El Brexit divide a los partidos británicos

  • El resultado del referéndum de 2016 ha provocado la mayor crisis política en el país desde la Segunda Guerra Mundial
  • Si Theresa May no logra aprobar su acuerdo en el Parlamento, no le quedará otro remedio que convocar elecciones anticipadas

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Empieza la Navidad más difícil de Theresa May. La primera ministra británica inicia las vacaciones parlamentarias en la situación más complicada desde que llegó al poder en julio de 2016, después de que su predecesor David Cameron dimitiese por el resultado del referéndum sobre el Brexit. May superó hace poco una moción de censura interna de su grupo parlamentario, pero más de un tercio de sus diputados votaron en contra, lo que muestra la debilidad de la primera ministra. El ala derecha del Partido Conservador no acepta el acuerdo alcanzado entre su líder y los gobiernos europeos para organizar la salida de Reino Unido de la UE. El otro gran partido del sistema político británico, el Partido Laborista, también está dividido por el Brexit. El resultado del referéndum de 2016 ha provocado la mayor crisis política en el país desde la Segunda Guerra Mundial.

Todo empezó con una ocurrencia de David Cameron, primer ministro conservador entre 2010 y 2016 y responsable de la mayor oleada de recortes sociales y desregulaciones desde el gobierno de Margaret Thatcher. Seguro de que ganaría el “no”, convocó un referéndum sobre la salida del Reino Unido de la UE, un error histórico que ha sumido al país en el caos. El descontento por la crisis económica y la austeridad se mezcló con una oleada de xenofobia, que acabó dando la victoria al Leave (“abandonar”), pese a que los dos grandes partidos hicieron campaña por quedarse en la Unión Europea. Después de sustituir a Cameron a la cabeza de los tories y del gobierno, Theresa May (que había hecho campaña contra el Brexit) se presentó como la más ferviente defensora de la salida de la UE.

Tras dos años de conversaciones, el pasado 22 de noviembre los equipos negociadores británico y europeo alcanzaron un acuerdo. Los dirigentes de la UE respiraron aliviados, pero faltaba el paso más difícil: la aprobación del pacto por el Parlamento británico, donde rechazan el acuerdo tanto los laboristas como parte de los aliados de May.

En las elecciones generales de 2017, el Partido Laborista de Jeremy Corbyn experimentó una subida espectacular, que acabó con la mayoría absoluta conservadora. Desde entonces, el gobierno de May depende del Partido Unionista Democrático (DUP) de Irlanda del Norte, una formación ultraconservadora. Tanto el DUP como el sector más derechista del Partido Conservador (cuya figura más visible es el exalcalde de Londres, Boris Johnson) rechazan el acuerdo firmado por May y los líderes europeos, sobre todo porque el pacto prevé que el Ulster seguirá sometido a ciertas normas económicas de la UE y todo el Reino Unido permanecerá provisionalmente en la unión aduanera europea, con el fin de evitar una frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte (la ausencia de controles entre ambas partes de la isla era parte del acuerdo de paz de Viernes Santo que puso fin al conflicto armado en el Ulster). Ante la falta de mayoría parlamentaria a favor del acuerdo sobre el Brexit, May ha aplazado la votación, que ya no tendrá lugar hasta después de Navidad. Mientras tanto, el reloj sigue corriendo: si nada cambia, Reino Unido saldrá de la UE el 29 de marzo. Con o sin acuerdo.

Las divisiones de los laboristas

La situación no es mucho más tranquila en el Partido Laborista, que desde la victoria de Jeremy Corbyn en las primarias de 2015 ha evolucionado hasta convertirse en una formación anti-austeridad, más próxima de partidos como Podemos o La Francia Insumisa que de la socialdemocracia tradicional europea. El espectacular ascenso conseguido en las elecciones generales de 2017 permitió a Corbyn tomar el control del partido y reducir los ataques de su ala derecha, que llevaban casi dos años saboteando su mandato. Aunque Corbyn hizo campaña contra el Brexit, sus enemigos dentro del laborismo siemprelo han acusado de no oponerse al Brexit con suficiente entusiasmo, ya que el líder laborista tiene un largo historial de euroescepticismo de izquierdas.

Los opositores internos a Corbyn han aprovechado la incertidumbre sobre las negociaciones entre May y la UE para reclamar un segundo referéndum. Corbyn y sus aliados rechazan esta posibilidad, por tres razones. Primero, porque muchas de las circunscripciones que el Labour tendría que ganar para conseguir la mayoría en unas eventuales elecciones votaron masivamente a favor del Brexit. Además, la repetición del referéndum sería percibida por gran parte del electorado laborista como una traición a la voluntad popular. Finalmente, el programa electoral anti-austeridad de Corbyn es difícilmente compatible con el marco jurídico europeo, protector a ultranza de la libre competencia – lo que podría explicar la tibieza del líder laborista en su oposición al Brexit.

En esta encrucijada, Jeremy Corbyn se aferra a un mantra: el Gobierno es débil e incapaz de alcanzar un acuerdo sobre el Brexit satisfactorio para la ciudadanía británica, así que debe convocar elecciones y un futuro gobierno laborista conseguirá un acuerdo justo. Si Theresa May no logra aprobar su acuerdo en el Parlamento, no le quedará otro remedio que convocar elecciones anticipadas. Si lo consigue, el Partido Laborista tendrá que seguir esperando antes de poner en marcha su plan para revertir las políticas de austeridad. Eso sí, fuera de la Unión Europea.

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