La militarización de la revolución siria

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Milicianos civiles de las Brigadas Verdes, en la provincia de Homs. / Mónica G. Prieto

RIF HOMS (SIRIA).- Al entrar en la estancia, la sonrisa infantil de Mohamed al Dalaub recorre los rostros de los presentes sin timidez. Comienza la ronda de apretones de manos y besos en las mejillas. Es obvio que la relación del joven con los comandantes militares del barrio rebelde de Baba Amr, hoy refugiados en el exterior, es estrecha. El brillo rebelde y esperanzado que solía iluminarle el rostro ha cedido su lugar a cierta amargura.

“En la última ofensiva contra Baba Amr perdí a mi padre. Le asesinaron los uniformados de Assad en venganza por no haberme encontrado”, explica con parsimonia este obrero de 23 años que, hace apenas unos meses, ponía música a las manifestaciones pacíficas del barrio de Baba Amr. El pésame de la reportera es ignorado por una mirada absorta en sus propios recuerdos. "¿Te acuerdas de Mohamed Darmush, el joven que me acompañaba tocando el tambor? También murió en la ofensiva”, dice chasqueando la lengua.

“Yo creía en la lucha pacífica”, prosigue Mohamed. “Hasta el pasado febrero, cuando me di cuenta de que no hay más espacio para protestas pacíficas. Nos están bombardeando, y no nos vamos a defender de las bombas coreando consignas. Nos han obligado a tomar las armas”.

Ahora Mohamed no parece el joven inocente del pasado diciembre, cuando renegaba de los combates y pasaba las horas con sus amigos, componiendo temas que cantar en las manifestaciones. Una cazadora de camuflaje dobla su tamaño y endurece sus facciones. “Por desgracia ya no es el momento para un cambio político, es el momento de un cambio militar”, asevera en la minúscula y precaria vivienda de la provincia de Homs donde se reúne con tres jefes de grupos armados, todos adscritos al Ejército Libre de Siria. Ninguno de ellos es desertor: se trata de civiles, al mando de otros civiles, que constituyen un buen ejemplo del giro que está dando la sociedad siria como consecuencia de la campaña de bombardeos indiscriminados del régimen de Damasco.

Mohamed al Dalaub en una de las manifestaciones de diciembre en Homs. Hoy es un miliciano. / Mónica G. Prieto

En otra posición del ELS, a unos 20 kilómetros de la primera, una docena de milicianos se cobija bajo un precario chamizo en medio del bosque. Media decena de relucientes fusiles de asalto norteamericanos M-16 pasan de mano en mano con evidente admiración: acaban de llegar del Líbano, donde los combatientes afirman haber pagado hasta 6.000 dólares por cada pieza. Los hombres parecen profesionales, pero todos, salvo dos de ellos, admiten ser civiles que, en un momento u otro de la revolución siria, se desengañaron con la vía pacífica y optaron por alistarse en el Ejército Libre de Siria y tomar las armas. Si antes eran excepciones, en el caso de Homs los civiles parecen integrar ahora el grueso de la fuerza que se opone a Bashar Assad mediante la vía armada, y lejos de esconderlo se refieren con orgullo a su nueva condición.

Estos civiles no representan a la sociedad siria, ni siquiera a ese gran sector hastiado de miedo y dictadura que sale a las calles para exigir libertad y dignidad y sigue confiando en las protestas incruentas. Pero sí representan a la población de Homs, la ciudad más castigada por la artillería de Bashar Assad, y en concreto a la de Baba Amr, el barrio mártir demolido por las bombas, y suponen una inquietante premonición de cómo puede acabar la revolución siria si el régimen sigue empleando la violencia en lugar del diálogo.

Abu Leila, comandante de las Brigadas Verdes –él mismo eligió el nombre por sus connotaciones islámicas- reside en la precaria edificación donde se reúnen los responsables militares. A su lado se sientan Abu Hamid y Abu Hassan, jefes militares de Baba Amr. “La mayoría de la población masculina de Baba Amr ha tomado las armas”, explica Abu Hamid. Afirma disponer de 250 hombres, de los cuales sólo 50 son soldados profesionales que desertaron. Abu Hassan tiene 36 milicianos a su cargo: cinco de ellos son uniformados y 31 civiles. “Quizás en Quseir o Rastán haya una proporción diferente, pero en Homs se puede decir que entre el 80 y el 90% de los combatientes del Ejército Libre de Siria son civiles”, continúa. “En Homs, en los últimos meses, se formaron unos 20 grupos distintos de combatientes, si bien todos nos hemos sumado al ELS para evitar que el régimen nos llame terroristas”, apostilla Abu Hassan.

