Holanda furiosa

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Guillem Martínez *

Navas golpea el balón para marcar el gol que dio la victoria a España, ayer, en el Gdansk Arena, ante Croacia. / Kamil Krzaczynski (Efe)

RESUMEN DE LO PUBLICADO. EN los 70's pasó una cosa rara. Un grupo de jugadores holandeses enclenques, habituados desde niños a burlar los patadones de los más fuertes, que tenían novias y vidas privadas divertidas y que, en las medias partes de los partidos, en el vestuario, fumaban convulsivamente Camel sin filtro, creó una forma de emitir y recibir el fútbol. Un fútbol total, sin líneas claras, técnico, sustentado en el virtuosismo, la astucia y la picardía. Para avanzar la pelota chutaban hacia atrás. Corrían poco hasta que, zas, descubrías que eran los más veloces. El Barça fichó al mejor de todos. Era un tipo tan listo que un día marcó un penalti que no disparó a puerta, que se dice pronto. Dos décadas después, aquel jugador fue entrenador. Renovó el fútbol planetario. Llevó el fútbol holandés a su máxima expresión. SU máxima expresión: autogestión del vestuario, filigrana técnica, frescura, juego colectivo, incluso anónimo, y una nueva lectura de la posesión. En el siglo XXI esa manera de leer el fútbol lo gana todo con el Barça. Y se convierte en el eje y en la inteligencia de la selección Española que gana, ñaca, una Eurocopa y un Mundial. La final del mundial en cuestión tuvo su cosa metafórica. Contra Holanda, la madre del cordero, la génesis de toda esta belleza, una selección que se comportó como cualquier equipo español en 1973, el año en que Cruyff llegó a España: con brutalidad, fuerza, ira. Sin saber estar, sin saber jugar contra la belleza. El hijo mataba al padre. Y el padre, como todos los padres en esos trances, moría cabreado. Acabo de leer este párrafo. Hummmm. Parece que la selección española es la leche, y que es imposible no amarla. Pero, sin embargo, es odiosa. Si no se lo creen, pasen al siguiente párrafo.

ME HUELE ESPAÑA. La selección española, hasta que se le injertó alma holandesa, carecía de alma. Epistemológicamente, carecía de personalidad, hasta el punto de que su camiseta no es su camiseta, es la camiseta de un señor de Murcia con mucha personalidad, y que en los años 20 pagó para que aquel equipillo vistiera con los colores del producto que él fabricaba. El pimentón. Su gran victoria fue una Eurocopa contra los bolcheviques, en una época en la que España olía a anís y calcetines a cuadros, perfume que ha quedado endémico, se diría,  en el espíritu de los seguidores de la selección. En esa época, un periodismo subnormal, más dado a la publicidad que al análisis, un periodismo capaz de crear palabros como contubernio, crea la alocución furia española, con la que se explica el hipotético genio español y, ya puestos, el estilo de juego de la selección. La furia esa consiste en lo contrario del fútbol holandés. Consiste en matar lo holandés. Hasta tal punto que el entorno de la selección -el periodismo y la afición furia; el único entorno intelectual que ha congregado una selección furiosa-, carece de palabros para describir el juego de la selección. Algo tremendo. El juego holandés es, básicamente, intelectual. Es una emisión que necesita recepción. Es análisis. EL palabro tiqui-taca parece ser lo único que el entorno ha conseguido depurar. Tiqui-taca es lo holandés según la furia. Es una estética que durante la Liga se le tolera al Barça, y durante Eurocopa y Mundiales se le torera a la selección a cambio de que gane. Ganar, en la cosa holandesa es un bonus-track. Para la furia, lo es todo.

LA FURIA SE LO COME TODO. Bueno. España-Croacia. En el estadio prolifera la furia. Una adición envuelta en la camiseta y en una de las banderas que más furia y sangre ha vertido en el siglo XX. Como hoy no ha sido intervenido el Estado, la parte gubernamental y monárquica de la furia no ha acudido a demostrar que también son furia. Entre el público hay, preciosismo, algún grupo de furiosos vestidos con más banderas de lo estipulado en el Congreso de Ginebra y con, glups, tricornios. Algunos furiosos siguen con onomatopeyas el himno de España, tal y como quedó en 1939. Por lo general, gritan mucho. Verbalizan ruidos alejados de los ruidos de otras aficiones, que vertebran en sus selecciones otros imaginarios. Exemplum: en el anterior partido, contra Irlanda, cuando Irlanda perdía por KO, la afición irlandesa se aplicó el grueso del tiempo a cantar The fields of Athenry, uno de los himnos republicanos más bellos del mundo, ante la incomprensión de la furia, esa negación de la belleza y, snif, del republicanismo. El partido, básicamente, consiste en una Croacia que juega como le gusta a la furia. Es decir, a la contra y con dos ... Con fuerza, verticalmente. Muy machote. La selección, por lo contrario, se aplica a la cosa holandesa. Brilla con especial fulgor mi descubrimiento de la Eurocopa. Navas, un tipo que, se nota, le gusta lo que Cruyff construyó en su cabeza hace la tira. Los locutores de Tele 5, no obstante, no ven nada de eso. Animan a España, esa cosa que no es, necesariamente, la selección. Ningunean a Croacia, esa cosa que no es necesariamente su selección. No ponderan en ningún momento el juego. Ni siquiera se agarran a ese concepto extraño -"falso 9"-, que se ha inventado el periodismo deportivo esta Eurocopa para poder explicar algo de lo que pasa en el campo, un concepto a la altura de contubernio, unión civil de parejas homosexuales, o crédito ventajoso a la banca. Es decir, a la altura de nada. Nota mental: a lo largo de la retransmisión, el locutor utiliza el palabro Dios en 6 ocasiones. Dios es un concepto que los holandeses no tocan mucho desde el siglo XVII, y los periodistas deportivos que leen el fútbol holandés, nunca se han visto obligados a utilizar. El partido, una bella metáfora de lo holandés y la furia croata, sucede sin narración oficial hasta un gol de los últimos minutos, que ordena todo el partido, y encauza la victoria, esa cosa de la furia que cada día se parece más a la catarsis de Canetti. La selección pasa a cuartos. El periodismo, a lo largo de la retransmisión, no ha podido describir porqué. Salvo por la furia, esa cosa que la selección desconoce.

Guillem Martínez (Cerdanyola del Vallés, Barcelona, 1965) Escritor, periodista y guionista de televisión. Colabora habitualmente con El País. Su última obra publicada es el libro colectivo CT o la Cultura de la Transición (DeBolsillo, 2012)

RESULTADOS Y CLASIFICACIÓN FINAL DEL GRUPO C

Gráfico: Wikipedia

Crónicas de los partidos anteriores: España-Italia, por ESTHER JAÉN. España-Irlanda, por ANTONIO DE LA TORRE.

6 Comments
  1. Gertes says

    Excelente artículo

  2. Jonatan says

    Una pieza, vive Dios.

  3. rasuba says

    Es Ud un artista!

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