Los recortes no pudieron con el Festival Internacional de Música de Navarra

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Un momento del concierto celebrado entre las ruinas de la Fábrica de Armas bajo dos grandes hayas. / Manuel Martorell

Tras cinco años consecutivos llevando al corazón del Pirineo navarro músicos de todo el mundo, este verano el Festival Internacional de Música de Navarra ha estado a punto de naufragar. Estaba ya tomando velocidad de crucero, consolidándose como una de las más interesantes ofertas culturales del periodo vacacional y con un público que no dejaba de crecer. Sin embargo, Elena Jáuregui, violinista española afincada en el Reino Unido y una de sus principales promotoras, reconoce que han estado a punto de tirar la toalla debido a los recortes.

Pero Eugui, el pequeño pueblo fronterizo que en el 2008 acogió por primera vez esta aventura estival, no ha querido rendirse a la adversidad. El empeño de sus habitantes, la colaboración de hostales y bares, la ayuda de Bodegas Inurrieta y el dinero aportado por la empresa minera Magna han logrado al final mantenerlo a flote.

Por eso, Maite Errea, presidenta del Concejo local, agradeció a todos el esfuerzo realizado cuando el domingo 4 de agosto clausuró su sexta edición. Poco antes, el percusionista brasileño Adriano Adewale había puesto fin a cinco días de actividades con dos recitales llenos de magia. Con en el primero, trasladó a los presentes hasta lo más profundo de la Amazonía reproduciendo una sinfonía de sonidos selváticos. Después y como broche final de un taller con los niños del pueblo, asumió la difícil reto de dirigir una orquesta infantil con instrumentos de percusión.

Otros años, con mayor disponibilidad económica y subvenciones gubernamentales, han venido músicos de Estados Unidos, Rusia, Georgia y China, y se han organizado actuaciones transpirenáicas en Baigorri, Banca o Bidarray, en la otra vertiente de los montes que hacen frontera con Francia.

En esta ocasión, los conciertos se han tenido que limitar a esta pequeña villa rodeada de impresionantes bosques de hayas y a la iglesia de San Esteban de Zubiri, cabeza del Valle de Esteríbar, a cuyo ayuntamiento pertenece el Concejo de Eugui. Se trata de un templo decimonónico, relativamente nuevo, ya que el anterior, medieval, quedó destruido durante las Guerras Carlistas. Aquí, en Zubiri (“el pueblo del puente” en euskera), los peregrinos compostelanos podían cruzar el río Arga y enfilar “la recta” a Pamplona tras superar los puertos de Erro y Roncesvalles en el primer y más duro tramo del Camino.

La mezzosoprano Gudrún (izquierda) y Carmen Nadal, acompañadas por la guitarra de Javier Jáuregui y el violín de su hermana Elena. / M.M.

También a finales del siglo XVIII fue arrasada la Fábrica de Armas de Eugui, una de las más importantes del periodo neoclásico. Dedicada a la producción de bombas y armas ligeras, llegó a tener un poblado de trabajadores con medio millar de personas, escuela y ambulatorio propios. En 1794 fue arrasada durante una incursión francesa en la llamada Guerra de la Convención. Jamás volvió a funcionar, quedando engullidos sus hornos, fundiciones, talleres, viviendas y almacenes por una tupida vegetación que, hasta ahora, ha mantenido oculto este impresionante complejo fabril.

El Concejo de Eugui también se ha empeñado en sacarlo a la luz, desbrozando las zarzas que escondían sus instalaciones y ofreciendo visitas guiadas. Por eso, Elena Jáuregui decía entusiasmada que era un privilegio organizar entre estos muros, a la sombra de dos hayas de imponente porte, uno de los conciertos.

Teniendo como testigos a retales de Historia y una naturaleza exuberante, se daban la mano poemas dedicados a los árboles que recitaba Carmen Nadal y las piezas populares cantadas por la mezzosoprano islandesa Gudrún Olafsdóttir. De fondo, las notas que salían del violín de Elena y de la guitarra española de su hermano Francisco Javier, que de forma incondicional ha apoyado a su hermana en este proyecto. Esta edición también ha contado con la participación de la pianista letona Inese Klotina, la flauta de Vera Klug, la guitarra de Yvonne Zehner, el arpa de Alicia Griffiths Turrillas y la voz tenora de Julio Morales.

Casi sin darse cuenta, han pasado seis años desde que durante una cena en Londres con Detlef Hahn, su profesor de violín, surgiera la idea de organizar este festival. Desde el principio, Elena pensó en Eugui, donde pasaba todos los veranos de pequeña, “el único sitio constante de mi vida porque, aunque de padres muy navarros, siempre he vivido fuera: en Madrid, Estados Unidos, Londres...

“Para mí era como volver a mi infancia”, explica al recordar la propuesta que hizo en enero de 2008 al Concejo pensando que le darían largas. Pero no fue así porque se encontró con Maite Errea, “una mujer increíble”, que le dijo: “¡Esto hay que hacerlo ya; este verano!” Y en siete meses el festival estaba en marcha. “Este año ha sido muy difícil por la crisis –insiste Elena-, pero hay cosas que se hacen por dinero y cosas que hacen simplemente porque crees en ellas”.

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