Plaga de engaños sobre la salud en los medios de comunicación

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Encuesta de CEACCU sobre el consumo de complementos en España. / Gráfico 1 de 5

No tienen rostro; acaso toman el de algún famoso de vez en cuando. Otras veces se visten de médicos con bata blanca y con distintivo en el pecho, “Doctor Tal”, para acreditar su prestigio y convencernos de que es verdad lo que cuentan. Siempre nos miran muy fijo, y, en la pantalla de televisión o en la radio, hablan con voz engolada, seguros y convincentes, mientras explican cómo el yogur equis (bio) regula o refuerza no se qué cosa, además de dejarte la piel como la de un bebé. Otros te curan el cáncer, el insomnio o la diabetes; o, al menos a ésta última, la previenen. Con algunos productos adelgazas en un santiamén; prácticamente pierdes el peso que te sobra en un fin de semana, puestos a exagerar.

Hay sustancias “que curan” y regulan el riego sanguíneo, otras sirven para tener la memoria de un elefante (del elefante se dice que es el ser más memorioso, sin ninguna base científica, por supuesto); y las hay para estar “todo el día a cien” o para que la energía no se te acabe nunca. También te ofrecen maravillosas soluciones para que sentarse en el váter no sea un suplicio, sino un placer; para tener el vientre plano, para qué se yo. Son los sucedáneos de los medicamentos. Los productos “cien por cien” naturales. Los remedios que hacen milagros. Productos, todos, que por tener una pretendida finalidad sanitaria, pueden suponer un riesgo para la salud de las personas.

Gráfico 2 de 5.

A esto se le llama publicidad engañosa; publicidad que convive ya con nosotros con absoluta normalidad y que nos la tomamos como un credo... mientras la Administración mira para otro lado. Tampoco la autorregulación funciona. La Asociación para la Autorregulación de la Comunicación Comercial (AACC) que se ocupa de ello, sí lo intenta, pero como si no se ocupase, porque ni consiguen que esta publicidad modifique sus hábitos de engaño. Al menos la publicidad que se ofrece en la radio, la más profusa y continua. Sólo un 2% de los casos estudiados en 2009  por la AACC tuvieron que ver la publicidad radiofónica.

Pero no hace falta ser muy lince para ver lo que pasa. Y si no, pregunte usted por ahí. Según una encuesta de la Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (CEACCU), cuyo resumen gráfico se reproduce en este post, más de un 70% de los españoles confía sin dudar en los complementos alimenticios para prevenir o tratar enfermedades, y un 83%  cree que su eficacia está más que probada científicamente. Un 72% piensa que los complementos alimenticios no tienen efecto secundario, cuando la realidad es que sí podrían tenerlos.

Gráfico 3 de 5.

Es la publicidad malintencionada (mentirosa, sin duda) que nos invade a través de las ondas y en la televisión sobre todo, mientras el anunciante de turno regatea las leyes y todos los códigos de buenas prácticas y deontológicos. Incluso ofenden al sentido común con sus anuncios, porque, ¿quién va a creerse que se puede adelgazar todo cuanto se quiere con sólo tomarse unos sobres, por ejemplo, o frotándose con una pomada la tripa?

Nos creemos bien informados, pero, sin embargo, ahí estamos: atrapados por cientos, por miles a decir de las encuestas, en el mercadillo del trapicheo que, no pocas veces, ha tenido consecuencias graves para la salud de muchas personas o  al menos les ha dado quebraderos de cabeza. Recuérdese aquí —aunque sea llevar al extremo esta cuestión—, los implantes mamarios PIP (Poly Implant Prothèse) de tan infausto recuerdo para miles de mujeres por haber recurrido a productos de dudosa calidad, en este caso, y con la aquiescencia de los profesionales y la aceptación ignorante de las protagonistas.

Gráfico 4 de 5.

Y es que vivimos más preocupados que nunca (obsesionados, incluso) por esa salud... ‘periférica’ o ‘de forma’, podríamos llamarla, que nada tiene que ver con la verdadera salud; es decir, no hacemos demasiado caso a las necesidades de una buena salud, la que emana de una dieta sana, de hacer ejercicio regularmente, de mantener el peso adecuado, de no beber alcohol en exceso ni fumar, o de dormir lo suficiente y nos enredamos en “tonterías”, si se me permite decirlo. Nos preocupamos más por cualquier atisbo de envejecimiento o síntoma (normal) de deterioro físico o  nos obsesionados por corregir la arruga enunciada en la piel, por el pelo que cae cuando ‘le corresponde’ como las hojas de otoño, por los michelines que, imperceptiblemente, se agrandan hasta hacerse ya insoportables, por el ardor de estómago después de eternas comidas a deshora, por las rodillas que crujen (normal, cuando se tiene exceso de peso), por la cantidad de alimentos que ingerimos a diario, sin voluntad para controlar tal ingesta; por... Nos preocupamos tanto de tantas cosas que ya se ve que somos presa fácil de una industria ávida de hacer negocio con nuestra salud. Una industria que ha conseguido conectar y establecer un diálogo eficaz, parece ser, con miles de consumidores de sus productos milagro. Y ellos, los fabricantes, con tal de vender lo que sea, como sea y a quien sea, no reparan en publicitar frases tópicas, engañosas, cínicas, absurdas... Como aquella marca que ofrecía “aprender inglés sin estudiar y sin esfuerzo”, no hace tanto tiempo. ¿Si existe la legislación, por qué la Administración no aplica las leyes y le pone límites?

Lo que está claro es que a esta industria las personas les importan un bledo. Si luego, quién compro tal o cual producto, descubre que lo que te prometían es mentira —o al menos no ven beneficio alguno ni perciben su efecto— y reclaman, el enredo es tal que terminas desistiendo, agotados, de cualquier reclamación. La realidad es que sólo un mínimo de las reclamaciones qu se hacen tienen éxito.

Grafico 5 de 5.

Por eso no es raro que cada poco tiempo aparezcan estudios al respecto. A los investigadores les atrae descubrir qué encierran esos mensajes que prometen tanta felicidad con tan poco esfuerzo. Y entonces se ponen a chequear la realidad y descubren el engaño; qué está ocurriendo para qué se oferte lo que se oferta y no pase nada, se preguntan. El último estudio del que tenemos noticia es el publicado por Clara Muela y Salvador Perelló, profesores de la Facultad de Comunicación en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid sobre la publicidad engañosa en la radio, publicado en la revista Comunicación y Sociedad. A estos profesores les ha bastado un día de emisión de 11 emisoras para detectar la magnitud del fraude. De los 430 anuncios analizados, referentes a alimentación, bebidas, higiene, belleza y productos sanitarios, en 67 detectaron irregularidades. La conclusión a la que llegaron es que muchas de los mensajes que se dan por ciertos, ni tiene base científica ni cumplen con la reglamentación.

Los ejemplos no creo necesarios traerlos aquí; cualquiera puede escucharlos a diario en la radio. Tomando unos sobres... “la barriga desaparece” o “te olvidas de los inconvenientes de la regla para siempre”. ¿Y que hay de ese yogur que “refuerza las defensas” como si tratase de una o fortificación ante el más fiero e invisible enemigo? Y no se hable ya de los que prometen “curación cierta” o “alivio seguro” o de los que “previenen” determinadas enfermedades. Todo ello, insistimos, publicitado sin base científica alguna ni pruebas que demuestren su eficacia. Por eso, a la postre, la pregunta siempre es la misma: ¿Es que no hay forma de acabar con esta mentira y el mercado perverso que se hace con la salud?

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