Importantes sectores del mundo musulmán rechazan la nueva escalada de violencia

De nuevo la escalada de violencia salafista ha vuelto a cuestionar las relaciones con el mundo musulmán y ha reabierto el debate sobre el alcance de la libertad de expresión en temas tan sensibles como las creencias religiosas. Ya ha sucedido en otras ocasiones; la gravedad de los hechos y su repercusión mediática levantan una cortina de humo que no deja ver la realidad o, al menos, impide conocer otras noticias que podrían neutralizar el impacto negativo de estos acontecimientos.

Aunque no han tenido la difusión que merecían, convendría destacar que dentro del mundo musulmán se han levantado cualificadas voces contra el estallido de violencia, han condenado los ataques a EEUU y han aclarado que estos sectores radicales no representan al islam. De hecho, vienen a decir que los activos grupos salafistas han aprovechado la película “La inocencia de los musulmanes” como podrían haber utilizado cualquier otra excusa para estar de nuevo en el primer plano de la actualidad.

Por lo general, las voces contra la escalada de violencia proceden de sectores musulmanes reformistas, partidarios de una interpretación moderna del Corán y, en muchos casos, fervientes defensores de separar religión y política. Destaca, por ejemplo, un artículo del Religion News Service, significativamente difundido por el portal informático del Movimiento Verde iraní, intentando aclarar las claves de la actual crisis.

Pese a centrarse en el asalto a la legación diplomática de Bengasi (se elaboró al día siguiente del ataque), este artículo trata temas con una proyección más general. Por ejemplo,  recuerda que en los países musulmanes también existe ese debate sobre el alcance de la libertad de expresión, y hay periodistas, escritores y caricaturistas que tratan estos temas de forma satírica, pagando a veces con la cárcel su atrevimiento.

Aunque no se citan en este escrito, habría que añadir la persecución, dentro de las sociedades musulmanas, de importantes corrientes heterodoxas a manos de los radicales fundamentalistas, en muchas ocasiones con fatales consecuencias. Desde la muerte de 37 intelectuales alevis (corriente musulmana propia de Turquía) en julio de 1993 hasta las actual campaña contra los santuarios sufíes en el norte de África, se podrían poner infinidad de ejemplos parecidos.

Otro de los puntos del citado documento insiste en delimitar la orientación extremista de quienes han protagonizado la actual oleada de violencia. Así, explican que, en el fondo, se trata de un choque entre salafistas y radicales coptos (promotores de la cuestionada película), pero esto no quiere decir que las autoridades coptas ni el conjunto de esta comunidad estén de acuerdo con el filme. Así lo han manifestados las principales organizaciones que representan a la mayor corriente cristiana de Egipto.

Igualmente se refiere el artículo de Religion News Service a la lectura actual que, desde el punto de vista teológico, se hace de los versículos del Corán que justifican el uso de la violencia. En este sentido, cita las declaraciones realizadas por varias asociaciones musulmanas de Estados Unidos, que fueron las primeras en afirmar la incompatibilidad del asalto a la sede diplomática norteamericana con los valores del islam.

Pero a estas primeras voces, surgidas solo unas horas después de la muerte del embajador Chris Stevens, habría que sumar las de una serie de intelectuales musulmanes y sobre todo de incuestionables autoridades religiosas en el mismo sentido.

Es más que relevante la mención que se hace a las declaraciones del imam de la mezquita egipcia de Al Azhar, principal referencia mundial del islam suní, de la Asociación Internacional de Teólogos musulmanes o de la Conferencia Islámica. Todas ellas han dicho, en circunstancias semejantes, que los insultos al islam no pueden ser contestados con violencia sino con el debate y la argumentación.

Refiriéndose en concreto a los graves hechos de Bengasi, el cheik Sadeq Al Ghariani, gran muftí y primera autoridad religiosa de Libia, no duda en calificar a los asaltantes de “criminales”, asociándolos con la campaña de destrucción de santuarios sufíes y acusando al Gobierno libio de hacer dejación de sus responsabilidad por no desarmar y atajar a tiempo la acción de estos grupos.

El documento, que se detiene en aspectos concretos de la polémica película y especula sobre la identidad de sus autores, se lamenta de que este tipo de opiniones no tengan la repercusión mediática que se da a los actos de grupos minoritarios, ni siquiera cuando cientos de libios se manifiestan por las calles de Trípoli y Bengasi condenando la muerte de los diplomáticos norteamericanos.

En las fotografías que difunde el sitio web Irangreenvoice se pueden ver algunas consignas que resumen esta posición: “No al terrorismo”, “Bengasi contra el terrorismo”, “Estos actos no son ni del islam ni del Profeta (Mahoma)”, “Perdón América”, “Los criminales y los asesinos no representan a Bengasi ni al islam”… Días después han surgido otras iniciativas, como el vídeo producido por Intaj donde varios jóvenes, hombres y mujeres, reafirman sus creencias, mientras va apareciendo una significativa leyenda: “Soy libio/a; soy musulmán; estoy contra el terrorismo, la anarquía, la violencia, el crimen, el extremismo…”.