Cuando la salud no cuesta dinero

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No parece que esté lejos ese día en el que a las personas se les catalogue socialmente por su aspecto. Así, a los gordos se les tildará muy pronto (ya veremos), de pobres, culturalmente menesterosos o “torpes” y, en cambio, a los que muestren un aspecto saludable y delgadito se les incluirá, muy probablemente, per se, en el grupo de los “listos” y socialmente acomodados. Todo lo contrario de lo que venía ocurriendo hasta ahora en nuestro mundo occidental de la opulencia. Al menos era así hasta mediados del siglo pasado, cuando se consideraban todavía a las personas que tenían aspecto orondo de gozar de gran riqueza y, por ende, de salud. Pero los tiempos cambian, sí, y, aunque este argumento es maniqueo, ciertamente, bien puede decirse que tal y como se están poniendo las cosas, la obesidad está atacando, fundamentalmente a los pobres. Así que, ¡alerta!

Y es que esta epidemia es un problema. Un problema grave, de verdad. La primera plaga del siglo XXI, según dice Organización Mundial de la Salud (OMS). En España, por ejemplo, más de un tercio de su población tiene sobrepeso y los obesos sobrepasan el 16%. Y si hablamos de los niños —un 13% son obesos ya—, España ocupa el tercer lugar de Europa en ese triste ranking que cataloga a niños gordos. Una barbaridad. Todo esto, además, le cuesta al erario público español del orden de 2.500 millones de euros al año. Con todo, lo malo no es ser gordo, no, sino esa lista larga de enfermedades que acarrea el exceso de peso y que, a la postre, reducen la esperanza de vida de esas personas en cerca de una década, además de amargarle la existencia en ese último tramo vital y, por supuesto, a su familiar.

Los datos son rotundos: las personas obesas tienen un 50% más de probabilidad de morir antes que aquéllas que, con su misma edad, mantienen el peso adecuado. También el riesgo de sufrir hipertensión arterial es un 26% más alto en los gordos. Y si hablamos de otra plaga como la diabetes, ésta, en un 80% de los casos (la de tipo 2), está relacionada con el peso en exceso. Lo mismo ocurre con las complicaciones cardiovasculares que aumentan hasta en un 70% en este grupo de personas, o con ciertos tipos de cáncer, como el de mama o el de colon, que el riesgo de padecerlo se incrementa en un 42%.

Es decir, la población ha de ponerse a trabajar para aprender a comer bien si no quiere morir de “éxito” —léase “gorda” o “cebada”, si se quiere—, o ahíta, digo yo, como ocurría en La gran comilona (La gran bouffe) de Marco Ferreri, con aquel póquer de actores memorable (Michel Piccoli, Ugo Tognazzi, Philippe Noiret y Marcello Mastroianni) que morían, literalmente, reventados de tanto comer. Y es que, como dice la directora general de Salud Publica de Andalucía, Josefa Ruiz, “los médicos de familia no van a tener más remedio que empezar a recetar antes que cualquier fármaco, paseos y más paseos. ¡Paseos y ejercicio cada día!”

Menos mal que hay facultativos que están haciendo esto ya. De hecho hay pueblos por ahí en los que el lugar tradicional de paseo se asemeja más a una romería que a otra cosa, de tantos caminantes como se dan cita en él. Se da el caso, incluso, de que próceres y benefactores que dan nombre a calles y avenidas de renombre pierden de ponto su ascendencia entre la población, y, esas calles y avenidas tan ilustres pasan, eufemísticamente se entiende, tal o cual Paseo del Colesterol.

