Un importante general opuesto al régimen de Damasco, víctima del atentado de Beirut

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Imagen del atentado acontecido esta tarde en Beirut. (Reportaje fotográfico: Mónica G. Prieto)

BEIRUT.– Una alfombra de cristales rotos tapizaba la calle Sassine a sólo unos 50 metros de la céntrica plaza del mismo nombre, el corazón de Ashrafiyeh, el Beirut cristiano. Lamentos desgarrados, gritos de auxilio y pisadas frenéticas de uniformados –policía, Ejército libanés y socorristas de Cruz Roja- rompían el sordo silencio que suele acompañar un atentado de esta envergadura. En Ibrahim al Mounzer, la calle transversal donde esta tarde –minutos antes de las 15.00 hora local, una hora menos en España- estallaba el coche bomba que pretendía reventar la paz libanesa, los restos del automóvil cargado con explosivos seguían humeantes, sobre otro coche. Al menos otros cuatro vehículos seguían en llamas para frustración de personal de emergencia, enfrascado en el rescate de heridos del inmueble más afectado, cuya fachada había quedado pulverizada por la explosión.

“¡Aléjense, aléjense”, gritaban los agentes, tratando de acordonar la zona. Pero cada minuto que pasaba, más vecinos acudían, muchos en busca de seres queridos y, los menos, recién regresados de sus trabajos y camino de sus respectivos hogares. Según Defensa Civil, al menos 8 personas habrían fallecido y unos 80 habrían resultado heridas por la explosión, si bien el ministro de Salud, Ali Hassan Khalil, rebajaba el número de bajas mortales a tres y elevaba los heridos a 94. Al cierre de esta crónica, la confusión seguía dominando en Beirut.

Una residente trata de volver a entrar en el edificio afectado por la explosión / M. G. P.

El objetivo de la explosión parece haber sido el general de Brigada Wissam al Hassan, responsable de la Inteligencia de la Policía libanesa y destacado por su activa oposición contra el régimen sirio. Hassan, quien fue jefe de Seguridad del ex primer ministro Rafic Hariri (asesinado en 2005 también mediante un coche bomba), es considerado un hombre clave del 14 de Marzo, el bloque político que agrupa a los suníes libaneses. Hace apenas unas semanas, su nombre quedó asociado a una detención clave: la del ex ministro prosirio Michel Samaha. Fueron hallados explosivos en posesión de Samaha tras un viaje a Damasco, y el ex titular de Información fue formalmente acusado de preparar el regreso de los atentados políticos al Líbano por órdenes de Damasco. Su abogado renunció a pedir su libertad condicional, dadas las pruebas halladas.

En la calle afectada, los vecinos desconocían quién podía haber sido el objetivo del coche bomba. “No sé cómo ha quedado mi casa, acabo de llegar y no puedo entrar”, explicaba una temblorosa Lina, 22 años, mientras daba rápidas caladas a un cigarrillo ofrecido por uno de sus vecinos, igualmente demudado. “No sé cómo están mis vecinos, no sé quién ha muerto. Tampoco quién quiere hacernos algo así, pero sí sé que el objetivo es que haya una guerra en el Líbano”, decía con el rostro pálido.

Un hombre evacúa entre el humo y el polvo a una vecina herida. / M. G. P.

Los heridos salían del edificio evacuados por socorristas, a cuentagotas. Niños histéricos, ancianos ensangrentados... Algunos vecinos, los más arrojados, se aventuraron a sacar algunos críos en volandas. El polvo apenas les permitía saber a dónde encaminarse. Los que salían indemnes pero cubiertos de polvo gritaban los nombres de quienes quedaban dentro del edificio, mientras los bomberos se afanaban por apagar las llamas.

La explosión produjo daños a unos 150 metros a la redonda. En la guardería Le Jardin de Marmousete, situada a apenas 100 metros del lugar del atentado, padres temblorosos acudían en vilo a recoger a los pequeños, agrupados por el personal en el pasillo, la zona más segura. “Los cristales se han roto, pero estamos todos bien”, explicaba una de las monitoras. Todas tenían los ojos inflamados pero trataban de mantener los juegos para que los críos, de corta edad, minimizaran el incidente. Unos metros más allá, el personal y los clientes de una peluquería no se atrevían a salir pese a que el peligro había pasado. “Llevamos 42 años viviendo aquí, y desde el atentado contra la sede de las Kataeb [Falanges Libanesas] no habíamos visto algo igual”, explicaba una de las mujeres de su interior.

