Irán utiliza la guerra contra el yihadismo para aumentar su influencia dentro de Irak

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Firma del acuerdo de cooperación militar entre Irak e Irán. / Bas News
Firma del acuerdo de cooperación militar entre Irak e Irán. / Bas News

La República Islámica de Irán se esfuerza en negar la evidencia pero, desde hace meses y por distintas fuentes informativas, se constata una creciente presencia de fuerzas militares iraníes que se han unido al combate contra el Estado Islámico dentro de territorio iraquí.

De hacer caso al opositor Consejo Nacional de la Resistencia, la cifra ascendería a más de 7.000 soldados; algunos líderes tribales suníes de la  provincia de Anbar hablan genéricamente de miles. En todo caso, se trataría de voluntarios basijis y pasdaranes encuadrados en la denominada Fuerza Al Quds, una división especial de los Guardianes de la Revolución dedicada a realizar intervenciones fuera de las fronteras iraníes.

La importancia de esta participación militar se ha puesto en primer plano tras la muerte, a finales de diciembre en la ciudad de Samarra, del general de brigada Hamid Taqawi, un alto mando de los Pasdaranes. Oficialmente se ha explicado que  Taqawi formaba parte de un grupo de asesores militares enviados para entrenar al Ejército iraquí y que fue alcanzado por un francotirador. Sin embargo, para Abdul Kader Al Nael, un destacado líder tribal suní opuesto al Estado Islámico, este caso simplemente es la punta del iceberg respecto al grado de intervención que ha alcanzado Teherán en el actual conflicto, hasta el punto de que, en su opinión, “el Gobierno de Bagdad de ha convertido en un instrumento de Irán”.

La presencia de tropas iraníes se ha notado de forma especial en la citada ciudad de Samarra, uno de los lugares sagrados de la confesión chií y cuya mezquita de la Cúpula Dorada fue dinamitada por Al Qaeda, desencadenando de esta forma el año 2006 la guerra religiosa interislámica entre suníes y chiíes que no ha dejado de agravarse.

También ha quedado constatada la participación de la República Islámica en la reconquista de las ciudades de Amerli, Jalawla y Sadiya, donde los iraníes colaboraron con el Ejército iraquí, distintas milicias chiíes y los peshmergas kurdos, tal y como muestran algunos testimonios de estos últimos combatientes. Según estas fuentes, en estas batallas se habría utilizado armamento pesado iraní, carros blindados e incluso aviones de la República Islámica.

Mandos iraníes supervisando zonas de combate dentro de Irak. / Bas News
Mandos iraníes supervisando zonas de combate dentro de Irak. / Bas News

Se da la circunstancia de que, durante la batalla por Jawlala, un grupo de peshmergas encontró un “drone” de fabricación iraní que había caído al suelo, y los propios yihadistas del Estado Islámico aseguran haber derribado un avión Shahin, un aparato de corto alcance fabricado íntegramente en Irán.

Pero la confirmación de la transcendencia estratégica que el actual conflicto tiene para la República Islámica la realizó el presidente del Consejo Nacional de Seguridad de Irán, Ali Shamkhani, durante las honras fúnebres del general Taqawi el 29 de diciembre en la ciudad de Ahvaz. Shamkhani dijo textualmente que Irán estaba apoyando militarmente al Gobierno de Bagdad porque necesita un Irak “unido, fuerte e independiente”. Unas palabras muy semejantes había pronunciado anteriormente el segundo mando en el escalafón de los Guardianes de la Revolución, el también general de brigada Husein Salami. Salami declaró que Irán “está dispuesto a cualquier cosa para proteger la unidad de Irak en la lucha contra el Estado Islámico”.

Tampoco es una coincidencia que el mismo día del entierro, los ministros de Defensa de ambos países –Hossein Dahqan, por parte iraní, y Khaled al Obaidi, por parte de Irak- firmaran un acuerdo de cooperación militar que implica el asesoramiento y suministro de armas para reorganizar el Ejército iraquí.

Como se ha constatado en varios medios, toda la operación iraní dentro de Irak está coordinada por el general Qasem Suleimani, quien en distintas declaraciones ha manifestado la necesidad de fortalecer no solo el Ejército regular sino también a las distintas milicias chiíes que están jugando un papel cada vez más relevante en detrimento de las Fuerzas Armadas.

No cabe duda de que el armamento que algunas de estas milicias han exhibido en forma de artillería pesada, carros blindados y lanzaderas de misiles está igualmente relacionado con la intervención iraní, tal y como, según medios locales kurdos, se ha podido apreciar cuando se desplegaron, de forma amenazante, las brigadas Al Ahbab y Al Naser al sur de Kirkuk, una ciudad disputada por el Gobierno kurdo al Gobierno de Bagdad.

Otras milicias están vinculadas a la organización Al Bader, al antiguo Ejército del Mahdi de Muqtada al Sader, al grupo Hezbolá iraquí o a la organización pro-iraní Asaib Ahl al Haq, ya conocida esta última por sus enfrentamientos con las tropas norteamericanas tras la invasión de 2003.

La irrupción y el ascendente protagonismo que están teniendo estas milicias, el que cada una de ellas responda a una estrategia partidista y que no tengan un mando unificado ha hecho saltar las alarmas tanto entre árabes suníes como entre los kurdos, que también son mayoritariamente suníes, ante la posibilidad de que transformen la guerra con los yihadistas en una escalada de venganzas contra la población suní.

Ya se han  producido varias denuncias por sus acciones indiscriminadas, expulsando a las familias suníes de las localidades reconquistadas, saqueando o destruyendo sus casas e, incluso, decapitando a los combatientes yihadistas que caen en sus manos, es decir, una forma de actuar semejante, si no idéntica, a la del Estado Islámico.

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