque los libaneses no tienen acceso a la misma: solo Naciones Unidas". Su misión, explica Pereda, es evitar movimientos de población entre ambos países -"como intentos de tráfico de drogas", detalla- y mantener la estabilidad, ya que la delimitación de la Línea Azul, una de las principales misiones de la FINUL, es imposible en esta región. "Hay demasiadas minas para intentarlo", aduce.

La ciudad de Ghajar, vista desde el lado libanés. / M. G. P.

El capitán conduce por una carretera que podría considerarse española, ya que son sus tropas las únicas autorizadas para transitarla. A la izquierda se alza Ghajar, con algunos toscos edificios pintados de alegres colores. Las aguas del río Wazzani se escuchan con fuerza. Tres posiciones israelíes vigilan el perímetro de la ciudad, pero desde el Líbano la vida parece ausente del sector norte de la polémica ciudad dividida.

Una vez al mes, los uniformados del capitán tienen contacto directo con los ciudadanos de Ghajar. "La ciudad depende del agua del Wazzani, así que hay dos bombas de agua: una israelí y otra libanesa que abastece a la región Arab Wazzani", confía Pereda. "Gracias a un acuerdo aceptado por el Líbano en 2000, la bomba israelí sigue explotando las aguas libanesas para abastecer a Ghajar, así que una vez al mes escoltamos a civiles que realizan el mantenimiento de la instalación", añade. En las proximidades de la planta puede verse un camino de tierra que muere en una puerta cerrada por un candado: por la misma los técnicos de Ghajar salen de la villa cada vez que toca revisión.

El español quita hierro a la responsabilidad que ha llevado durante cinco meses pero el pasado 1 de agosto su actuación evitó que un intercambio de disparos fuera a mayores. O lo que es lo mismo, abortó un amago de guerra que habría reactivado las tensiones entre los dos países. "No estoy autorizado para hablar de ello", esquiva con media sonrisa. El general Miguel Alcañiz, responsable de la Brigada Multinacional del Sector Este de la FINUL, dirigida por España, sí lo está y lo hace desde la Base Cervantes. «Una patrulla de las IDF cruzó la valla técnica y se dirigió al río Wazzani», explica el general. «Una posición de las Fuerzas Libanesas percibió un movimiento extraño e hizo disparos de advertencia. La patrulla israelí volvió a su posición inicial pero contestó al fuego. Nosotros estábamos en la posición de Ghajar, un kilómetro más al norte, y mandamos rápidamente una patrulla para desplegar y calmar la situación. El capitán hizo prácticamente una labor de interposición».

Un militar español, de guardia en la torreta de vigilancia situada frente a Ghajar. / M. G. P.

No ha sido el único incidente que ha tenido como escenario Ghajar y sus proximidades. Un rápido vistazo a la hemeroteca recuerda episodios anteriores: en febrero de 2008 los israelíes impidieron a las tropas españolas cercar la carretera, días después de que un libanés fuera abatido por disparos israelíes; un mes antes un pastor libanés fue secuestrado por tropas israelíes.

En otros lugares de la frontera, la guerra aún ha estado más cerca, casi siempre a causa de la ausencia de demarcación de la Línea Azul en muchos puntos de su trazado. "De 400, hay 230 puntos todavía sin marcar", explica desde la Base Cervantes de Marjayoun el comandante Luis Sanz Muñoz, jefe de Operaciones de la Brigada Multinacional, quien se refiere a Ghajar como una "exención aceptada por la ONU". En ningún lugar de la resolución 1701 que puso fin a la guerra de 2006 se dice que la villa sea un caso excepcional; literalmente "exhorta al Gobierno de Israel a que, una vez iniciado el despliegue [de la fuerza internacional] retire todas sus fuerzas del Líbano meridional de forma paralela".

Pero violaciones de la resolución hay muchas. Sobrevuelos frecuentes del espacio aéreo libanés por parte de la aviación israelí, el cruce ocasional de la Línea Azul por ciudadanos de ambos países -o incluso por animales, vacas y ovejas suelen ser acusadas de violar la demarcación cuando atraviesan sin saberlo a territorio enemigo en busca de pastos-, extrañas explosiones en el sur del Líbano atribuidas a arsenales chiíes, un Hizbulá que presume de haber duplicado su arsenal desde la guerra de 2006... Sin embargo, la calma se mantiene entre ambos países, algo que la FINUL se atribuye como mérito propio.

La prensa local publica habitualmente reportes de cuán cerca está la devolución del sector norte de Ghajar desde 2007, pero lo cierto es que nunca se ha consumado. Y no parece ser un titular próximo. Ghajar promete seguir siendo uno de los principales puntos calientes de la misión internacional y un quebradero de cabeza para los españoles.

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