Uno de los heridos, evacuado por los servicios de emergencia libaneses. / M. G. P.

Se refería al ataque con coche bomba que mató al entonces presidente del Líbano, Bashir Gemayel, en septiembre de 1982, junto con decenas de personas. Ocurrió en plena guerra civil, cuando las acciones militares de los bandos internos se superponían a los ataques de los agentes externos que interfirieron en la contienda. Entonces su partido culpó a Siria, si bien nunca se dirimió la autoría del atentado. Hoy, el país vecino también estaba en la mente de muchos, si bien pocos se atrevían a pronunciar su nombre.

El actual líder de las Falanges, Amin Gemayel, hermano de Bashir y padre de Pierre Gemayel (diputado fallecido en atentado en 2006 en Beirut), condenó inmediatamente el atentado y advirtió contra quienes quieren arrastrar al Líbano "al infierno de los acontecimientos regionales". Otro líder cristiano derechista, Samir Geagea, responsable de las Fuerzas Libanesas, afirmaba sin matices que la muerte del general es la respuesta a la detención de Samaha.

Un bombero trata de sofocar el fuego en uno de los coches siniestrados. / M. G. P.

Desde que la revolución siria tornó en guerra civil, se temía un regreso de los atentados políticos que marcaron la vida en el país del Cedro entre 2004 (cuando el entonces ministro de Información, Marwan Hamade, salió indemne) y hasta 2008, cuando un amago de guerra civil entre los seguidores del bloque del 14 de Marzo, antisirio, y los del 8 de Marzo, prosirio, se dirimió con un acuerdo de paz gestado por Qatar que puso fin a un enfrentamiento de 70 muertos. Aquella cadena de atentados, de los que el 14 de Marzo acusaba a Damasco y el 8 de Marzo a Israel, cesaron por completo.

Hasta esta misma tarde. Como aquellos coches bomba, el ataque de hoy no ha sido reivindicado, pero son muchas y muy antiguas las sospechas de que Siria podría, de verse acorralado, exportar la guerra al vecino Líbano –donde convergen los intereses de Arabia Saudí, Francia e Irán entre otros muchos países- para aliviar la presión contra su régimen.

Los restos del coche bomba quedaron incrustados en otros automóviles de la zona. / M. G. P.

En el Líbano, los seguidores del 8 de Marzo (encabezado por Hizbulá y hoy mayoría parlamentaria con el apoyo druso) creen en la teoría conspirativa aireada por el presidente sirio, Bashar Assad, que acusa de la insurrección a agentes extranjeros, mientras que los fieles del 14 de Marzo, mayoritariamente suní, sufren con la suerte de sus primos sirios, bombardeados por el régimen. La división se ha profundizado en los últimos meses tras la constatación de que militantes de Hizbulá combaten en territorio sirio, y tras el afianzamiento de la presencia del Ejército Libre de Siria, la milicia desertora que planta cara a las fuerzas de Assad, en el norte del Líbano.

A pocos se les escapa que una explosión en un barrio suní, o en un barrio chií, habría desencadenado una guerra civil. No parece casual haber elegido el corazón cristiano para este ataque, y hasta la confirmación de la muerte del general Wissam Hassan se podía pensar que se trataba de una siniestra advertencia. Para Maruan, un frutero que recogía los vidrios destrozados y la fruta esparcida por la calle, si el objetivo es generar un conflicto armado, ha fracasado. “Somos libaneses”, decía mientras se encogía de hombros, escoba en mano. “Estamos acostumbrados a que esta sea nuestra vida cotidiana”.

Pocos comparten ese optimismo. Horas después, se informaba de cortes de carreteras en la provincia norteña de Akkar, suní, y también en algunos barrios beirutíes, así como de enfrentamientos armados entre los dos barrios rivales de Bab al Tabbaneh, suní y antisirio, y el de Jabal Mohsen, poblado por alauíes próximos a Bashar Assad. Las peores horas están por llegar.

Otra escena de la calle siniestrada, minutos después de la explosión. / M. G. P.
1 Comment
  1. celine says

    Buen trabajo, Mónica. Qué desalentadora tristeza ver el castigo que se inflige a un pueblo alegre y trabajador como el de Beirut y, en general, el Líbano, que ha tenido que soportar desde hace décadas el castigo de tener a los Al Assad de vecinos.

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