El comandante Abu Leila desayuna en una vivienda de la provincia de Homs. / Mónica G. Prieto

Otras fuentes estiman en un 40% la presencia de civiles en las filas del Ejército Libre de Siria, la facción armada que surgió el pasado verano en respuesta a las acciones del régimen. Durante los primeros meses no se aceptaron las solicitudes de los civiles de sumarse a sus filas por falta de armamento –los desertores suelen disponer de las armas con las que huyen, exclusivamente material ligero- y de entrenamiento, pero a medida que se alarga la crisis esas reglas parecen haberse diluido en la nada. Además, el ELS ha comenzado a formar a los civiles con algunos días de entrenamiento militar.

Según Abu Hamid, Abu Leila y Abu Hassan, en Baba Amr la composición del ELS cambió radicalmente en diciembre, cuando una sangrienta ofensiva militar precedió la llegada de los observadores de la Liga Arabe. “Al principio los civiles nos limitábamos a participar en las manifestaciones, pero luego, a medida que nuestros vecinos y familiares morían, nos vimos obligados a tomar las armas”, confía el primero. Eso fue lo que le ocurrió a Abu Leila: 13 de sus familiares, incluidos sus padres, han muerto en los asaltos del régimen. Sus progenitores, Ghazi Zeib y Rajja Baqr, fueron asesinados en diciembre, como contamos en Cuartopoder.es.

Una de las posiciones que controlan sus hombres se encuentra a varios kilómetros de la construcción: un páramo a orillas del río Assir donde una larga docena de milicianos exhibe parte de su equipamiento militar. Su número dos, Alaa, también es un civil como el propio Abu Leila, economista y poeta de 28 años a quien la revolución cambió radicalmente su vida. Afirma tener a 200 hombres a su cargo, todos sin formación militar, pero trabajar mano a mano con los combatientes del Ejército Libre de Siria.

Niños jugando en la calle con armas de madera. / M. G. P.

El mayor riesgo que los activistas perciben en la presencia de civiles entre las filas del ELS es la posibilidad de que lleven sus venganzas personales al terreno de la guerra, además de que la militarización de la sociedad siria condene al país a una guerra civil. Las primeras acusaciones de torturas y asesinatos por parte de ONG internacionales desvelan usos criminales por parte de miembros del ELS contra leales a Assad detenidos, si bien los comandantes civiles y militares de la formación insisten en que son casos aislados.

“Tenemos procedimientos para evitar abusos: un interrogatorio donde sacamos la información a los acusados de cooperar con el enemigo, un tribunal militar donde se les juzga... Por supuesto tenemos carencias, por ejemplo no hay quien defienda al acusado”, dice sin un atisbo de cinismo Abu Hamid. Ni siquiera comprende que sin semejante figura no existe nada parecido a un juicio justo. “Para los condenados por espionaje, ya sean uniformados o civiles alauíes, suníes o cristianos, la pena es capital”, añade. “Es la cultura que hemos recibido durante 40 años”, alega Abu Hassan. “Intentamos que nadie busque venganza en nuestras filas porque queremos construir un futuro, no destruirlo. Por supuesto que habrá venganzas, ya las está habiendo, pero cada mañana, en los entrenamientos del ELS, hablamos de ello para evitarlo. No queremos una guerra civil”. 

Sin embargo, algunos activistas temen que ese sea el futuro inminente que espera a Siria, como explica un ingeniero civil de Homs que prefiere no dar su nombre por miedo a ser detenido. “¿Que el ELS no tortura? Nos estamos convirtiendo en algo peor que el régimen de Assad. Ellos y los civiles armados, se están tomando la justicia por su mano. Y precisamente luchábamos para tener Justicia para todos, para tener algo mejor que lo que teníamos”, se lamenta en un ejercicio de autocrítica poco frecuente en Siria. “Todo y todos nos han empujado a esta situación. Nosotros mismos, el ELS, los civiles que se han armado y combaten por su cuenta, los sirios en el exilio y sus intereses, algunos activistas que han exagerado las cosas, que han alentado el sectarismo jugando el juego al régimen en lugar de centrarse en el verdadero propósito de esta revolución... Nos han abocado a convertirnos en un nuevo Irak”.

2 Comments
  1. Javier says

    No mientan, estos individuos que nombran en el artículo son terroristas. Cuando el ejército del gobierno sirio entró a Bab Amro lo recibieron con misiles y metralla. Las fotografías lo indican todo. ¿Desde cuándo la oposición al gobierno se les permite armarse?

  2. Paramercina says

    ¡Dioses! Ya perdimos la humanidad y ahora ¿a quién cojones reclamamos?
    Dirección norte.
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