Así pues, el fenómeno que promueve “ejercicio para todos a cambio de tener más salud” parece que está calando entre la gente. En Andalucía, desde luego, en ello andan. Hace un par de años que la Junta puso en marcha un programa, Por 1.000.000 millón de pasos, que está revolucionando, sobre todo, a los pueblos. Hasta en la OMS se han hecho eco de su organización y éxitos. Y si se busca en Internet, son cientos de entradas las que tiene este fenómeno, del que se cuentan mil y una experiencia. De momento, son cerca de 100 pueblos los que se han adherido a él, más de 200 asociaciones de todo tipo y entre 5.000 y 10.000 participantes los que se han apuntado a esta idea de batir el record de dar un millón de pasos en un mes.

No cuesta dinero. Bastan un podómetro y un tesorero o secretario que de fe de esos paseos diarios, en soledad o en grupo, y se encargue de anotar puntualmente los pasos que cada caminante da. Algunos de estos “andarines de la salud” se han picado entre ellos y le han dado ya varias vueltas al marcador del podómetro. Las marchas, como digo, se hacen generalmente en grupo, que eso ayuda. Y mientras tanto, hay quien solicita nuevos retos a los agentes de salud de la zona. Y estos se los dan: “Por qué no se plantean ustedes hacer el viaje de sus sueños, qué les diría yo: un viaje a París, por ejemplo, o a Bruselas, o a Berlín...”, explica Manuel Flores, técnico sanitario y principal impulsor de este “invento” saludable. Y ahí les tenemos; cientos de andarines viajando por Europa. Sin salir del pueblo, eh, que aquí todo es virtual para que no cueste dinero. Lo único que es real son esos pasos, el documento que firman comprometiéndose a esta práctica y los diplomas, camisetas, carteles o pancartas que exhiben en las fiestas que organizan para celebrar sus éxitos... Todo ello mientras sueñan con hacer algún día ese viaje “de verdad”, ya que, mientras tanto, se han puesto en contacto con las concejalías de Salud de esos lugares a los que viajan virtualmente, les mandan fotos, mensajes... mientras esperan cualquier día que les inviten a ir de verdad o les llamen para hermanarse. También estos miles de andarines andan empeñados en que les conozcan en Bruselas. Han escrito cartas a la Comisión europea y por Internet dan fe de sus hazañas continuamente. Todo sin ir más allá de los jardines del pueblo o, a lo sumo, haciendo el recorriendo de alguna de esas rutas de Vida Sana que los ayuntamientos han señalizado en el término municipal.

Profesionales sanitarios como la doctora María Paz Sillero están entusiasmadas e impulsan el proyecto. Esta médica de familia en Lora del Río (Sevilla) ha puesto a caminar a sus pacientes con el fin de que preserven o aumenten su salud que, dice, “en cuanto caminan, mejora de inmediato”. “Su salud mental también”, destaca. Y lo explica: “Son personas bastante sedentarias, que pasan mucho tiempo solas y, al salir a caminar en grupo, descubren enseguida que sus problemas no son únicos; que, más bien, son problemas comunes a todo el mundo. Eso les lleva a desdramatizar y a relajarse”.

Así que, en lo que a salud se refiere, la cuestión está muy clara: para empezar, toca hacer ejercicio. Lo último en políticas de Salud es el convencimiento que tienen sus responsables de que hay que trabajar en esta dirección: prevención, prácticas saludables e intentar llevar vida sana. La salud va a estar presente a partir de ahora, desde un punto de vista legislativo, en todas las políticas sectoriales (urbanismo, empleo, medio ambiente, etc.). No sólo por preservar la salud propia de los ciudadanos, como digo, sino, también, porque el sistema sanitario público está tocando techo en cuanto a atención especializada se refiere. Se acabó eso de dispensar medicamentos a granel “que todo lo curan”... ¡Y cuidado con la idea de que ya hay una maquinita que lo arregla todo! Las arcas sanitarias están vacías y la tecnología de última generación seguirá llegando, sí,  a los hospitales, pero más despacio y muy controlada. La idea es que la gente no aparezca por el hospital, o si lo hace, que sea lo más tarde posible o cuando ya no puede menos. Antes, deberá cuidarse y hartarse de hacer ejercicio.

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