El islamista egipcio Mursi asumirá una Presidencia sembrada de minas

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Imagen del recuento de votos en un colegio electoral de El Cairo tras las elecciones celebradas ayer en Egipto. / Andre Pain

Los resultados provisionales de las elecciones presidenciales egipcias dan el triunfo al candidato de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi. Pero lo verdaderamente llamativo del escrutinio estriba en que ambas opciones se sitúan en torno al 50 por ciento; Mursi dos puntos por encima de la mayoría absoluta; Ahmed Shafiq, otros dos por debajo de esa línea divisoria.

Sorprendente resultado, sobre todo porque este ex general no ha negado en ningún momento su vinculación al derribado régimen de Hosni Mubarak y todos los que le han votado, casi la mitad, ha dejado claro que, en todo caso, preferirían lo anterior a un futuro dirigido por los integristas. En definitiva, estos resultados confirman la profunda división política de los egipcios, constatan los límites del impulso logrado por los islamistas en las elecciones al Parlamento y convierten la presidencia de Mursi en un campo de minas sobre el que deberá caminar con mucho cuidado si no quiere que el país vuelva a estallar.

El primero de los obstáculos a esquivar es el tutelaje del Ejército sobre el proceso de transición; un tutelaje que el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas dejó bien explícito al publicar, nada más cerrarse las urnas a las 10 de la noche de este domingo, una nueva norma ratificando la disolución del Parlamento por el Tribunal Constitucional y reasumiendo funciones legislativas hasta que no se haya redactado una nueva constitución.

Mientras tanto, esta ley transitoria reserva a los militares la práctica totalidad de las competencias propias de un Ejército –por ejemplo, nombrar al ministro de Defensa, formar la cúpula del Ejército,  declarar la guerra o intervenir en crisis internas- y algunas otras que no son de su ámbito, como cuestionar medidas que afecten a la estabilidad económica o realizar propuestas durante la elaboración de la Carta Magna.

Lo que todavía no está claro es quién redactará la nueva constitución ya que la actual asamblea constituyente, consensuada por todas las fuerzas políticas, fue elegida por el Parlamento ya disuelto. Según algunas informaciones, esta asamblea, precisamente por su carácter consensuado, podría seguir en vigor, una situación difícil de sostener desde el punto de vista legal debido a que emana de un órgano considerado nulo.

Los propios resultados de las elecciones Presidenciales, tanto los de la primera vuelta como los de la segunda, son otro grave inconveniente para las decisiones del presidente islamista. Parece indiscutible que el proyecto de la Hermandad Musulmana de islamizar el Estado, aunque sea de forma lenta y progresiva, encontrará una fuerte oposición y no solamente por parte de los activos movimientos laicos o de la tampoco desdeñable comunidad copta, sino porque buena parte de los musulmanes considera preferible un escenario político basado en el respeto total a la diversidad de creencias que cualquier otro tendente a la uniformidad religiosa.

Destaca, en este sentido, la declaración realizada por la mezquita y universidad de Al Azhar, referencia teológica para los musulmanes egipcios, avalando la libertad de credos, realizando una interpretación aperturista del islam y consagrando la igualdad de todos los ciudadanos egipcios. Este importante documento, que Mursi no puede obviar, fue publicado el pasado mes de febrero con la rúbrica del imam Ahmed al Tayeb, cabeza visible de Al Azhar, y un grupo de intelectuales.

De alguna forma, los Hermanos Musulmanes ya han reconocido el mensaje lanzado por el que podríamos denominar “el Vaticano de los suníes”, ya que, tras un primer intento de controlar la asamblea encargada de redactar la nueva constitución, tuvo que dar marcha atrás y aceptar otra avalada por el resto de fuerzas políticas.

Aunque se haya alzado con el triunfo, la escasa diferencia entre los dos candidatos no hace sino confirmar ese pluralismo. Los Hermanos Musulmanes, pese a su eufórica celebración de los resultados, saben perfectamente que incluso una parte significativa de los votos conseguidos no lo son tanto debido a la afinidad ideológica con ellos como a la necesidad de impedir el triunfo de Shafiq.

Todo parece indicar que la Presidencia de Mursi estará, en buena parte, centrada en el trabajo de la citada asamblea constitucional y en la consiguiente convocatoria de unas nuevas elecciones legislativas que darán a las fuerzas democráticas una segunda oportunidad para recuperar el protagonismo perdido debido a su fragmentación.

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